CAPITULO 3: EL CIRCO DE LOS RAROS

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Desperté, estaba sudando, me dolía terriblemente la espalda, aún se me movía el suelo, traté de ponerme en pie, pero mis intentos fueron nulos, estaba encerrado, encadenado y me habían drogado- Buenos días pajarito –Una sombra se asomaba por una puerta que acababa de abrirse- Vaya que a ti si te dura bastante el efecto de una inyección de apenas 2ml, mi vista se fue aclarando- Tú, ¿A dónde me has traído? –Ukyo rió- Bueno, ya que eres un peligro para mi jefa, me es imposible decirte en donde estás, ya que si te lo digo a mi me matarían de verdad –soltó una risa molesta, traté de cubrirme los ojos con las manos encadenadas, pero me era imposible, me lastimaba las muñecas- Y dime… ¿Qué se siente saber que Arabella usa de títere a Aoi? –Apreté los dientes- ¡Cállate Ukyo! ¡Eres un maldito! –Ukyo se miró las uñas- Tal vez… ¿Sabes qué? Sí, en realidad soy un maldito, porque hice sufrir a Yamato cuando él no se lo merecía, pero quiero saber algo, ¿No ha superado ya mi muerte? –Negué con la cabeza- ¿Entonces por qué sale con ese estúpido chico medio pelirrojo? –Lo miré con rabia- Porque necesita olvidarte aunque sea un rato, Por tu culpa estuvo a punto de suicidarse, por causa tuya, estaba destrozado, ahora que ha fijado de nuevo su camino, apareces tú, arruinándolo todo Ukyo, dime la verdad… ¿Por qué le has herido así? –Ukyo rió- ¿Quieres saberlo? Pues… no tenía opción, tenía que hacerlo, no podía quedarme con él, o le lastimarían, viviría toda su vida encerrado –Lo miré, en sus ojos no se veía ni una pisca de mentira- Digamos que te creo… ¿Y eso en qué me involucra a mí y a Aoi? –de nuevo sonrió- Bueno… esto, para ser de lo más sinceros, gira en torno a ambos, y hay tres razones, la número uno, porque Aoi se enamoró de ti y viceversa, la segunda, porque Arabella ha convencido al padre de Aoi para que contraigan matrimonio, porque ella quiere el poder de la familia Watabi lo quiere todo, las acciones de la compañía, las armas, todo lo que compete a esa familia, y la tercera… ¿Sabes por qué tus padres murieron? –Negué con la cabeza- Bueno… esa es la tercera razón, y no me voy a gastar la garganta contándote lo que en realidad les pasó, deberás tratar de recordarlo por ti mismo.

Narra Aoi:

Desperté, era de noche aún, miré el reloj, las 3:45 am, sentía mi cabeza a punto de explotar, necesitaba un vaso de agua- Bueno días cariño –esa maldita voz- Te he dicho que tiene prohibido entrar en esta habitación –Arabella recorrió mi pecho, me daba asco- Lo siento, pero, no podía dormir, tuve una pesadilla –giré los ojos- Ese no es mi problema, si no puedes dormir, lo mejor será que tomes somníferos, ¿No crees? –Arabella soltó un suspiro- ¿Por qué eres tan frío conmigo? -¿Será que es porque eres una perra? ¿Y porque me has estado drogando los últimos días?- Así soy yo –dije por lo bajo- Lo siento –dijo Arabella, me abrazo, no correspondí a su abrazo, me paré, la cabeza me daba vueltas- Debes tomar tu medicina –mejor dicho la porquería a la que ella había ocasionado que me volviera adicto. Me la había dado como un medicamento para el dolor de cabeza, pero desde el primer día en que la tomé me volvía alguien diferente, los dolores eran cada vez más constantes, y si dejaba de tomarla me desvanecía, una pastilla al día era suficiente, pero me idiotizaba, no era yo- No me la tomaré hoy –dije poniéndome las pantuflas, fui al baño- Debes tomarla, o vas a ponerte mal –no me volteé a verla- No me la tomaré –dije de nuevo y me metí al baño, me di una larga ducha, la cabeza comenzó de nuevo a dolerme, me desvanecí, recuperé de nuevo la conciencia, no sabía cuánto tiempo había pasado, pero había sido un largo tiempo, ya que estaba frío del cuerpo, salí del baño y me senté en mi cama, la respiración me faltaba, me sentía terriblemente mal.

De nuevo me levanté, me puse ropa limpia y salí de mi habitación, necesitaba salir de esa maldita casa, ir a donde pudiera relajarme un poco, me aseguré de que nadie me viera salir, corrí hasta la puerta, tomé mi auto y conduje hacia la casa de verano de Abigail, suponiendo que ella estaría ahí, vi una limousine en la entrada, ahí estaba Abi, y Rick, ese chico al que Yamato, y yo le hacíamos la vida imposible, miré a todos los que bajaban de la limousine, todos y cada uno llevaban sus maletas, vislumbré una figura bastante particular- Kei –me dije por lo bajo, de nuevo lo miré, era él, pero, ¿Cómo?. Decidí quedarme a esperar que sucedía, Kei salió de la casa, corría por el gran jardín, cuando alguien se interpuso, frenó de repente- No podía ser… -yo estaba soñando, no podía ser él, él estaba muerto- Ukyo…

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