Prólogo.

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El mundo estaba dividido, y eso lo sabían todos. Dividido por dos ideas contrarias, unos enfrentándose desde las sombras y otros que vivían como si nada estuviera pasando, quizá esa fuera la vida más tranquila. Este enfrentamiento nos lleva a hoy, a una fiesta, aparentemente normal y muy elegante, como las otras miles de fiestas que se hacían al día en aquella ciudad. Pero...

Esa era diferente.

Una joven se hallaba en esa fiesta, Olivia era su nombre. Era guapa, gracias a sus grandes tacones de aguja negros, su pelo era rojo como la sangre y sus ojos verde esmeralda. Llevaba un vestido ajustado por encima de la rodilla de mangas cortas y escote en V, también negro. Resultaba imposible no admirarla al verla, ella sonrió al captar las indecentes miradas, ya que aquél era su objetivo.

Olivia se movía con gracia en aquel ambiente, se crió en una familia adinerada y esas fiestas no eran desconocidas para ella, probablemente por eso la escogieron para la misión. Sí, misión, y es que esa elegante chica trabajaba para la CIA y guardaba un arma hasta en sus grandes pendientes. Solo respirar cerca de ella te hacía ponerte en alerta, realmente, había que tener cuidado con ella.

El jefe de la CIA se enteró de que el líder de uno de los grupos rebeldes iba a asistir a esa fiesta para hacer un intercambio de armas y decidió enviar a su mejor espía, Olivia. Se ocultó el cabello bajo una peluca rubia platina, divisó al objetivo en la barra del lugar bebiendo un trago de lo que parecía ser ron . Caminó decidida mientras hacía su papel de chica cualquiera borracha y se sentó junto a su objetivo, el cual fijó su mirada en ella al momento.

Ella se apoyó en la barra sin mirarle haciendo resaltar sus atributos y le pidió un vaso de ron al Barman, no tardó mucho en tenerlo entre sus manos y darle un trago.

—Una fiesta animada, ¿no cree?—Le preguntó Olivia mirando a su objetivo.

—Cla-claro, Uhm...¿viene usted mucho por aquí señorita?—Se notaba que estaba nervioso, se veía a leguas que no acostumbraba a tratar con mujeres, Olivia se alegró ya que sería más fácil para ella. Se acercó dos asientos más a su objetivo.

—Sí, vengo a todas las fiestas a las que me invitan pero esta es la primera en la que tengo tan buena compañía.—Le guiñó un ojo chocando levemente su vaso con el de él.

El hombre era un cuarentón, tenía cara amable pero una mirada fría y una cicatriz que empezaba por su oreja y se perdía por la ropa de su cuello, el líder de los rebelde sonrió para sus adentros. "Tal vez esta noche no sea solo de trabajo", dijo pensando cosas sucias que lamentablemente nunca llegaría a hacer.

—Me pregunto que hará un hombre tan guapo como usted sólo en esta fiesta—Dijo sonriendo provocativa, seduciéndolo.

—Uhm, yo...estoy aquí por negocios...He quedado con un importante financiero de bienes, y tú, linda...¿Qué haces por aquí?

—He venido aquí por una invitación...conozco al dueño del lugar y quería que viniera—Le dio un trago a su vaso.— ¿Un financiero de bienes?, interesante...¿podría contarme más?

—Bueno...son cosas de negocios, no quiero aburrirla—"La tengo en el bote", pensó, "No parece demasiado lista, además pronto estará borracha si sigue bebiendo así, tal vez..."—¿Quieres sentarte en la mesa conmigo, para acompañarme mientras hago los tratos, señorita...?, lo siento acabo de acordarme de que no sé su nombre—El hombre rió levemente por su torpeza.

Olivia rió con él.

—Me llamo Hayley...y claro, será un placer acompañarle señor...¿cuál era su nombre?—Ladeó un poco la cabeza haciendo que sus pendientes se vieran.

El líder tragó grueso, hacía mucho que no le preguntaban su nombre, e inventar no era su fuerte. Suspiró, se tranquilizó y finalmente susurró, seguro.

—Marcos—Olivia sonrió complacida y le tendió el brazo.— ¿Nos vamos?

—Será un honor—Ambos se encaminaron a una elegante mesa de mantel blanco escondida en uno de los laterales de la sala.

Marcos le retiró la silla hacia atrás a Olivia para que se sentara.

—Por favor.

—Qué caballero—dijo Olivia sentándose, se acomodó y volvió a beber de su vaso dejándolo vacío. Marcos se sentó a su lado.— Mm...creo que se me ha subido el alcohol a la cabeza...

Marcos sonrió. "Era lo que intuía", pensó creyendo tener el control, pero qué equivocado estaba.

A los pocos minutos llegó un joven cuya edad rondaría los treinta, que tras saludar levemente con la mano a Marcos se sentó en la mesa.

Marcos les presentó rápidamente ya que Olivia seguía con su papel de borracha, aunque realmente estaba lo suficientemente alerta para notar que a diferencia del resto de las mesas en las que servían distintos camareros cada media hora, la suya siempre la servía una chica pálida de pelo negro y ojos verdes que parecía querer verle a la cara pero Olivia no se iba a arriesgar y sólo la miraba de reojo, ocultando su rostro en el brazo de Marcos.

Olivia observaba a los dos hombres y escuchaba con atención procurando no descuidar su papel de borracha.

—Dime, ¿has traído lo que te pedí?—Le preguntó Marcos al otro hombre.

—Claro, está todo. ¿Has traído lo otro?—Habló el otro hombre.

Marcos asintió.

—Está todo al contado—Sacó un pequeño maletín negro de debajo de la mesa y se lo dio al hombre que la abrió con cuidado y sonrió al ver el contenido de este bajo la atenta mirada de Olivia que grababa la conversación con un diminuto micrófono escondido en su escote.

—Eso sería todo, gracias por...los juguetes. Podrás recoger el dinero en la Cruz de Lunas.

—Donde siempre vamos—Finalizó el hombre. A partir de ese momento comenzaron a hablar de temas triviales sobre la ciudad, Olivia entendió que ya tenía lo que quería y que tenía que eliminar a su objetivo antes de que realizara el intercambio ilegal. Fingió ir por unas bebidas tambaleandose por la fingida borrachera y le echó veneno a una de las copas, memorizó cual era la envenenada y caminó de vuelta a la mesa para darle a cada uno sus vasos correspondientes y volver a sentarse.

Marcos solo dio un sorbo a la mortal bebida y ya era suficiente para sellar su destino, comenzó a hacer muecas y darse pequeños golpes en el pecho hasta yacer muerto en el suelo. Olivia hizo su papel de asustada de maravilla mientras el traficante salía corriendo despavorido. La verdad era que Olivia odiaba matar, pero por mantener la paz en un mundo que ya estaba roto lo haría, aunque no se percató de que la camarera se había llevado el maletín.

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