CUATRO VIDAS OCULTAS.

CAPÍTULO VIII. UN PASADO OSCURO.

*FOTO DE MICHAEL A LOS 16 AÑOS EN LA PARTE SUPERIOR*

—Oye, niño lindo, ¿quieres jugar? —preguntó una niña que era popular en la escuela.

—¿Quién pregunta? —pregunté sutilmente.

—Yo tontito, ¿no estás viendo? —dijo para después reír.

—Entonces no, gracias. No me gusta lo que están jugando. —dije con voz tenue.

—Lo que tienes de bonito, lo tienes de payaso. —dijo molesta.

Supuse que no estaba acostumbrada a ser rechazada, ya que muchos niños estaban jugando a lo que ella decía.

Siempre he sido el niño a quien todos buscan para solicitar ayuda, para algún problema matemático, alguna tarea, me hablan demasiado, invitan a sus fiestas de cumpleaños y a jugar. Disfrutan de mi compañía.
A veces accedía y a veces no, no se me hacen divertidos los juegos de niños, me aburría el cómo hablaban y jugaban.

Los adultos se sorprenden cuando escuchan expresarme, dicen que hablo como un adolescente, les gusta hablar conmigo y a mí me gusta hablar con ellos, me siento en confianza para discutir sobre temas interesantes, sobre historia, política o cualquier otra cosa.

Siempre he sido el favorito de todos los profesores de las escuelas a las que he ido, ya que nunca me he mantenido constante en una sola, me cambiaban seguido, así como me mudo de casa.

Soy un chico relajado, constante en la escuela, disciplinado, amistoso y muy amigable cuando se da la ocasión, me gusta ayudarle a los demás y explicarles sobre temas que no entienden, participar en clase, exponer frente a grupos e ir a concursos de oratoria en otras escuelas, me encanta la lectura y expresarme en público, los profesores siempre me han puesto de ejemplo y llevo un promedio impecable, aunque ese no es un gran logro, ya que es educación primaria y se me facilita muchísimo, hasta tengo mi colección de diplomas y reconocimientos, así como trofeos por ser campeón en oratoria, trofeos y medallas en deportes como futbol, atletismo y otros, pero el que es preciado para mí es el de artes marciales mixtas que gané cuando tenía 7 años.

—Michael, ¿puedes venir un momento? —escucho decir a mi profesora.

Cerré el libro que estaba leyendo, sacudí mi pantalón que estaba lleno de pasto, ya que estaba sentado en el suelo recargado en un árbol, y me dirigí hacia la profesora.

Cuando iba en camino, uno de los niños que estaba jugando me arrojó la pelota intencionalmente y me golpeó en el rostro. Todos los que estaban jugando rieron.

—Perdón. —dijo el niño riendo.

—Eso te pasa por no jugar. —dijo la niña que me había invitado.

Yo no respondí, sólo me sobé el rostro y avancé.
La profesora regañó a los niños, les quitó la pelota, los mandó a su salón y dijo que más tarde hablaba con los profesores para hacerles saber su mal comportamiento. Era muy protegido por mis profesores, debido a que todos me conocían y reconocían mis logros en otras escuelas.

—¿Qué pasa profesora? —dije amablemente.

—Ven, te lavaré el golpe y pondré un poco de pomada para que no se inflame. —dijo sonriéndome, yo también devolví la sonrisa— Ahorita te digo lo que te iba a comentar.

La profesora lavó el golpe y colocó una pomada, me comentó que había llamado mi mamá y necesitaba que recogiera mis cosas, ya que no tardaba en llegar.
Yo asentí y fui por mis cosas, mi mamá llegó y la profesora me dejó en la puerta, me despedí de ella y volví a agradecer por curarme.