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El cambio repentino en actitud que tuvo Maryse fue algo, ciertamente, inesperado. Algo cambió en Maryse de la noche a la mañana –literalmente–, y fue bastante notable para todos.

Su semblante siempre serio quedó atrás, dándole paso a uno bastante alegre y jovial. Sus ropas formales y neutras cambiaron a algo más cómodo y casual, negro por razones obvias. Su coleta baja ya no estaba, su cabello ahora caía por sus hombros cual cascada. ¿Para qué negarlo? El cambio le sentaba.

No sólo a su familia le sorprendió aquello, todo el instituto se vio sorprendido y extrañado por tal acto por parte de la matriarca Lightwood. Aún así, optaron no decir nada. Para quienes la conocieran desde hace años, sabían que algo andaba mal con ella, o les daba esa sensación.

Isabelle con su intuición femenina, supo que había algo allí, entre el cambio de imagen y de actitud. Se le hizo raro que su madre de la nada hubiera hecho eso –aunque no era la única–. Casi pensó que aún estaba dormida cuando, en la mañana al ir a la cocina por algo para desayunar, se encontró con una escena; linda y familiar, entre Alec y su madre. Lo que era demasiado raro, porque bueno, no era un secreto la tensión que había entre esos dos desde que Alec salió del closet. Más se sorprendió al verla vestida así: con pantalón negro ceñido a sus piernas, blusa semi-holgada blanca y una chaqueta negra de cuero. Por un momento la idea de que, en años anteriores, su madre se vistiera así, no le disgustó. Maryse se mostró feliz de verla, y la saludó amorosamente, mientras le servía el desayuno. Demás está decir que la morena se descolocó ante las acciones de su madre.

El resto del día transcurrió así, con Maryse amorosa y alegre con sus hijos, hablándoles con voz apacible y dulce.

Robert, Max e Isabelle sospecharon, hicieron tantas conjeturas sobre el tema pero nunca llegaron a nada. Todo se vio expuesto con la llegada de Magnus al instituto. Todos esperaron a la reacción habitual de Maryse hacia el brujo. Más esta no llegó. Todo lo contrario, le saludó de la misma manera; dulcemente, y para más sorpresa, se disculpó públicamente, de la manera más sincera en la que nadie nunca la había visto. Con eso, todos entraron en un perturbador shock.

Notaron que el único que estaba conforme y más que cómodo con la nueva Maryse, era Alec. Quien sonreía abiertamente y abrazaba a su madre cada que podía.

Con ello, se hicieron una pequeña idea de qué era lo que pasaba. Llegaron a una conclusión muy lógica, aceptable para el resto de la familia, indignante para Magnus.

En manada, los Lightwood, junto con Magnus y Jace –quien se unió sólo para ver la trifulca– fueron directamente a la oficina de Alec (recién promovido a Director del Instituto de ShadowHunters en New York). Al llegar, Izzy abrió de manera brusca y dramática la puerta, se encontraron a Alec, y, extrañamente, estaba Raphael Santiago con él. Parecían relajados, y llevaban una conversación amena.

Algo en todos hizo ‘Click’.

El primero en hablar fue Jace, entre divertido y enojado.

–¿En serio, Alec? ¿Con un vampiro teniendo al Gran Brujo de Brooklyn?.

Dijo, con disgusto la palabra “vampiro”, pues a Jace le desagrada Raphael. El vampiro sonrió con cinismo.

Magnus asintió y señaló a Jace.

–El teñido tiene razón.

–Sé que tienes motivos para hacerlo, Alec. Pero, ¿Por qué no recurrir a Magnus, tu novio brujo?

Dijo Robert.

La improvisada manada asintió de acuerdo con el comentario del patriarca Lightwood, a la par que se cruzaban de brazos.

El cazador ojiazul se perdió, no supo de qué hablaba su familia y Magnus. Pero pensó lo peor, y se alarmó, aunque guardó la calma.

–¿De qué demonios hablan?

Preguntó.

Isabelle chistó con el ceño fruncido.

–No seas descarado, Alec.

Raphael se incomodó, ciertamente, a cualquiera le incomodaría presenciar una disputa familiar. Carraspeó.

–Alec, creo que mejor me voy. Estas... –abrió sus brazos señalando el lugar.– son cosas de familia.

Magnus, ligeramente enojado, pero bastante indignado, se interpuso en el camino del vampiro.

–No. – negó.– Tú te quedas. Así qué, Alexander, es mejor que nos expliques el porqué de tus acciones, no que nos moleste. ¡Pero lo que sí...! Es que hayas recurrido a Raphael en vez de mí: tu novio. Casi ni conoces a Raphael. –miró al mencionado.– No tengo nada en tu contra, te adoro, lo sabes. Lo que pasa es que mi orgullo ha sido mancillado. Me siento traicionado. –dijo lo último mirando a su novio, quien frunció el entrecejo.

–¿Qué?– preguntó Alec, sin entender. Llevó sus manos a su cabeza y masajeó sus sienes. –¿Que es lo que quieren que le diga?

Los presentes dieron un paso atrás por el inminente escalofrío que les dio al escuchar las palabras salir de la boca de Alec, fueron graves y autoritarias, dignas de pertenecer a un líder.

–Usaste al vampiro para hipnotizar a mamá y por eso es que ahora actúa como un hada del bosque toda alegre y feliz como en los cuentos de Disney.

Habló Max, y le siguió Magnus.

–Eso. Aunque es completamente comprensible, ya sabes... –hizo una mueca.– Lo que no, es que no me hayas pedido a mí que la hechizara o algo, pero sí hayas acudido a Raphael.

Explicó su indignación.

Raphael empezó a reír divertido y Alec suspiró hastiado.

–No es nada como eso.

Dijo el ojiazul. Pero nadie le creyó.

–Perdonen mi intromisión, pero Alec está en lo correcto y ustedes no. Alec no me pidió que hipnotizara a la señora Lightwood. Estoy aquí por otras razones, que no implican ninguna traición a nadie. Sólo para aclarar.

Las palabras de Raphael calmaron un poco a Magnus, aunque no sacaron de sus dudas a la familia (y a Jace).

–¿Entonces qué pasó con mamá?

Se aventuró a preguntar Max.  Y tras la pregunta, todos miraron a Alec, esperando una respuesta a la duda colectiva. El cazador recién promovido director se pasó las manos por el cabello, desordenándolo –más de lo que estaba.– y suspiró.

–Hablé con ella. Tuvimos una conversación, si se le puede decir “conversación” a que yo solo hablara y gritara mientras que ella se limitara a escuchar debido al shock del momento. El punto es, en nuestra conversación toqué una tecla sensible en ella que la hizo reflexionar y, eso pasó. Reflexionó y ahora es la mujer que siempre debió ser: relajada, cariñosa y atenta. O eso fue lo que me dijo en el desayuno. Y la verdad, estoy demasiado cómodo y contento con ello.

Se sinceró, no del todo. Ciertamente no iba a decirles a todos, menos a su padre, el motivo de la irritabilidad de su madre, y en sí, el porqué del drástico cambio. Se limitó a decir lo estrictamente necesario.

Tardaron en digerir la simpleza del asunto, ya que no se esperaban que, el que Alec le hablase claro a su madre fuese motivo suficiente para controlarla. Se sintieron un poco decepcionados, esperaban más drama en el asunto. De poco a nada se fueron del despacho, dejando a Magnus sólo con Alec.

–Ya aclarado el asunto, Alexander. ¿Qué hacía Raphael aquí?

Preguntó como no queriendo la cosa el brujo, púes, aparte del asunto de Maryse, tenía ésa duda.

–Uhm, púes... –el cazador se vio dubitativo, pensando en si decirle o no. Pero al ver cómo Magnus alzaba la ceja interrogante, con un semblante de no admitir excusas, suspiró y admitió. – Bueno, Raphael vino a consultarme o más bien, a decirme que planea cortejar a Izzy.

Segundos después, la estruendosa carcajada de Magnus se escuchó, y resonó en toda la habitación.

Baby Steps.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora