CAPÍTULO 4

27 3 1
                                    

       Caminé por el pasillo que dividía la sala y el dormitorio. La dejé caer levemente en la cama. Saqué una cobija que estaba en el pequeño clóset de aquel salón.

       Me dieron unas inmensas ganas de besarla. Esos labios pasión debían ser tocados por los míos. Pensé en darlo ahora que ella dormía, total no se daría cuenta.

«Lo único que vas a conseguir es hacerle más daño»  

       Terminé acostándome del lado contrario del que ella estaba de tal manera que mi cara diera con su cabello y que la pared se encontrara con mi espalda. Acaricié por unos cuantos segundos su cabello, fue entonces cuando me di cuenta que su hermosa cabellera no era ondulada, si no lacia.

       Cuando terminé de jugar con su cabello puse mi brazo que no era aplastado por mi cuerpo en su cintura. Hice unas cuantas caricias en su abdomen por encima de esa ropa olgada que tenía. Se estremeció, aún dormida, cuando sintió el impacto de mi mano.

-Duerme bien, Dalia- susurré muy cerca de su oído y seguido de un beso en la mejilla. Pude sentir su piel cálida a pesar del frío que hacía afuera.

       Contemplé la pared que me quedaba de frente. Aún con la altura del piso en el que me encontraba, el cielo aborregado de gris y la oscura noche que invadía no impedía darme la vista hacia el dormitorio de Brooks.

       Fue alrededor de las 11:00 cuando comenzó a invadirme. Mis ojos me pesaban al abrir y cerrarlos. No podía dormir, quería contemplarla un rato más a Dalia.

°UNOS CUANTOS MESES°

       El tiempo que Dalia ha pasado aquí la hicieron cambiar. No es la misma persona tímida, que había conocido hace pocos meses.

       De ser una chica frágil, tímida y sentimental pasó a ser una persona más segura de sí misma, obligandola a que mejorar en el trabajo que tenía. Por Brooks se había vuelto así. Por el trabajo casi diario se volvió así. Por culpa de mí es así.

-Bien. Tienes que irte- la puerta de entrada fue abierta a cause de Dalia. Me tuve que parar del asiento en el que estaba para dirigirme a la salida.

-Va. Te veo después.- ella solo tenía su vista en sus uñas. Avance en su dirección para darle una despedida.

«Solo sal de ahí. No te despidas.» 

-Nos vemos luego Dani.- posó su mirada en mí para continuar con un abrazo. Hice lo mismo.

       Salí de la habitación 7E. Bajé las escaleras para llegar al patio

-¡Daniel!- mi nombre fue dicho a poca distancia de la que estaba. -Ven aquí.- dijo mientras abría la puerta 2A.

-Avance nuevamente. Me paré justo en frente de su puerta para escuchar su declamación-

-Entra.- dio una señal con su mano para avanzar. Entré con suma preocupación.

-¿Pasa algo?- pregunté mientras escaneaba cada rincón de la estancia. Giré sobre mis talones para mirar al rostro de la chica que me había llamado. -¿Algo malo, Azucena?-

-¡No me llames así!- habló firme, segura de todo lo que decía y como lo hacía

-Mi nombre es Sandy y tú mas que nadie lo sabe.- su dedo índice estaba a escasos centímetros de mi rostro. -Necesito que me digas como salir de aquí.- se dirigió al sofá que tenía.

-¿Con Petunia?- metí mis dedos en los bolsillos delanteros de mi pantalón.

-Se llama Abigail.- se levantó de un brinco del asiento en el que estaba. -Te prohibo que le digas de esa manera.- avanzó a paso rápido a mi lugar, tanto que podría haber jurado que se trataba de una tele-transportación.

Solo yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora