Capítulo II

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La mañana siguiente tenía buenas noticias para los alumnos que de verdad amaban su uniforme (que eran literalmente, apenas unos cuantos): el equipo de futbol americano había ganado el partido, sólo por tres puntos, pero el triunfo era suyo.

Jimmy buscó a Jones que charlaba con Mary Shelly, la presidenta de la sociedad de alumnos.

—Lo lamento, linda, pero necesito hablar con él— se dirigió a Mary para después secuestrar a Jones un momento. La chica levantó ambas cejas y se marchó para continuar con sus labores.

—¿Qué pasa?— preguntó John.

—¿Todavía le hablas a la novia de Dylan?

—Sí ¿por?

—Necesito su ayuda— aseguró sonriente.

—Depende... ¿me dirás con quién estás apostando?— cuestionó. Debido al carácter secreto de su acuerdo con Robert prefirió omitir su nombre al comentarle a Jones sobre la apuesta.

—No, pero aun así me ayudarás— aseguró.

El aula de electrónica no estaría tan bien equipada de no ser por los constantes movimientos y demandas de la presidenta que da voz a toda la comunidad estudiantil. Los monitores de computadora que se encontraban eran de los más modernos y sus procesadores hacían sentir a los alumnos del taller como en una escuela del futuro.

—Esta es una cámara miniatura, se pega en cualquier lugar— mostró Joan Baez sosteniendo el pequeño aparato, guardado dentro de una bolsa de plástico, entre sus dedos— y este micrófono es de los más chicos del mercado— dijo entregándole ambos— Los tienes que devolver, son muy costosos— aseguró Baez.

—Claro. Una cosa más ¿pueden hacer que lo que se escuche y vea por estos...— señaló Jimmy a los aparatos diminutos— ...se transmita en vivo a mi celular?

Joan lo dudó un momento.

—Deacon— llamó a su compañero que se acercó— Tú sabes cómo transmitir en vivo a un dispositivo ¿verdad?— inquirió la chica retirándose el largo cabello lacio de la cara.

—Sí— respondió Deacon.

Jimmy sonrió de inmediato y Jones a su lado ya suponía lo que pretendía.

Durante los escasos minutos para el almuerzo, por la cafetería desfilaban estudiantes hambrientos que prácticamente peleaban por la comida antes de engullirla sin remordimientos. En una de la mesas más llenas de toda la sala se encontraba la escuadra de animadores con sus platos semivacíos, exceptuando a George, claro, y sus botellas de agua natural o algún hierbajo pseudomilagroso que sólo le da color y mal sabor al agua suficientemente saludable.

Robert tenía la mirada perdida en Jimmy que sonreía al charlar con su amigo; hacía tiempo que había comenzado a sentir algo más que deseo por Page, pero sabía que estaba mal, ellos tenían un acuerdo completamente sin sentimientos.

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Era una noche fresca, los autos estacionados en la calle tenían sus cristales cubiertos con gotas diminutas producto de la condensación. En una de las casas de aquel vecindario se escuchaban música y gritos; los chicos y chicas que bailaban y cometían destrozos dentro ya estaban alcoholizados.

Jimmy estaba fuera, recargado contra un auto mientras fumaba sin ganas de regresar al ambiente en el hogar frente a él. Vió salir una figura de la casa y alguien detrás de ella.

—Puto— gritó la persona detrás y cerró la puerta. El joven rubio que salió llevaba una cerveza en la mano y mostró su dedo medio al hombre que le insultó. Caminó desganado, pero con una sonrisa en su rostro hasta llegar cerca de Jimmy.

Jimbert - Whole lotta loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora