CAPÍTULO 14: ENCADENADO

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Aoi no podía dormir, tenía muchos pensamientos en su cabeza <<Ya no puede estar contigo>> <<Sólo le haces daño>> <<Si muere, es tu culpa>> <<Tenía una vida normal hasta que tú llegaste>>. Se tapó la cara con la almohada y comenzó a llorar, era una decisión muy difícil de tomar <<Arabella lo va a cazar por todo el mundo, no importa en donde lo escondas>>. Sentía nauseas, todo lo que quería para Kei era darle seguridad, y ni eso podía hacer bien, ahora estaba perdiendo todos sus recuerdos, y no sabía cómo traérselos de vuelta, el corazón se le hacía pequeño solo de pensarlo, pero era la única opción, alejarlo de él, mantenerlo a salvo, regresarle los años que perdió con él.

Tomó el teléfono- Hola, perdón la hora, pero necesito pedirte un favor –Flourence gruñó- Despertaste a Mark –al fondo se escuchaba un bebé llorando- Bueno, ¿Por qué llamas?

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Flourence llegó al aeropuerto, a lo lejos venía un Aoi ojeroso, con el verde de sus ojos apagado, y sus párpados hinchados de tanto llorar. Al lado de él, venía una enfermera que traía en una silla de ruedas con Kei dormido profundamente- ¿Qué tal el vuelo torpe? –dijo Flourence fulminando con los ojos llorosos a Aoi- Flou... yo... -Flourence le arrebató la silla de ruedas a la enfermera- Yo lo llevaré, espero que estés contento ahora... Mentirle de esa manera, por Dios... peor aún, yo ayudándote a hacer toda esta farsa –dijo llorando- Flou... es lo mejor, solo así estará seguro –se limpió las lágrimas con una mano- ¿Seguro? Jamás va a estar seguro Aoi, al menos a tu lado era feliz, ahora qué le diré si llega a recordarte... Tu novio el mafioso prefirió dejarte con amnesia a seguir a tu lado porque era peligroso –dijo Flourence imitando la voz de Aoi para después darle la espalda, la enfermera fue corriendo tras de la chica, y subieron a una camioneta, subieron a Kei y el chofer condujo hacía el hospital. Aoi fue en su auto atrás de ellas para asegurarse que su novio llegase bien.

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- ¿Qué? ¿Có-Cómo... -Flou le sonrió gentilmente- Hay muchas cosas que te tengo que contar-las enfermeras llegaron, y lo revisaron, llamaron al doctor.

El doctor entró y le contó a Kei el elaborado plan que ideó Aoi- Tuviste un accidente chico, estabas en el auto con un amigo, camino a una fiesta y tuvieron un choque con otro automóvil, tu amigo salió ileso, pero tú... bueno... -Kei estaba horrorizado, se miró los brazos en busca de marca, nada, sus piernas, intactas, no tenía cicatrices por ningún lago- Pero... ¿Cómo fue posible?, ¿Cuánto tiempo fue doctor? –el doctor miró el "expediente" de Kei- Cinco años chico, es un milagro que estés aquí –Aoi comenzó a llorar afuera del cuarto, se sentó en el suelo y se mordió los labios para silenciar sus sollozos y puso su cabeza recargada contra sus rodillas <<Es lo mejor, lo mejor>> se decía una y otra vez, pero su corazón decía que no podía dejarlo así, pero era por su bien, él lo sabía mejor que nadie, en el vuelo Aoi no podía dejar de mirar a su amado, profundamente dormido, de regreso a casa.

Aoi condujo un rato por la ciudad, escuchó un pitazo- Cuidado imbécil –frenó de golpe, casi ocasiona un accidente, se aparcó unas calles atrás y caminó a la que era su casa, esa casa en donde pasaron Kei y él momentos mágicos, sonrió al recordarlo, pero le dolía, le dolía saber que probablemente ya nunca volverían a estar juntos, le daba miedo que Arabella les hiciera la vida imposible.

Abrió la puerta y cerró la puerta tras él, subió a su habitación, todo estaba exactamente igual que cuando se fue, en su mesita de noche los lentes de Kei. Aoi sonrió y se recostó en su cama aún con los anteojos entre sus manos, los recargó en su pecho y se tapó la cara, las lágrimas empezaron a escaparse de sus verdes ojos, le pecho le dolía de tanto ahogar los gritos, ya no aguantaba esa vida en la que se había criado, todo estaba mal, muy mal.

Se levantó, bajó y fue hacia la cochera, le quitó la protección a su motocicleta pasando la mano por el asiento- te extrañé bebé –dijo dándole unas palmaditas al asiento. Suspiró y montó su moto, condujo varios kilómetros hasta que una brisa le acarició el rostro, él sonrió, y se limpió un par de lágrimas que salieron de sus ojos, llegó a la playa en donde estuvo con Kei antes de irse, antes de que su padre los separara, apagó la motocicleta y se recostó en la playa a escuchar el ruido de las olas, sacó su anillo de compromiso y lo miró- Carajo... -dijo por lo bajo, mientras abrazaba el anillo.

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El elevador abrió las puertas, un ojeroso Yamato salió de él, y caminó directo a la morgue, firmó unas formas para llevarse el cuerpo del que algún vez fue su novio, se resistía a que las lágrimas salieran pero era imposible, se las limpiaba con las manos, mientras el pecho le apretaba cada vez más, como si lo estuvieran sosteniendo y no pudiera respirar, ahí en la mesa de autopsia, inerte estaba el cuerpo de Ukyo, con sus dorados cabellos despeinados, su tez pálida como la porcelana y sus labios morados. Yamato no dijo nada, simplemente se acercó, le tocó el cabello, se lo quitó de los ojos con sumo cuidado, tocó su brazo, estaba helado- Ay Dios –dijo con un hilillo de voz apenas entendible- Si tan solo te hubieras alejado –dijo entre grititos ahogados- No pude protegerte... yo.... No pude –las palabras le salían con dificultad- Y ahora... ahora ya no estás –las lágrimas salían y salían, Yamato ya no hacía nada por contenerse, se limpiaba los ojos, pero seguían saliendo. Se acercó a Ukyo, lo abrazó- Lo siento... -suspiró- Lo siento tanto amor... No quería que nada de esto sucediera, de no ser por mi... Por todo esto... Toda tu vida sufriste, si no era por mí, era por tu familia, pero toda tu vida sufriste, y no pude hacer nada para hacerte sentir mejor, solo te traje problemas, pero no me lo decías, siempre te portaste como el más maduro, el más fuerte y yo... -recargó su cabeza en el pecho de Ukyo- Yo no pude cuidarte –Yamato se limpió las lágrimas, le quemaba el alma- Ojalá fuera una broma, y regresaras como la última vez, pero no es así ¿Cierto? –una enfermera le tocó el brazo- Es hora mi niño, tenemos que llevarlo –Yamato la miró suplicando un poco más de tiempo, pero asintió, entendí que ya era hora, que no era ningún juego. Esta era la realidad y que las acciones que habían tomado tenían consecuencias, que no podía simplemente viajar al pasado y evitar todo esto.

Vio como vestían a Ukyo, como peinaban su cabello, lo maquillaban, como lo preparaban para despedirlo de esta vida, sus ojos se volvieron a inundar de lágrimas cuando lo acomodaron en el féretro, Ukyo parecía un ángel, tan perfecto <<Si tan solo abrieras los ojos>> pensaba Yamato <<Si pudiera despedirme de ti como quisiera>>.

Lo subieron al auto, y lo llevaron al cementerio. Yamato condujo un par de kilómetros hasta llegar, únicamente estaba el cura ahí, recitando plegarias a su amado, pidiendo por su descanso, la vista era deprimente, ni si quiera llevaba un traje para la ocasión, llevaba la ropa del día anterior, se quedó de pie, viendo como le daba el cura la última bendición, y el féretro bajaba un par de centímetros con cara palabra que decía.

Finalmente, Yamato tomó una pala, y empezó a tirar la tierra encima del féretro, con las lágrimas escurriendo por sus mejillas, era la única manera de sacar todo lo que llevaba dentro, todo el dolor que estaba sintiendo, poco a poco niveló la tierra que cubría a Ukyo con el pasto del cementerio, se hincó y se quedó un par de horas, llevando su dolor al lado de su amado. 

UN DÍA MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora