Capítulo 2.

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Los labios de HyukJae volvieron a cubrir los suyos, el beso era lento y dulce. DongHae gimió suavemente, sus manos se aferraban al más alto. Éste sonaba, triste y lleno de dolor, pero también era hermoso.


— Esto es un error, hermoso. No soy alguien lo suficientemente bueno como para cortejarte — susurró el mayor.


— Se siente demasiado bien como para ser un error — el castaño volvió a unir sus labios. — A mí no me importa como seas... ante mis ojos eres hermoso.


— Los demás hablarán mal de ti. No tienes ni idea de los infiernos que he vivido...

Las palabras lo rechazaban, pero los besos estaban llenos de pasión.


—A mí solo me importan las palabras que tú digas — El más bajo susurró las palabras contra los labios contrarios, besándolo nuevamente.


— Yo... — HyukJae gruñó, el beso se tornó más salvaje, los sonidos vibraban en su interior.


El menor abrió la boca, permitiéndole la entrada al otro, quien lo saboreó, y penetró con su lengua, poseyendo su boca. El menor se frotó contra ese cuerpo alto moviéndose por puro instinto, una calentura comenzó a centrarse en su interior.


El más alto levantó su rostro, jadeando. 


— DongHae... eres dulce.


— ¿Lo soy?. Tú eres... tan grande. Tu voz me llena. Tu toque... — El castaño gimió suavemente, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.


— Yo...yo... desearía haber podido... — el pelinegro suspiró. — Si los deseos fueran caballos, todos estaríamos montando.


El más bajo acercó su mano y acarició el rostro del mayor. — ¿Cuál es tu deseo?.


— Desearía haberte conocido antes de haber dejado estas tierras — respondió.


— Pero puedes conocerme ahora.


— Estaba...completo, entonces — dijo con voz dolorosa.


DongHae deslizó las puntas de sus dedos por el rostro de HyukJae, sintiendo sus ojos, nariz, boca y mejillas. Santo cielo, las cicatrices también se encontraban ahí, algunas delgadas y rectas, otras irregulares.


— ¿Qué te pasó? —. El menor, deseaba que Lee no hubiera sido lastimado.


—Yo... — el más alto sacudió su cabeza. — No puedo hablar de eso aquí, en este lugar. No puedo —. La puerta del armario se abrió y el mayor salió. 

— ¿Vendrías a recibir los rayos del sol conmigo?, ¿nos alejamos de toda la gente?.


El menor acercó su mano a la del contrario, asintiendo mientras la luz aclaraba todo. — ¿A dónde me llevarás, HyukJae?.


— Mi casa está lejos del pueblo, por los prados. ¿Me acompañas?.


— De acuerdo — comentó el castaño. Por fin pudo tomar la mano del pelinegro. Sus palmas encajaban perfectamente y se sentía tan bien, tan correcto.


— ¿Estás asustado? — preguntó el más alto.


DongHae inclinó su cabeza y analizó la pregunta. — Tengo miedo de que desaparezcas y jamás pueda volver a escuchar tu voz.


—Oh.... ¿Deberíamos encontrar a tu gente y avisarles que vendrás conmigo? — sugirió el mayor.


— Si salimos por la cocina le podemos decir a Sunny —. Ella se aseguraría de que nadie se preocupara pero no intentaría detenerlo. — Es por aquí.

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