10. Sé sincero

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     Lo encontró allí, de pie, con la mirada brillante y una sonrisa exagerada que indicaba el interés desmesurado que sentía por ella. Sin embargo, el gesto de Ámbar era rígido. Inmutable.

     Él se acercó un poco más, con precaución. No entendía a qué venía su hosquedad.

     —¿Va todo... bien? —preguntó preocupado.

     —Honestamente no. O, mejor, dímelo tú. ¿Hay algo que debas decirme?

     —No. ¿Por?

     Ámbar puso distancia entre ambos. Luego la recortó con una velocidad increíble levantándole la manga en busca de pruebas refutables de sus sospechas. O, de lo que aquella periodista afirmaba. Efectivamente, allí estaba el tatoo. Ese y unos cuantos más que ella ya conocía de sobra por su fiel seguimiento con su ídolo. Un ídolo que acababa de resquebrajarse y demolerse como el mismo muro de Berlín.

     Seth fue a abrir la boca. Ella se la cerró diciendo algo antes de que soltase palabra. Continuando con su disgustado discurso.

     —¿Tal vez, no has pensado en las consecuencias? ¿Sabes que tus actos van a traerme problemas? ¿No lo has pensado? ¿No has pensado en avisarme previamente por si no me parecía bien esta cercanía? —discutió colérica.

     —Oye, este tatuaje y el resto...

     Tapó su boca con la mano.

     —Si dices que los llevas en honor a quien te pareces, no voy a tragármelo. No soy estúpida, Seth —pronunció, más segura que nunca—. Te tenía en un pedestal. Pero tú mismo te has venido abajo —sentenció, a punto de largarse. Él la sujetó del brazo.

     —Ámbar, yo...

     —Deja de excusarte. Lo empeoras aún más —siseó como una serpiente enfadada, advirtiéndole con la mirada de que le soltara el brazo.

     —Oye, lo hice porque quería un enamoramiento normal. No uno de esos por interés, por quien soy, ya que sé que, como famoso, me adoras. Sería como si te gustase por quien soy. Y no como persona.

     Ella se dio la vuelta para enfrentarle.

     —Podré tener la cabeza ida en más de una ocasión. Podré hacer tonterías cuando se trata de ti y de tu grupo. Pero soy algo más. Soy una persona que se merece un respeto. Porque seas famoso no te da derecho a jugar con nadie. —Se frotó la cara con apuro—. ¡Esto es demasiado! En mi cabeza eras distinto. En mis sueños eras diferente: más honesto, más cercano, y menos mentiroso. ¡Qué bonito es soñar y qué trastazo te das al despertarte!

     —Trata de entenderme.

     —¡Y tú trata de entenderme a mí! Has borrado de un soplido el fervor que sentía por ti. Encima, has borrado mi privacidad de un solo plumazo. Y esa arpía, y seguro que muchos más de su calaña, me pisarán los talones como perros de caza, en busca de una suculenta exclusiva. ¿Por qué me da que, de ahora en adelante, no tendré libertad a la hora de salir a la calle?

     —Yo te ayudaré a que te dejen en paz.

     —¡Solo faltaba eso! ¿Tal vez dejaras caer sobre mí a tu armario ropero de metro y pico? ¡De eso nada! —Arqueó las cejas—. Porque, de seguro, tendrás uno así, ¿o me equivoco? —asintió, ruborizándose con el apuro. Ámbar suspiró con fuerza—. ¡Lo sabía! —pronunció, en mitad de una exagerada exhalación—. ¡No vuelvas a llamarme! No te acerques a mí. Espero que los paparazzi se olviden, en poco tiempo, que he tenido contacto contigo, o todo va a ser una mierda.

Las notas de tu guitarra -Edición 2023-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora