Al llegar a su apartamento de nuevo e intentar conciliar el sueño una vez más sin éxito, el muchacho sacó de su equipaje un opaco bote verde; el medicamento con el que normalmente caía dormido casi sin demora.
Desenroscó el tapón blanco que cerraba el oscuro recipiente y, en un leve movimiento de muñeca, dejó caer dos pastillas blancas en su mano izquierda para segundos después llevarla hacia su boca e ingerirlas una a una con cara de asco.
Quizás siempre haya sido así, pero Rubén quería un cambio por difícil que fuese conseguirlo y, aunque ahora las necesitase de nuevo, confiaba plenamente en que pronto ya no las necesitaría nunca más.
Tras cerrar de nuevo el frasco y dejarlo bien escondido entre sus cosas se sentó en el sofá, colocó un cojín en su regazo y, apoyando los codos en sus rodillas, alzó el rostro para poder contemplar aquel enfermizo astro que tanto le influenciaba.
Y así, con el cuerpo cansado por el duro ajetreo diurno y la mente perdida entre la realidad y los pensamientos, se dejo llevar por los brazos de Morfeo.
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La luz del día llegaba al joven que, mientras se revolvía inquieto, ansiaba unos instantes más de tranquilidad, de aquella paz que solo podía llegar a sentir mientras estaba dormido.
Después de desperezarse deliberadamente para así desentumecerse, se cambió y puso su ropa sucia en una de las bolsas blancas de plástico que había traído
Hoy tendría que solucionar el asunto del agua y el gas; se dijo a si mismo para acto seguido levantarse, vestirse, y salir a la calle con las llaves y la cartera en la mano izquierda.
Se abrochó el abrigo en cuanto sintió como el gelido viento azotaba con fuerza su cuerpo delgado, se puso la capucha y se metió las manos en los bolsillos, dejando a su vez los objetos que llevaba en ellas.
Levantó la mirada en busca de algún lugar tranquilo en el que poder desayunar con calma y asi comenzar bien el dia.
Tras recorrer unas cuantas calles mas, llego a una pequeña y escondida plaza que parecía completamente exenta del resto de madrid.
Tranquila
Silenciosa
Parecia como si el tiempo se hubiese detenido por completo para evitar el desgaste del lugar.
Se podia escuchar el sonido del agua cayendo desde la fuente de piedra que adornaba el centro de la plazoleta; desde la cual la estatua de una joven ninfa de porte divino sotenia un antiguo jarron.
Cuatro bancos del mismo material la rodeaban a pocos metros de distancia y, detras de ellos, unos pequeños arboles le daban un toque mágico al ambiente.
"Mēnesnīca"
Ruben pudo llegar a leer el letrero de lo que parecia ser una pequeña cafetería; no tardo mucho en entrar, le había gustado el lugar.
Poco después de hacerlo, el joven se sento en una mesa cercana al gran ventanal por el que admiraba la estatua, hipnotizado completamente por las perfectas formas logradas unicamente por un martillo y un cincel.
-Es bonita, ¿Verdad?- El castaño giró el rostro hacía el origen de la voz con una mirada confusa
-¿Perdon?-contesto, dando a entender lo disperso que estaba anteriormente
-La estatua, ¿Te gusta?
-Si... es preciosa- comentó el joven soltando un suspiro y dirigiendo por momentos su mirada hacia la fuente.
La joven camarera sonrió con dulzura y apunto en una pequeña libreta el pedido; que consistía simplemente en un cafe con leche y un croissant.
-¿Puedo sentarme contigo?-preguntó una vez dejo la bandeja con la comida en la mesa
-claro
Tras unos minutos de silencio, en los que Ruben aprovechó para desayunar, la muchacha se digno a hablar
-¿Ruben...no ves nada raro en la estatua?
El castaño desvió la mirada de nuevo hacia la delicada escultura de piedra, sin percatarse de que la muchacha le habia llamado por su nombre
-¿A que te refieres?- preguntó con curiosidad
-Mirala bien
Aunque la ninfa se encontraba a una distancia lo suficientemente grande como para apreciar los detalles, Ruben pudo observar cada uno de los finos rasgos con claridad; como si se encontrase a apenas unos pasos de ella.
Se concentró en cada estático mechón de cabello que caía desordenadamente sobre su espalda y hombros, en sus firmes manos que agarraban con suavidad el jarrón del que salía el agua; en la ligera flexión de sus rodillas y, sobretodo, en sus ojos; esos ojos desde los cuales se dejaban caer lagrimas.
-Esta hecha de piedra Rubén, no te angusties- dijo su acompañante al ver que el semblante del castaño había cambiado drásticamente a uno triste.
"No parece que este hecha de piedra"-se dijo a si mismo-"Parece que... Parece que de verdad este sufriendo"
-¿Sabes cual es la historia detras de esta estatua?-Preguntó el joven- O... mejor dicho, ¿Tiene una?
-Si, la tiene
-¿Y?-preguntó interesado en escucharla
-¿Y que?
-¿Cuál es?, ¿Me la puedes contar?
-No necesitas escucharla de momento; y termina de comer, que todavía te queda la mitad y se te habrá quedado frío.
Rubén se concentró de nuevo en su desayuno y, dejando atrás la conversación sobre la estatua, empezó a comer de nuevo.
-Por cierto, puedes llamarme Audra
-Yo soy Rubén- contestó este último con una sonrisa
-Lo sé
No le tomó mayor importancia, penso que el mismo le había dicho su nombre en algun momento de la reciente conversación
Una vez terminó con el café y el croissant, se dirigió hacia el interior de la cafetería para pagar la cuenta y despedirse
-Audra me tengo que ir, ¿cuánto te debo?- alzó un poco la voz pero nadie respondió.
-¿Audra?
Aunque el muchacho esperó pacientemente a que la joven regresara, el tiempo pasaba y, por mucho que no quisiese irse sin pagar, se le hacía tarde y debía regresar a sus quehaceres matutinos.
-Audra, me tengo que ir, te pago la proxima vez que te vea; hasta la proxima- dijo alto y claro para que la muchacha, este donde este, pueda escucharle.
Aun así Rubén se sentía inquieto; le había dejado un mal sabor de boca haberse ido sin pagar ya que no le gustaba tener deudas pendientes.
Aun asi, el joven continuó su trayecto de vuelta a las ajetreadas calles o, al menos, esa era su intención.
Porque de repente sus sentidos se nublaron y su visión se torno completamente en negro.
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Notas de cristal...
FantasyAcompañados de mil notas vacias que se rompen al ser escuchadas, al ser sentidas... ¿Qué pasaría si de un momento a otro la línea entre la realidad y los sueños desapareciese? Rubén, con tan solo 21 años de edad y una interminable lista de traumas v...