Capitulo 66

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Marinette:


El sol caía sobre mis hombros, aunque era de tarde. El polvo cubría mi cuerpo de la cabeza a los pies y me llenaba la boca mientras ibamos por la carretera ahora en una moto que había robado Matías.

Habíamos llegado a Chihuahua, estábamos dentro de México ilegalmente gracias a sus "contactos" de Fer.

No me molesté en preguntar a dónde conducía ahora, demasiado rápido para considerar llegar pronto, pero aún tenía una pequeña esperanza de que este jodido plan funcionara, para yo poder ser libre.

Después de unos kilómetros más la moto empezó a dismunuir la velocidad, mi corazón se aceleró.

A medida que nos acercabamos a una casa en ruina, escuché voces riendo, gritando y charlando mientras la música rock a todo volumen llenaba el aire.

Me tambaleé y casi caigo al bar de la moto.

Matías se echo a reír mientras se dirigía a la puerta.

-Ten cuidado pequeña, no querrás tener la moto cayendo sobre ti-No lo creí malditamente divertido.

Abrío la puerta de la casa y dejo escapar algo más abrumador que la música, el olor del alcohol y cigarrillos.

Me quedé a fuera un momento, lamentando cada decisión que había tomado para llegar aquí, y luego entré por la puerta.

Toda la conversación se detuvo.

Nueve motoristas, entre ellos una mujer joven, se volvieron a mirarme.

Me tensé ante su descarado escrutinio, la mayoría de ellos confundidos, y algunos aparentemente curiosos.

-Todo el mundo, esta es una amiga-me presentó Matías sonando alegre-Nadie joda con ella-me miró lascivamente-a menos que quieran morir-Se hizo un tenso silencio, a excepción de la versión larga de Guns n Roses que salía a través de los altavoces del estéreo portátil.

Me encogí más en mi lugar.

Matías se volvío hacía a mí, para terminar las presentaciones.

-Pequeña estos son Joker, Smookey, Casanova, Snoopy, Boston, Abe, Jake, Chad, y su perra OLisa

¿A quien le importa?.

Estoy segura de que a mí no. Yo solo quiero irme de este lugar.

Los miro fijamente con una expresión vacía, sin ver a ninguno de ellos.

Lisa me da una mirada insidiosa, como si yo acabara de saludarla llamándola puta.

No dije nada. Crecer en la pobreza y en L.A. me había enseñado algo. No mostrarse débbil, pero no debía mirar demasiado desafiante o alguien podría tomarselo como un desafío.

Eché un vistazo alrededor, manteniendo la mirada por un instante antes de apartarla, sin responder y solo asintiendo brevemente en reconocimiento.

-Lis, ¿por qué no acompañas a la pequeña y le consigues algo de comer antes de que empaquemos y salgamos? Quiero llegar a la sierra antes del anochecer.

Lis le rodó los ojos a Matías y luego me miró un momento antes de decir.

-Bueno, vamos.

Lis y yo nos dirigimos por un corto pasillo a otra pequeña habitación. Dentro, unos poco colchones de aires sucios y pequeños montones de ropa que parecían hacer las veces de las mantas y almohadas, estaban alineados en el suelo.

Ella enojada pateó la ropa fuera de su camino y se dirigío hacia un rincón de la habitación donde había una cama cubierta de ropa, maquillaje, laca para el cabello y envoltorios individuales de condones.

Aparté la vista, sin decir nada.

-Escúchame chica. Será mejor que me pagues por la comida o la sustituyas, porque no tengo dinero para andar tirándolo en nadie-no dije nada, solo la miré. Sacó una pequeña charola con algunos panecillos-Bueno, ¿te vas a quedar para ahí o vas a sentarte a comer?.

La miré con incredulidad. Y luego dicen que entre mujeres nos apoyamos.

Luego se escucharon gritos provenientes de otra habitación.

-¡¿Te has vuelto jodidamente loco?!.

Surgió una erupción de muchas voces.

-Traer a esa perra aquí fue un error hombre-dijo alguien.

-Jesucristo, Matías, debes deshacerte de ella mientras puedas-dijo otro.

-¿Cuando te convertiste en marica?-prwguntó Matías.

-¿Qué esta pasando?-preguntó Lisa clavando sus ojos en mi como cuchillos.

Miré hacía el suelo.

Ella me agarró del codo, apretando y fácilmente me empujó fuera de la habitación antes de unirse a la discusión.

Cuando Matías contó la verdadera historia de quien era yo y de donde provenía, los gritos se intensificaron.

Siguieron discutiendo por unos cincuenta y cinco minuts y entonces la mayoría de ellos decidieron irse y evitar "La tormenta de mierda que harían los hermanos Agreste cuando llegaran".

Lisa volvío, furiosa. Gritándole a su novio que tenían que irse. Me maldijo muchas veces y al final se fue.

Me sentía tan cansada y asustada.

Yo quería... no estaba segura de lo que quería.

El miedo y el terror me habían drenado, consumiendo mi energía y mis esperanzas. Desesperación dentro, esperanzas fuera.

Repetir. Repetir.

Todos le tenían tanto miedo como yo a la familia Agreste.

Los gemelos Agreste © (+18). Adrinette, FelixnetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora