Prólogo (parte 1)

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La academia Kibougamine, el centro de enseñanza más prestigioso de nuestro país. Aquí asisten alumnos con increíbles talentos, los mejores en sus respectivos campos. Además, se dice que los que consigan graduarse aquí tendrán la vida resuelta, por eso se la conoce también como la academia de la esperanza.

En este lugar no accedes por medio de exámenes ni de ninguna prueba, en vez de eso tienes que cumplir unos ciertos requisitos para que la academia te escoja:

1º Tienes que ser un estudiante de instituto.

2º Tienes que ser el mejor en algún campo específico.

Y por increíble que me parezca ahí estaba yo, frente a ese gran edificio donde pronto comenzaría a estudiar. Mi hermano y yo siempre soñamos en llegar a este lugar, pero por desgracia él no lo consiguió así que le prometí que me graduaría y cumpliría el sueño por los dos.

Mi nombre es Himeko Aoyama y fui admitida con el título de estudiante patinadora de hielo definitiva.

Vamos allá, pensé antes de dar un paso dentro de la academia, pero de pronto todo comenzó a dar vueltas, sentí que mis piernas comenzaron a debilitarse y después todo se volvió oscuro a mí alrededor.

Creía que el hecho de haber recibido esa carta de admisión era un sueño hecho realidad, sin embargo, aquello se convertiría en mi peor pesadilla, una pesadilla llena de desesperación.

Al despertarme me encontraba recostada sobre un pupitre dentro de un aula sin tener la menor idea de cómo había llegado hasta allí.

Miré a mi alrededor y mis ojos se posaron sobre un chico de cabello negro que descansaba sobre la mesa de unos de los pupitres del fondo. Así que me levante y me acerqué, tal vez él sabría cómo había llegado hasta allí, le empuje suavemente la espalda que llevaba cubierta por una chaqueta de estampado militar a juego con sus pantalones.

Al momento levantó la cabeza lentamente pudiendo ver su rostro, me miraba confuso con sus ojos verdes. Pude apreciar que tiene una pequeña cicatriz en su ojo derecho.

La situación me estaba comenzando a incomodar me miraba fijamente y no decía nada así que decidí romper el silencio.

―¿Sabes por casualidad como hemos llegado aquí? ―le pregunté esperando a que supiera la respuesta.

―No ―dijo sin más antes de levantarse pudiendo apreciar su gran altura cercana al 1.90, y darme la espalda.

"Vaya no perece muy hablador".

Caminó hasta la pizarra y se quedó mirándola antes de volver a hablar.

―Aquí pone que la ceremonia de inauguración de las clases es en el gimnasio a las 8.

Yo me acerqué hasta quedar a su derecha.

―Es cierto ―mire el reloj que había encima de la pizarra―. ¡Oh! Son la 8 y cuarto llegamos quince minutos tarde.

Miré al lugar donde estaba el chico y no había nadie.

"Me ha dejado sola, muy amable por su parte".

Antes de salir del aula me fije que en las ventanas había unas... ¿planchas de metal? Me acerqué a ellas y le di un golpe.

"Definitivamente es metal, pero... ¿qué hace esto aquí?"

También había una cámara y una pantalla apagada.

Abandoné el lugar, al fin y al cabo, llegaba tarde y fui a dar a un pasillo con las paredes moradas.

"Un color bastante curioso para las paredes de una escuela"

Deje de pensar en la decoración, y camine por el pasillo para llegar al gimnasio. Me extrañó un poco no ver a nadie por allí caminando.

Danganronpa: Hope vs Despair (Cerrado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora