Vuelve a diciembre, a llorar como hicieron y grita, grita por dentro.
Cada vez que te mira, se tambalea; no puede soportar el peso de la gravedad cuando un día colgó de la luna.
Te ve de nuevo en la buhardilla tirado en el sofá haciéndole hueco para tumbaros juntos.
Discutís por política y ella se levanta. Tú la agarras por la muñeca, rogándole que no se vaya. Ella se suelta sin saber realmente qué la está pasando.
Entonces tú, liebre de Alaska, te vas y ella corre tras de ti. Si hubiese mirado hacia abajo hubiera visto la sangre que derramabas.
Te alcanzó, compungida y avergonzada. Os disculpasteis y te secó las lágrimas.
Tenía la voz entrecortada y no sabía si abrazarte o ponerse de rodillas porque, al fin y al cabo, sabía que hiciera lo que hiciese nada cambiaría. El primer copo cayó aquella noche y viste que algún día no podríais seguir siendo pareja. Ella quiso morir. No mentía cuando dijo que lo sentía.
Fue así cómo la estrella acabó hundida en el mar; el mar que envuelve, retuerce y enfría y, aún así, ella mira y mira. La rosa muere apuñalada por sus espinas y sabe que un tímido saludo y una falsa sonrisa no derriten la herida.
Si volviese a diciembre no se separaría. Se pregunta si tú lo harías.
Ojalá la recuerdes y la tengas guardada como aquella chica de la que te enamoraste y que te quería, porque lo hace y lo hacía. No mentía, ¿sabes? No mentía.
El muérdago son solo algas que la encadenan bajo tu superficie y aunque sales los cortes, no se curan, solo duelen.
Ella espera que te esté yendo bien, te echa de menos, pero es consciente del hecho de que habéis muerto enterrados bajo nieve de diciembre y hielo.
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Balada de una estrella al caer al mar
RomanceEsta es solo la historia de la estrella que cayó al mar, porque son solo canciones lo que palpitan los corazones y son solo sabores lo que destila su amor. Son solo escenas de la vida de ella y él al ser ellos. Son solo el sonido de las gaviotas a...