"01:00"
Después de moverse una y otra vez bajo las sabanas y de cerrar los ojos con fuerza para intentar conciliar el sueño, el castaño se dió por vencido.
Ahora simplemente miraba el techo blanco de la habitación, estático.
Debatiendo consigo mismo si debería levantarse o, por el contrario, luchar para olvidar las viejas costumbres.
La segunda no estaba dentro de sus opciones, se dijo al momento.
Así que, procurando hacer el menor ruido posible, el joven se destapó y fue a buscar el viejo abrigo negro que se había dejado en el salón.
Una vez puesto, cogió sus zapatillas con la mano y se acercó de puntillas a la habitación de su compañero que, a estas horas, estaría durmiendo profundamente.
Mientras se acercaba a la puerta blanca observo como la luz se filtraba por debajo de ella.
Una luz dorada e intensa que iluminaba parcialmente el suelo del pasillo provoco que Rubén se extrañase; no se había percatado de ella cuando salió de su cuarto.
Aun así, el castaño movió con suavidad el manillar y, con un leve y silencioso empujón, se abrió paso a la estancia en la que se encontraba su compañero de piso.
Pero lo que vio no lo tranquilizó para nada.
Observó como el cuerpo de su amigo, o mejor dicho, cada poro de su piel, brillaba.
Rubén quedo deslumbrado, literalmente hablando.
El fulgor dorado que despedía Miguel aumento su intensidad y el castaño entrecerró los ojos para continuar mirándolo.
Era incapaz de verle la piel.
Ya no estaba frente a su querido amigo, ahora se encontraba delante de un extraño ser luminiscente con forma humana.
O eso, o estaba teniendo otra de sus alucinaciones.
Un escalofrió le recorrió el cuerpo entero; el pánico no tardo en aparecer haciendo que el joven empezase a retroceder con cautela a la par que su respiración se agitaba y se le erizaba el vello.
Una vez estuvo lo suficientemente lejos, se giro sobre sus talones y avanzó rápidamente hacia la puerta del piso para escapar de aquella extraña situación que no hacia mas que agobiarle.
Bajó corriendo las escaleras y salio a la calle agitado.
Cerró los ojos.
«Inhala.»
«Exhala.»
«Inhala.»
«Exhala.»
Aun con el ceño fruncido, se agachó y se calzó con prisa para comenzar a andar a paso rápido en busca del parque que visitó la noche anterior.
Poco a poco fue disminuyendo la velocidad de la marcha para continuarla con calma.
Vista baja, mirada triste.
Anduvo durante unos segundos, dando pequeños pasos.
Se había perdido de nuevo en uno de esos momentos en los que empezaba a recordar su infancia.
" -Tú, niño, tráeme mi cartera- dijo su padre con voz grave.
Rubén fue a por el pantalón de este, que estaba tirado en el suelo, delante de la puerta principal.
El joven rebusco en los bolsillos del vaquero arrugado y escucho como se movían las llaves de la casa en uno de ellos.
Todavía no era el momento, así que se resigno a coger la cartera que estaba junto a ellas y se la llevo a su padre.
-Muy bien, ahora dime, ¿A que día estamos hoy?
-Hoy... hoy es 13 de febrero- dijo el pequeño esbozando una pequeña sonrisa. Su padre se había acordado de su cumpleaños, intentaría hablar con el, mejoraría la relación y así el pequeño no tendría que escaparse.
O eso pensaba.
-Si, ¿y que más?- Era eso, estaba seguro de su padre le daria algun detalle esta vez.
El señor, por su parte, sacaba de la cartera unos finos papeles y una bolsita llena de una especie de polvo verde.
El castaño lo miro aguantando una mueca de asco.
Todavía recordaba las charlas sobre drogas de su colegio y no fue muy difícil para él adivinar que lo que tenia su padre era marihuana.
-Es mí cumpleaños...-comentó en un susurro mientras veía como su progenitor terminaba de liar un "cigarro" con aquella sustancia para después esbozar una cínica sonrisa antes de comenzar a hablar.
-¿Quieres tu regalo?
Ya no estaba seguro de si lo quería o no; empezaba a pensar que quizás lo mejor hubiese sido que su padre no se hubiese acordado de el, como normalmente ocurría.
Aun así, el castaño tenia la esperanza de que su regalo no tuviese nada que ver con aquello que consumía el mayor.
-si..., si que lo quiero, padre
-¿Como has dicho- dijo este ultimo mientras alzaba la mano.
-perdón, perdón; si que lo quiero...papi- agacho la cabeza
Era mentira, ya no le hacia falta para nada; pero antes de poder retractarse, su progenitor tomo una calada y se acerco a el.
Rubén se quedó atónito cuando vio que su padre le tapaba la nariz, juntaba ambos labios a la par que expulsaba el humo y le obligaba a aspirarlo.
Como era inevitable, el pequeño comenzó a toser llevándose las manos al pecho.
Su garganta, al igual que sus ojos, le ardían; aunque por motivos muy diferentes.
En cuanto recuperó la compostura, se quedo estático; sabia que si se iba ahora recibiría una buena paliza.
-¿Que tienes que decir?
-Muchas gracias...papi...
Su padre le dejo marchar en aquel momento con una sonrisa de autosuficiencia.
Rubén creía que ya había terminado todo, pero por desgracia para él, aquella noche su padre entro a su habitación y no fue precisamente para dormir..."
Lagrimas; una a una corrían veloces sobre la tez del castaño.
Sacudió la cabeza y empezó a correr por las frías calles de Madrid, huyendo de sus propios recuerdos.
Se fijaba absolutamente en todo, quería llegar al parque donde estuvo la noche anterior y, esta vez, quería recordar bien el camino para después no tener que necesitar la ayuda de nadie y así poder volver al apartamento por su cuenta.
Tuvo suerte, o eso o quizás fue una pura coincidencia, pero al final llego a su destino y se sentó en el mismo banco destartalado.
No recordaba haber cogido su preciosa caja de música pero, cuando fue a meter la mano al bolsillo derecho de su abrigo, el preciado objeto se encontraba allí.
«una»
«dos»
«tres»
«cuatro»
«cinco»
«seis»
Ni una mas, ni una menos.
Y, de nuevo, la melodía penetraba en su mente y solo le permitía concentrarse en ella.
Las notas resonaban en sus oídos mientras lo único que hacia el joven era esbozar una sonrisa sincera a la par que se mecía lentamente de lado a lado haciendo rechinar la corroída madera del asiento.
Se había convertido en su refugio.
En su salvación.
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Notas de cristal...
FantasyAcompañados de mil notas vacias que se rompen al ser escuchadas, al ser sentidas... ¿Qué pasaría si de un momento a otro la línea entre la realidad y los sueños desapareciese? Rubén, con tan solo 21 años de edad y una interminable lista de traumas v...