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Kuchiki Rukia

La gente nos recibía con aplausos y gritos, con reverencias y sobretodo con respeto. Yo los saludaba con una sonrisa sincera, después de todo, gozaba de mi único día fuera de los muros del palacio.

El rey, por el contrario mantenía un semblante serio y todo tiempo con la vista hacia el frente.

Íbamos a caballo, lo que hacía aun más placentero el viaje por la ciudad. Guardias nos acompañaban en nuestros costados y el sumo sacerdote iba justo delante nuestro junto al general, quien ocasionalmente le sorprendía observándome.

Nos dirigíamos a la plaza central, en donde se organiza el homenaje. 

Allí siempre hay mercaderes y compradores, lo que me emociona aún más. Rutinas diferentes todos los dias, rostros nuevos, viejos, viajeros, niños, adultos... ¡hay tanta diversidad!
En el palacio todo es igual y aburrido.

- Veo que la princesa lo disfruta- hablo Hisagi.

- No todo el tiempo tengo la oportunidad de salir de palacio- le digo con una sonrisa.

A veces comienzo a pensar, y si solo hubiese nacido como una ciudadana común y corriente.

Una nueva aventura cada día.

- ¡Hey! Ten más cuidado- oí decir cerca, me voltee y pude ver un celaje naranja cruzar entre la gente.

Me pregunto quien sera, ¿por que andará con tanta prisa?¿pasó algo?

Me distraje por un segundo y eso basto para que un perro pasara entre las patas del caballo y lo asustara, ocasionando que perdiera el control de este.

- ¡Princesa!- oí gritar al general.

Además del general, comence a oir los gritos de los habitantes.
Me sujete fuertemente a las sogas, pero el animal estaba fuera de control. Lanzaba patadas al aire y se alzaba. Estaba asustada, no solo eso, estaba aterrada.

No fue hasta que el caballo se alzo en sus dos patas traseras que perdí el equilibrio y deje de sentir las sogas de montura.

Estaba cayendo

- Au....- mis ojos se abrieron de golpe, el susto provoco que quedara en un pequeño shock y ahora vine a reaccionar.

- Podrías levantarte- mire extrañada a todos lados, ¿quien lo dijo?

Algunos trataban de controlar al caballo en una esquina de la calle, otras personas murmuraban y al general y mi hermano se le notaba una venita brotada en su frente.

Al observar mi situación, yo me encontraba arriba de un mercader.

Ahora recuerdo, al caer, caí sobre alguien.

Lo que llamo mi atención fue su cabellera naranja, la misma que había visto anteriormente.

- Por los dioses, ¿estas bien?- exclamé apartándome de arriba de el.

Le tomó unos segundos incorporarse y estar de pie nuevamente.

Me sorprendió su altura ¡es casi el doble de mi estatura!  

Meneó su cabeza y seguido la toco- Dentro de lo normal, si, estoy bien.- contesto para luego fijar su vista en mi.

Era atractivo, alto, musculoso, se notaba que usualmente su carácter es serio pero a la vez podría ser tierno.

- ¡Oh no, hijo, princesa! ¡¿Se encuentran bien?!- pregunto un señor de cabellos negros mientras se acercaba.

- Estamos bien- contestamos al unísono y enseguida nuestros ojos conectaron.

Realmente no podía describir lo que estoy sintiendo en estos momentos, al menos, no con palabras.

- ¡Tu! ¡Descarado! ¡Deja de mirarla!- sentí un tirón para luego verme detrás de la espalda del general- de esta no te libras plebeyo.- el general apuntaba con su espada al pobre joven.

Sabía yo que en este día habría algo fuera de lo común...

  

El prisionero y la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora