Cálido Toque / Min Yoongi - Park Jimin

Adicto

Adicto

Siento que no he dormido nada. La noche se fue demasiado rápida en contraposición a la lentitud de esta mañana.

No puedo sacar de mi cabeza la imagen de tu rostro sonrojado cuando sonríes a cada tema sexual que te comento con descaro. Doy mil vueltas en mi cama tratando de encontrarte y solo estoy lleno de almohadas que amaso para suplir la necesidad de tu cuerpo; siento la cama tan vacía y el corazón desierto, ¿Qué me has hecho mi ángel?

Tienes el rostro lleno de inocencia, pero el cuerpo marcado de pecados que logro notar cuando te expones frente a mí.

Fantaseo con enredar tu cabello entre mis dedos y restregarlos en mi cara para aspirar cada uno de los sueños que tejieron en tu cama. Me duelen los dientes por las ganas de morder tus labios y luchar contra tu lengua, aunque la tuya siempre me venza. Mis dedos tiemblan por escurrirse en tu clavícula y acariciar tus costillas, aunque en tus reflejos me golpees porque te da cosquillas; ¿Por qué eres tan sensible Park?

Estoy obsesionado contigo Jimin, con tu boca, con el aroma de tu aliento y con el timbre de tu voz cuando tiembla sin aliento diciéndome "Acabo de venirme ya dos veces pensando en ti Yoongi". Me excitas tanto que hasta duele, y no importa cuántas veces me masturbe pues nunca serán suficientes si no es en verdad que me estoy satisfaciendo contigo.

Te extraño, mi ángel.
Te deseo, mi hada.
Te necesito, Park Jimin

¿No lo notas? Te necesito como un borracho necesita del alcohol para calmar sus ansias.

Necesito tanto de ti para que sustraiga de mí todo el deseo que contengo en soledad.

Se me ha tullido el alma entre tanto conflicto de emociones entre celos, angustias, alegrías y deseos cuando imagino que otros te ven con las mismas ganas cuando caminas frente a ellos, cuando pienso que te tocas o le gimes al oído a otro imbécil que llamas una que otra noche para tu satisfacción; quizás lo invites a tu habitación, quizás hasta sea más guapo que yo, y le sonríes como a mí y te mueves acariciándote el cabello como lo haces frente a mí...y lo montas y te lo coges como a mí, pero él no logra follarte como yo y entonces lo despides y te metes a bañar, te secas, te quedas en toalla y me llamas para que corra ante ti y callar aquel deseo que te tiene de mal humor, por eso me esperas desnudo, mirando fijo la puerta para verme atravesarla y comienzas a tocarte...¡Ah Jimin!

Lo haces, te conozco. No lo niego, yo lo hago también... pero siempre pasa que volvemos a donde pertenecemos; al otro. Siempre vuelvo a ti, y tu siempre estas para mí; porque ambos somos la salvación y maldición del otro.

Como la noche que me fui a cenar y atraje con la mirada a un joven en un bar. Me acerqué cortésmente y de forma educada le saludé, pregunté su nombre, pero no se llamaba como tú, lucía como tú, tenía tu estatura y tus formas, pero no era como tu; sin embargo, no me importó.

Lo traté como suelo tratarte, sí, supliendo todos sus gustos y haciéndole reír toda la noche con mis ocurrencias mientras le acariciaba las piernas por debajo de la mesa sin quitarle la mirada al tiempo que él se mordía los labios, justo como tú, pero no eran esos labios frutillas tan característico de tu bello rostro.

Apenas llegamos al estacionamiento y yo ya me había colado bajo el pantalón para toquetearle los muslos y sentir su erección que comenzaba a entusiasmarse debido a mis toques. Antes de arrancar el auto nos comimos a besos hasta empañar los vidrios. El trayecto se hizo largo y las manos muy cortas para las ganas que nos teníamos.

Lo traje a mi casa y apenas cruzar la sala nos quedamos sin ropa. Lo suspendí de las piernas apretando sus caderas y mientras lo empalaba a la pared él me mordía la oreja. Pesaba un poco más que tú, así que lo acomodé sobre el comedor y abrí sus piernas que no eran aquellas estilizadas piernas que te gastas Jimin, para lamer delicadamente su entrepierna humedecida y palpitante...pero no sabía a ti. Perdí la noción del tiempo de tanto imaginarte mientras escurrían sus fluidos a través de mi barba y mi quijada; estaba con él, pero yo te devoraba a ti.

Se corrió dos veces antes de traerlo hasta la cama y aferrarme a sus caderas mientras le tiraba el pelo, fue curioso, porque nunca había prestado atención a la textura de este de ninguna persona, pero me distrajo al no sentir tus suaves hebras o el olor que tu cabello desprende cuando se mueve al compás de tus movimientos.

Lo comencé a cabalgar a placer, sin importarme su molesta voz o sus suplicas para que fuera más despacio... porque Jimin, tu eres el único que aguanta e incluso pide más que el ritmo que llevo y puedo alcanzar; y de pronto estabas allí... eran tus glúteos chocando con mi pelvis, era tu espalda tensa y encorvada justo frente a mí, eran tus gemidos y hasta el lunar en el omoplato izquierdo lo que veía. Eras tú, Park Jimin, gozando a plenitud con los ojos cerrados y la boca entreabierta.

Solté todas mis ganas y te follé en todos los ritmos y posiciones que te gustan mientras no parabas de pronunciar mi nombre, de aferrarte a mis brazos, de apretarme con tus piernas, de morder mis hombros, de gemir y gritar y retorcerte de placeres. Te tenía tantas ganas que no me ajustaba el cuerpo para penetrar tu cuerpo.

Al cabo de hora y media y de asegurarme que te corriste antes, me vine. Me vine dentro y con tantas fuerzas que creí el corazón se detenía y grité tu nombre en despedida, luego te fuiste, ya no estabas más, era solo él, el misma de antes, viéndome extrañado y molesto por llamarlo con tu nombre.

No me importó, dejé que se fuera. Entonces, aún sudado, encendí mi teléfono y me atreví a llamarte.

Contestaste de inmediato, como si esperaras mi llamada, no pude evitar excitarme y mostrarte toda la lujuria a través de palabras.

Porque por ti me he vuelto insaciable y cuento los días hasta que regreses y por fin pueda calmarte estas adicciones por cada parte de tu cuerpo, por cada aroma de tu ser, por cada fluido orgánico que expeles, como hasta ahora solo logro calmarlo yo cuando grito tu nombre al eyacular sin saber ya qué día es.