Sweet Dream I

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Aihara Mei, presidenta del consejo estudiantil en su segundo año de preparatoria, después de haberlo sido desde el primer año. Heredera de la academia Aihara en su sección femenina, lo cual conlleva un peso enorme que ella no quiere recibir, pero se ve obligada a hacerlo.

Se encontraba en la sala del consejo estudiantil leyendo un libro de literatura francesa, y al lado de ella se encontraba un libro de química que debería de estar desarrollando, pero prefirió dejarlo para más tarde; de igual manera era excelente en esa materia y en cada una de las asignadas en la academia, después de todo era nieta del director y debía mantener la fachada de chica modelo.

—deberías ir a comer. —Le dijo con voz suave una chica con tirabuzones como peinado, su nombre es Momokino Himeko —No haz comido en días, Presidenta.

Mei levantó su mirada, la cual era tan fría que podría hipnotizarte y hacerte devolver por donde entraste, pero Himeko estaba acostumbrada a su mirada, después de todo eran amigas de la infancia.

Estoy bien. —respondió Mei con su rostro sin expresión alguna, típico de ella.

Salir de la academia de última para ser quien la cierre, buscar la manera de llegar a casa en medio de la oscuridad y la luz de la luna. Su vida era solitaria, llegar a casa de su padre y no encontrar al hombre en ella, estar en la academia de su abuelo y no verlo por los pasillos, tener una madre que la había olvidado de por vida. Su vida era un asco y Mei era consiente de eso.

Debajo del abrigo de invierno color verde, se encontraba un abrigo color crema, debajo de este una camisa blanca y debajo de esta brazos llenos de marcas de cortes, desde cortes finos hasta cortes profundos, unos pequeños y otros grandes. Eran vistos por nadie, eran gritos marcados y recuerdos filosos.

Esa noche, Mei miro la casa al lado de la suya, era mucho más pequeña, donde supuso que vivía una familia normal, donde la madre amaba a su hija y el padre llegaba a casa con caramelos para todos, pero especialmente uno rojo para su hija que tanto amaba, esa era la imaginación de Mei, por lo tanto ese podría ser el hogar que describió o uno totalmente diferente.

Una chica con uniforme de marinero azul oscuro con líneas amarillas y una pañoleta rodeando el cuello de su uniforme color amarillo también, corría en su dirección, Cabello rubio, ojos verdes... no, no la conocía, por lo tanto frunció el ceño y congeló su mirada.

¡Hola! dijo con entusiasmo la desconocida ya cerca de ella Soy Okogi Yuzu, no te había visto por aquí antes así que vine corriendo hacia ti, vivo en aquella casa. —señaló la casa que minutos antes miraba Mei desde hace unos 7 años.

Mei abrió sus ojos y volvió a la expresión anterior.

¿Como podía ser siquiera posible? Mei llevaba toda la vida viviendo allí y, ¿jamás se vieron hasta ahora?

Soy Aihara Mei. —dijo con un tono molesto al verla más de cerca. Su rostro traía maquillaje, su falda era demasiado corta, su cabello era rubio, sus accesorios, se sintió mareada al ver lo prohibido en su academia.

Mucho gusto Aihara-San. —dijo con una sonrisa, para Mei era irritante, pero atrayente a la vez.

Igual Okogi-San. —dijo seco y casto, como si un robot hubiese comandado su respuesta.

Yuzu la miro por unos minutos y sonrió otra vez.

¿Eres de la academia Aihara? ¿Cual es tu edad? pareces mayor que yo. —preguntó Yuzu de manera veloz.

Sí, tengo 17 años. —dijo mirando hacia otro lado, la conversación estaba empezando a molestarle.

Oh, sí eres mayor que yo. —se señaló a sí misma tengo 15, cumpliré 16 dentro de un año entero. —abrió sus brazos y dio una vuelta con rapidez.

A Mei le pareció tierno, pero no lo demostró.

Bueno, debo irme, hasta pronto Okogi-San. — dijo Mei dando la vuelta y buscando las llaves de la entrada.

Claro, adiós. —dijo Yuzu corriendo hacia el otro lado, al parecer no entraría a su casa por ahora.

Si Mei no se hubiese quedado diez minutos analizando la familia de aquel hogar, Yuzu y ella no se hubiesen conocido. Y tal vez, dentro de dos meses Mei no se hubiera molestado en pensar sobre los sentimientos que golpeaban su corazón con fuerza.

Día uno.

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