Ella estaba envuelta en humos con la música extremadamente alta y un altavoz a su oreja derecha para sentir que estaba borracha cuando solo saltaban las notas en el estómago y los vapores en su cabeza.
Él estaba con ella y con ellos; amigos de ambos.
Era la noche de Halloween, lo cual es tan típico como la fiesta a la que fueron en medio del frío.
Ella era una vampiresa, él era un ser humano corriente sujetando un vaso de cerveza y con los ojos clavados en los movimientos de ella.
La vampiresa bailaba como siempre lo hacía, no sabía si era lo correcto o si era sexy o qué demonios pensarían sus amigos de aquello. Ella solo bailaba: movía los brazos, las manos y los dedos al compás de la música de modo aleatorio mientras meneaba la cadera de arriba a abajo. No sabía si era un baile un tanto hippie o tribal, pero era consciente de que podía verse ridículo.
Él, sin embargo, estaba embobado.
Ella se acercó a él con los ojos cerrados. La música le recorría el cuerpo como electricidad.
Los abrió y le miró en medio de la oscuridad. Siguió cantando y le intentó hacer bailar.
Él no sabía. Ella se rió, pensó que era tierno. Dijo que ella tampoco.
Se besaron.
Él sabía a cerveza y ella hizo una mueca. No bebía.
Él se rió, pensó que era tierno.
Se volvieron a besar y tiraron el uno del otro, apretando los cuerpos y ella le besó en la yugular. A él le gustó eso. La miró, la besó en la frente y se separaron de nuevo para bailar.
Llegaron tarde a casa.
Nueve meses han pasado y ellos de verdad se separaron.
Ella vuelve a sentirse sola, piensa que a nadie ya le importa. Él está enfrente, sujetando un vaso de cerveza en la mano y hablando con otra gente. Ambos están rodeados de sus amigos.
Ella ya no siente que sean sus amigos y ella no será una vampiresa nunca más.
La música suena en aquel sótano y todos se han puesto a jugar al beer-pong. Ella les observa y finge una sonrisa.
Él la mira cuando ella no lo hace e intenta no preguntarse si se encuentra bien; después de todo, no es ahora de su incumbencia. Después de todo, a nadie le importa.
Ella se pone a bailar y, aunque siga sin beber, desea sentirse borracha de verdad.
Le mira y se pregunta, sin querer, qué sentirá él cuando la ve bailar como aquella noche envueltos en humo y tinieblas.
Intenta no ponerse a llorar. Cierra los ojos y se ríe. Algunos la miran, parece divertirse.
No habrá beso en la frente esta vez, ni mordida crepuscular; solo el llanto de aquellos que lloran en su propia oscuridad.
Ella volvió pronto a casa.
Él dio otro trago más.
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Balada de una estrella al caer al mar
RomantikEsta es solo la historia de la estrella que cayó al mar, porque son solo canciones lo que palpitan los corazones y son solo sabores lo que destila su amor. Son solo escenas de la vida de ella y él al ser ellos. Son solo el sonido de las gaviotas a...