Hacía frío.
Ella llegaba demasiado puntual y cuando vio que él también lo hacía, no supo dónde esconderse hasta que llegasen los demás.
Él le sonrió. Ella intentó devolverle la sonrisa.
Le preguntó por la universidad y ella le contó que le iba bien, pero que estaba tan estresada como siempre. Se rieron y todo fue, por un instante, como antes.
Dejó de reírse, le dolía el alma melancólica de nuevo.
Siguieron hablando como si nunca hubiese pasado nada; como si ella nunca hubiese sido nada para él más que una amiga.
Se preguntó por que los lobos solo aullaban en sus oídos y cazaban los sueños de sus pestañas cuando intentaba dormir por las noches. Se preguntó si él seguiría haciendo promesas sobre el futuro cuando ella las sentía tan frágiles como sus rodillas de cristal, a punto de caerse y romperse como ellos. Como ellos... Ahora ese pronombre no existía.
La magia había desaparecido, su olor se había evaporado de sus vestidos de junio hacía tiempo. Sin embargo, lo más cruel queda escondido y ella no puede escapar del reflejo de la estrella cuando él todavía se refleja en su mar. "Apágate, apágate, apágame" susurra cuando los lobos desgarran su latir con recuerdos y él va y viene como las olas.
Se supone que ella está bien, pero no lo está en absoluto; ella es un fantasma de sábanas acorchadas. Lo amargo, supone, es que no puede olvidar cuando lo recuerda demasiado bien.
ESTÁS LEYENDO
Balada de una estrella al caer al mar
RomanceEsta es solo la historia de la estrella que cayó al mar, porque son solo canciones lo que palpitan los corazones y son solo sabores lo que destila su amor. Son solo escenas de la vida de ella y él al ser ellos. Son solo el sonido de las gaviotas a...