Parte 3

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El sol estaba por ocultarse, los rayos solares entraba por el gran ventanal de la sala, dando un ambiente de armonía. Lena salió de su nuevo hogar y se sentó en una mecedora que descansaba en el pórtico, era algo muy hogareño para su gusto, pero Kara había insistido en que debían comprarla cuando visitaron un bazar en el centro y Lena nunca decía no a los gusto de su esposa.

No existía el ruido de la ciudad, ni el mal aroma de la contaminación, sólo el fresco aire de la tarde, el sonido de las hojas moviéndose debido al viento y las risas de niños jugando. Una pareja adulta paseaba a su perro y desde la banqueta le saludaron, Lena devolvió el saludo con una sonrisa, empezaba amar ese lugar.

Alex y Maggie habían llegado hace una hora, todos sus amigos estaban en la cocina. Como prometieron trajeron pizza acompañada de cerveza. Lena prefirió esperar a su mujer, quién había salido al escuchar que un edificio en la ciudad estaba en llamas. Amaba que su esposa fuese una heroína y se preocupara por los demás, aunque en ocasiones el impulso de su rubia le había traído discusiones, algo bastante normal, pero no era porque Kara se ausentara, estaba consciente de las responsabilidades de Supergirl, sino por la manera en la que actuaba, nunca decía no a una misión o a una pelea. Le aterraba que algo malo pudiese sucederle algún día, podría ser la chica de acero, pero aun así sangraba y sentía dolor y por supuesto, no era inmune a la muerte.

Esa sería su primera noche en su nuevo hogar y aunque pareciera algo tonto, no quería pasar las próximas horas a sola en su cama, porque su esposa debía atender sus obligaciones como súper heroína. Reía por dentro al recordar como de novias Kara compensaba sus repentinas ausencias, aunque su preocupación por que la rubia no respondiera un mensaje o atendiera una llamada no se comparaba en nada al miedo que sentía cuando decidieron unir sus vidas, si ella le llegase a faltar... No lo podía siquiera imaginar. Para alejar esos pensamientos, Lena recordó como pasaron su primera noche como esposas.

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Había sido una gran recepción, todos sus amigos y familiares cercanos habían disfrutado del pequeño evento. Los medios de comunicación dirían que al tratarse de la boda de una de las personas más ricas de la ciudad y de un calibre como lo es una Luthor, Lena tiraría la casa por la ventana y gastaría millones de dólares para convertirse en una de las bodas más caras de los famosos. Al contrario de esto, la joven pareja sólo deseaba unirse en matrimonio bajo las leyes del hombre y del Dios de Lena, celebrarlo con sus seres amados, algo sencillo, después de todo ya estaban casadas bajo la bendición de Rao. Algo que habían hecho a escondidas y sin decirlo a nadie, Kara se ha caracterizado por ser impulsiva y por su poca paciencia, ya no quería esperar más. Sin embargo esa noche, ya eran mujer y mujer por todas las leyes que ambas conocían.

El cansancio que la pelinegra sentía abandonó su cuerpo en cuanto llegaron al pent—house del Hotel National, donde Lena hizo reservaciones sólo para su noche de bodas. La felicidad inundaba a las dos mujeres, la ropa empezó a estorbar y sus cuerpos pedían con urgencia el contacto y calor de su compañera. De uno de los cajones, Lena sacó un dispositivo creado por ella, que emitía las propiedades del sol rojo, siempre lo usaban cuando llegaba la hora de tener intimidad. Por un tiempo, usaron kriptonita verde para que Kara tuviese la fuerza de un humano promedio, pero los mareos y cansancio se presentaban por momentos haciendo que la rubia perdiera el equilibrio y en varias ocasiones llegase a sudar en extremo y su estómago se volviese, no logrando disfrutar del acto sexual. Kara encendió el dispositivo, la recamara se iluminó en un tono rojo y la heroína obtuvo la anatomía de un ser humano. En cuanto sintió un leve cosquilleo en su cuerpo se abalanzó sobre Lena.

Jadeos, gritos y golpes retumbaban en las cuatro paredes de esa habitación. Lo hicieron cuatro veces. Y es que lo hubieran hecho por un par de veces más sino fuera porque el cansancio venció a Lena. De igual forma, tendrían mucho tiempo para seguir haciéndolo. Lena dormía abrazando el cuerpo de Kara, mientras esta tenía su cabeza en el pecho de la ojiverde, con una de sus manos, la rubia dibujaba suaves círculos y líneas en la piel blanca de su mujer. Había sido una noche fantástica, su sonrisa se hizo más grande sólo al pensar que a partir de ese día disfrutaría del cuerpo de Lena para toda su vida y que ahora sólo le pertenecía ella. La haría feliz cada momento, se prometió amarla cada segundo de su vida.

El amor de una LuthorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora