Contemplo la ciudad desde el balcón de la habitación. Estoy sentado en una mecedora de madera de abeto mientras una brisa de aire templado me golpea la cara.
Aún es muy temprano, las farolas siguen iluminando las calles, y los ciudadanos no han salido todavía de sus casas.
He dormido muy plácidamente. Danai sigue tapada con la fina sábana de verano que nos arropaba, no he querido despertarla para poder analizar desde la soledad la situación en la que me encuentro ahora mismo.
Escucho el crujido de la madera cada vez que me mezo, el sonido me recuerda a mi casa, al viejo parquet que cubría el suelo, la sensación me relaja, me transporta a mi infancia durante unos segundos.
El cielo comienza a cambiar de tonalidad. El azul marino que lo cubría se está transformando en un naranja intenso mediante el sol aparece.
Las farolas se apagan y la vibración de unas campanas despiertan a la ciudad.
Las campanas suenan siete veces seguidas, por lo que intuyo que deben ser las siete de la mañana. Me meto dentro de la habitación y, antes de poder despertar a Danai, llaman a la puerta.
Le doy unos toques en el hombro y ella abre los ojos.
—Buenos días —digo con voz dulce—. Han llamado a la puerta, será mejor que te levantes de la cama.
Me acerco a la puerta, giro el pomo y la arrastro hacia mí abriéndola.
En el pasillo se encuentran Mel y Martha, las dos muy elegantes y simpáticas como siempre.
—Buenos días —dicen.
—Hola —respondo cortés.
Ellas entran en el dormitorio y saludan a Danai.
—¿A qué se debe la visita? —pregunto.
Mel abre un bolso negro que le cuelga de su hombro derecho, y saca de él una libreta. La abre con mucho cuidado y empieza a leer unos apuntes que había escrito anteriormente.
—Tenemos pensado llevaros a la muralla, queremos que vieseis por vuestros propios ojos cómo está la situación y qué decidáis que queréis hacer.
La propuesta me agrada, me encantaría ver que hay a las afueras de las ciudades desde lo alto de los muros, ya que ni siquiera este edificio, que ya de por sí es bastante alto, nos permite ver que hay más allá con otra perspectiva distinta a la que he tenido cuando vivía en el bosque.
Danai, que es toda una aventurera, da un salto de la cama, se anuda un lazo evitando que se le abra el kimono y se pone sus zapatos.
—¡Estamos listos! —dice entusiasmada.
Salimos del edificio, y el mismo todoterreno de ayer nos espera. Jeremy está apoyado contra la puerta del conductor dando golpecitos con la punta del pie al suelo. Al vernos, se mete rápidamente en el coche y lo arranca.
Entramos todos en el auto y este comienza a moverse.
—Lo que vamos a enseñaros quizá os impacte, sé que venís de fuera de las ciudades, pero vivís muy lejos de donde estamos ahora mismo —dice Jeremy sin descentrar su mirada de la carretera—. Estáis acostumbrados a otro ambiente.
Se crea el silencio tras el monólogo de Jeremy, nadie dice nada durante el resto del camino.
Desde el dormitorio no parecía que la ciudad fuese tan grande, llevamos por lo menos diez minutos y aún no somos capaces de ver la muralla.
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Nora
FantasyEn medio del bosque, a las afueras de los Secúpulos, ahí es donde vivo con mi hermana. Pese a la desgracia que ha traído la guerra a mi familia, hago lo que puedo por sobrevivir, sin embargo no todo depende de mí. ¿O quizá sí? El repentino secuestr...