Estaba llorando sobre tu hombro. Su pecho golpeaba el tuyo, agitado, angustiado y herido.
La apretaste más fuerte contra ti. Te dolía verla así.
Estabas llorando sobre su hombro. Te habías intentado hacer la fuerte, pero no podías mantenerlo dentro de ti durante mucho más. Sentías que eras una fracasada. Sin embargo, su abrazo lo hizo todo más fácil.
Le dijiste que la querías y que no pasaba nada. Solo era un examen. La escuchaste cuando te contó sus penas y te rebatió que no era solo eso.
Le miraste a los ojos y te sentiste como en casa. Le volviste a abrazar. Te avergonzaste y le pediste perdón mil y una veces por llorar mientras él te secaba las lágrimas. De pronto, volvíais a ser solo vosotros dos: un corazón que, al ahogarse, el otro volvía a hacer respirar.
Era aquella certeza de que nunca iba a estar sola la que le hizo flotar en tu hechizo. La amabas tal y cómo era: suspendiendo exámenes de la autoescuela, con el pelo rizo siempre alborotado y con esos labios que susurraban tu nombre. Tenía unos ojos preciosos. Era preciosa incluso con sus medias de abeja para ir al cine.
Muchas veces te había preguntado por qué ella. Sorprendido, siempre decías "¿Por qué no?"
Y es que erais figuras calidoscópicas y granizo en julio; el rayo que divide los mundos.
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Balada de una estrella al caer al mar
RomanceEsta es solo la historia de la estrella que cayó al mar, porque son solo canciones lo que palpitan los corazones y son solo sabores lo que destila su amor. Son solo escenas de la vida de ella y él al ser ellos. Son solo el sonido de las gaviotas a...