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–No sé, en verdad, cuál es tú problema. – espetó, completamente disgustado. – Has llevado esto al límite. Tu disgusto por todo... ¿No puedes sólo vivir con ello? ¡Tan siquiera dejarlo pasar! ¿De verdad tienes que esparcir tu desencanto por todas partes? – suspiró. – ¿Tan siquiera... no puedes aceptar que esto me hace feliz? Aún así, ¿Por qué tiene que repercutir en Max? ¿¡Por qué!? – gritó, haciendo que su voz resonara potente en el pasillo. – Le estás haciendo un daño enorme al exponerlo de esa manera. Siendo así: amarga, exigente, indiferente... Si tienes algo que decirme, dímelo. Pero que tú actitud no perjudique a Max. ¿Tanto te disgusta que salga con un brujo? – rió sarcásticamente. – ¿Para qué te pregunto? Es obvio. ¿Por qué hacer tanto drama sólo por eso? ¡Es absurdo, madre!

Que su hijo la encarase así, se lo había esperado. Mas no previó que fuera tan... fuerte. El golpe seco y duro contra lo que era cierto, simplemente la hizo racionar. ¿En qué demonios pensaba? ¿Por qué actuaba así? ¿Por qué se comportaba de manera tan impropia, tan absurda? ¿Qué le pasaba?.

Ah, .

El caos estúpido en el que se ahogaba por voluntad propia.

¿Qué acaso no tenía un poquito de amor propio?.

¿Desde cuándo era así de superficial?.

No lo sabía.

Todo le resultaba asfixiante. Últimamente ya no conectaba nada, su mente no daba para nada. Estaba exhausta. ¿Por qué no rendirse ahora? ¿Por qué no parar ya con todo? ¿Por qué no levantar bandera blanca? Con tal, ¿De qué serviría seguir así?. Supuso, de nada. A ése paso terminaría perdiendo a sus hijos, y eso, era imperdonable. Simplemente, no.

Se encontró pérdida, mirado algún punto insignificante de la corbata azul marino que portaba su hijo. Pensaba en todo y en nada a la vez. Sus ojos picaban, sabía que la verdad jodía, siempre lo supo, pero, por alguna razón que no sabía, la realidad que la abrazó era, en cierto modo, reflexivo y culposo. ¿Qué se suponía que estaba haciendo con su vida ahora? Era ridículo que una mujer de su calibre llegase a fastidiar su vida sólo porque algo en ella salió mal.

Su interlocutor pareció exasperarse. Le señaló con su índice, reprobatoriamente.

–Sigue así, si gustas. Pero te digo, Max se quedará conmigo hasta hayas sacado el veneno que tienes en la cabeza. – suspiró, al ver que su madre aún estaba en su letargo, más le supo mal el ver sus ojos llorosos. – Encuentra una solución a tu actitud, y cuando lo hagas, ven a hablar conmigo.

Dijo, empezó a caminar, pasando de su madre. Frustrado por el último acontecimiento. En la celebración en honor a que Max iba a recibir su runa angelical, todo terminó en desastre. El comportamiento impropiamente grosero de Max sólo había sido el comienzo, el nudo fue la palpable incomodidad en el ambiente que había entre Maryse y Magnus, más la ausencia de su padre, pero el desenlace fue toda una combinación explosiva de lo anterior. Al final, los invitados se habían ido antes de lo esperado, por lo incómodo que resultó presenciar una discusión entre madre e hijo, dejándole un sabor amargo a Alec en la boca, púes, no había resultado como quería. Ahora, dos días más tarde, Max se había quejado totalmente molesto de que su madre estuviera tan insoportable después de discutir con su esposo. Alec no supo, ni mostró interés de saber porqué sus padres discutieron, sólo no soportó el hecho de que las acciones de Maryse afectaran a su hermano, así que fue directamente hacia ella y la encaró donde la encontró, en un pasillo del instituto. Ahuyentando a todo aquel que se encontrara ahí, repentinamente temerosos de presenciar otra catastrófica pelea entre madre e hijo.

Mas una vez solos, no discutieron. ¿En qué momento, si Alec no dejó a su madre hablar y le escupió todo en la cara?.

Maryse reaccionó de su culposa ensoñación, una vez y no divisó más la corbata azul. Escuchó los pasos pesados de su hijo tras su espalda.

Baby Steps.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora