Capitulo 20

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Marinette:


La nieve había dejado de caer en algún momento durante la noche.

Aún me sentía confundida al despertar en la cama de Adrien.

Mis brazos estaban enrollados en el cuello y pecho desnudo de Adrien, yo portaba una camiseta de el.

Tratando de no despertarlo me salí de su cama y fui a la ducha, muerta de vergüenza.

Mi cabeza zumbando de dolor como si de una buena borrachera se tratara.

Lo peor de todo es, no acordarme si hice un oso con su familia o si tuve caricias con mi falso prometido.

La mañana estaba fría, cuando me puse una larga toalla y caminé lo más discreta hasta mi habitación.

Me puse un vestido corto o hasta mis rodillas color negro, mangas de encaje y un pequeño escote en forma de V. Debajo unas mayas y botas de tacón fino. Amarre mi cabello con un broche y me maquille un poco tapando mi mejilla que aún estaba verde y morada.

-¡Te ves bella!.

MIré a Adrien que estaba detrás de mí, vestía un traje color blanco y bordes negros.

-Gracias.

-Veo que te encuentras mejor.

Sentí la sangre subirse a mi cara.

-¿Que fue lo que pasó?.

-Nada malo, nadie se enteró que dormiste en mi habitación. Si mi madre pregunta solo dile que te sentía mal por una intoxicación.

¿Nada malo?.

¡Si no recuerdo el ridículo que seguro hice!.

-Es hora de irnos a misa.

El trayecto a la iglesia estaba en silencio, por lo menos en el coche en donde íbamos.

Adrien inclinó su cuerpo hacia mí, recargando su mentón en mi mentón.

No habíamos hablado desde nuestra conversación en mi dormitorio.

Su madre estaba sentada a nuestro lado, en sus manos lleva una Biblia pequeña con su rosario.

Félix me dedicaba miradas asesinas desde el espejo del retrovisor, el manejaba y a su lado lo acompañaba Lila.

Estacionó el coche al otro lado de la iglesia y gruñó con disgusto mientras observaba a la gente corriendo hacia la puerta de la iglesia.

Adrien fingiendo ser el hombre más caballeroso, medió su mano para poder bajar.

Al estar a su lado, entrelazo nuestros dedos y con su otro brazo rodeó mi cintura.

Sentí los ojos astutos de su máma, y Dios sabía lo que la mujer estaba pensando.

Probablemente estaba fantaseando con grupos de bebés.

Caminamos detrás de ella, dentro de la iglesia me senté en medio de los dos, justo como veníamos en el coche.

A nuestro alrededor ya se encontraba la familia, todos enfundados con trajes caros y religiosos.

Sus hermanas de Adrien quienes llegaron con su padre, saludaron a todos y tomaron sus respectivos asientos a nuestro lado.

Todo fue el pararse, arrodillarse, la lectura o el canto.

Cuando llegó el momento de la Eucaristía, yo me quedé quieta.

La boca de Adrien rozó junto a mi oreja.

Los gemelos Agreste © (+18). Adrinette, FelixnetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora