II

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Habiendo empleado largo tiempo en encontrar un lugar suficientemente apartado en lo mas profundo del bosque, se encontraba con un apetito feroz,dispuesto a gozar de su pavo. Se acomodo lo mejor que pudo sobre el suelo y con un suspiro de profunda satisfacción se recargo en la cavidad de un árbol grande , saco el pavo de la canasta, extendió las hojas de plátano ante el a manera del mantel y coloco el ave sobre ellas con un gesto de reverencia como para ofrecerlo a los dioses.
Pensaba acostarse después de comer, y dormir hasta la noche, convirtiendo aquel día en verdadera fiesta, la primera en su vida desde que tenía memoria.
Al mirar aquel pavo tan bien preparado y al aspirar el asombroso aroma que no tiene paralelo entre los veinticinco millones conocidos por la raza humana, exclamó con admiración:
-Debo decir que es una gran cocinera, sólo que nunca tiene oportunidad de demostrarlo.
Fue aquella la mas profunda expresión que su gratitud  pudo encontrar. Su esposa habría reventado de orgullo y habría sido feliz mas allá de todo limite si él   hubiera dicho aquello en su presencia alguna vez en su vida. Pero eso no lo habría echo jamas, por que en presencia de ella las palabras se resistían a salir de sus labios.
Se había lavado las manos en un arroyo cercano y todo estaba a punto para aquella solemne ocasión, en que se verían colmados los deseos de un hombre capaz de rogar durante largos años para lo que se le concediera tan gran merced.
Asegurando la pechuga del pavo con la mano izquierda, tomó con la derecha una de las gruesas piernas del animal para separarla y empezar a comer.

MacarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora