Capítulo 6: Ángel.

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Eliza

Estaba tumbada boca arriba sobre la cama de mi habitación, siguiendo una araña con la mirada. Estaba realmente aburrida. Normalmente prefiero estar sola ya que no me agrada mucho...la humanidad, en general, pero ésta vez quería que Olivia volviera. Con Jessica fuera me revolcaba en el silencio...y odio el silencio.

Los rebeldes dormimos en la parte superior del hotel, con hasta cuatro personas por cama. En mi habitación teníamos una cama de matrimonio en la que dormíamos Jessica, yo y ahora, Olivia.

Hablando de la reina de Roma, acaba de entrar. Tenía las mejillas coloradas, parecía estar ida, mirando a la nada hasta que se dio cuenta de que yo también estaba en la habitación.

—Hola, Eliza—Saludó acercándose.

—Hola...¿Estás bien?¿Qué te pasa?

—Ah, bien, gracias por preguntar. Me he encontrado con...

—Chist—La interrumpí poniendo mi dedo en su boca.—Déjalo, no me importa.

Frunció el ceño, entrecerrando los ojos.

—Y si no quieres saberlo...¿Para qué preguntas?

Rodé los ojos.

—Intentaba ser...¿Cómo se llamaba eso?¿Simpática?

Negó con la cabeza, sentándose en la cama para quedar a mi lado.

—Pues misión fallida.

Me senté junto a ella.

—Porque me he aburrido—Soltó una ligera carcajada, no tiene gracia.

—Bueno, vamos a dormir, venga.

—Vale, por cierto—Me miró.—  Si  vuelves a abrazarme por la noche, dormirás en el suelo durante una semana.—La amenacé entornando los ojos.

Se encogió de hombros.

—Ya te he dicho que no lo hago apropósito, pero vale.

Fruncí el ceño y decidí apagar la luz.

 * * *

Me estaba abrazando, debo admitir que me entraron ganas de clavarle un cuchillo, sin embargo Ethan se pondría triste si lo hago, así que solo la tiro bruscamente de la cama.

—¡Ay!—Gritó al caer al suelo y asomó la cabeza.—¿¡A qué vino eso!?

—A que esta noche duermes en el suelo, vístete, hoy te haremos armas propias—Contesto seca levantándome y quitándome la camisa de hombre que uso de pijama.

Bufó.

—Bien—Dijo levantándose, dejando ver la sudadera que llevaba el día que la encontré, solo llevaba eso y sus bragas.— ¿De quién es esa camiseta?—Preguntó, mirándome con picardía.

—A ti qué te importa—Contesté fría, pero inmediatamente subí la mirada.— Del gigante de mi hermano...es calentita.

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