CAPÍTULO 3

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Estoy sentado en un sillón de terciopelo rojo mientras contemplo las vistas de la sala. Brandon me está tranquilizando como puede, tarea difícil.

Danai y yo estamos pálidos, ninguno de los dos nos lo podíamos imaginar, ha sido un shock.

-No puedo hablaros sobre esto, tenéis que esperar-repite Brandon una y otra vez.

Desde donde estamos, podemos observar un altísimo muro de decenas de metros a modo de capa que nos aísla del exterior, como si lo que hubiese afuera fuese un infierno.

-¿Mi hermana está entre estos muros? -pregunto triste al pensar en ella.

Brandon se encoge de hombros, parece que no sabe nada sobre ella.

-Este mes solo nos han notificado del rescate de cuatro supervivientes, ustedes dos, un joven de diecisiete años y una mujer de veinticinco.

Canalizo cada una de las palabras como si fuesen pinchos puntiagudos golpeando mi piel desnuda.

-Pero... quizás hayan encontrado algún superviviente más y lo hayan llevado a otro hospital -continúa hablando Brandon entre dientes.

Me abrazo a la esperanza de que la hayan cogido, pero no sé hasta qué punto puedo confiar en esta gente. Hasta ahora la única que me ha ayudado es Danai, y lo ha hecho porque tenemos un propósito en común, huir.

Un pitido suena al fondo de la sala.

-Ahí están, acaban de llegar -dice Brandon.

Las puertas de doble hoja del ascensor se abren, y de ellas salen tres personas.

Uno de ellos los conozco, es quien me restregó el mejunje que alivió mi dolor del muslo, a su derecha lo acompaña una mujer alta y delgada con el pelo largo y suelto. Va vestida muy informal, con unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta de tirantes. Sus ojos son grandes y marrones, y no para de sonreír.

A su izquierda está otra mujer con la piel morena, es alta y musculosa. A diferencia de la otra mujer, ella va con una falda vaquera ajustada, mucho más elegante, acompañada de un top. El top es tan corto que se le ve el ombligo. A simple vista parece más seria.

Los tres caminan simétricamente, parece que lo han ensayado. Yo me incorporo y le cedo mi mano a Danai para ayudarla a levantarse.

-Qué caballeroso, ¿No? -dice mientras se ríe.

La sala es tan grande que tardan unos segundos en llegar al ventanal donde nosotros estábamos sentados.

-Buenas tardes de nuevo, señor Jackson y señora Danai -dice el hombre amablemente -. Te presento a Martha y a Mel, ellas son mis mejores trabajadoras.

-¿Y tú te llamas...? -pregunta Danai.

-A sí, cierto, se me olvidó presentarme cuando fui a visitaros, soy Jeremy, quien gobierna en la ciudad.

Suena muy prepotente.

-Si tú gobiernas este Secúpulo... -titubeo -. Es imposible que estemos en Mulípulo.

Mi madre me contaba cuando ella estaba embarazada de mi hermana que la ciudad de Mulípulo tenía ese nombre ya que lo gobernaba una mujer. Ella decía que su nombre procedía del latín, ya que mujer en latín se traduce por mulier, y pueblo por populus.

Las pocas esperanzas de poder reencontrarme con mi hermana comienzan a desvanecerse.

-Lo cierto es que ni siquiera formamos parte de los Secúpulos -afirma Mel -. Los Secúpulos están habitados por personas que antes de comenzar la guerra tenían suficientes recursos, tanto armas, como comida, medicinas... para poder pagar unos impuestos bastante caros. También dejaron entrar algunos médicos, profesores y diversos especialistas necesarios para poder formar lo que son, ciudades seguras.

NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora