Capítulo 6.

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Dong Hae despertó solo, aunque las almohadas sobre las que estaba recostado olían al dueño de la casa. Se sentó y estiró, parpadeando, tratando de percibir que hora era por el nivel de luz.


¿Estaba oscuro?. El mayor lo necesitaba al anochecer... eso era lo que él había dicho.


Encontró la orilla de la cama y bajó sus piernas, —¿Hyuk Jae? — preguntó suavemente. 


—Estoy en la silla por la chimenea, hermoso. ¿Dormiste bien?. 


Un escalofrío de placer recorrió el cuerpo del castaño. Esa voz... lo volvía loco.


—Así es —. Se puso de pie, estiró las manos frente a su cuerpo, buscando obstáculos mientras caminaba lentamente en dirección a la voz del contrario.


Estaba lo suficientemente oscuro para que su mejor pista fuera la voz y el único punto iluminado de la habitación, lo cual él asumía era el fuego de la chimenea. Podía oler la savia de los árboles mientras se quemaba y lo que probablemente era su cena, hierbas y carne.


El más alto tomó su mano y lo llevó a sentarse sobre su cálido... y desnudo... regazo, luego lo envolvió en una sábana. — Eres agradable y cálido — dijo.


El menor acarició la piel del otro, explorándolo. Con el tiempo memorizaría esa piel, sabría los patrones hechos por las cicatrices y la parte suave. —¿Ya es de noche? —preguntó. 


—Casi. Cerré las cortinas para no tener que ver cuando el sol se oculte — contestó el dueño del lugar.


El más bajo lo acarició con su rostro, deslizando su mejilla sobre el pecho ajeno sonriendo mientras la pequeña tetilla de este se endurecía. — Debiste haberme despertado — susurró dulcemente. 


— Te veías tan feliz acomodado en mi cama — expresó el pelinegro, entretanto lo acariciaba por su garganta.


Él ronroneó, dejando caer su cabeza hacia atrás, ofreciéndose a las caricias del otro. —Hubiera sido feliz despertando en tus brazos Hyuk.


— ¿Lo serías? —preguntó, mientras acercaba, sus suaves y cálidos labios rozando la piel ajena.


Volvió a ronronear, y sus manos buscaron los hombros del más alto. — Sí, lo hubiera estado y lo estoy — respondió él. 


— Tan cálido, mi dulce Dong Hae. ¿Tienes hambre? —expresó el dueño de la casa.


Oh, sí, él estaba hambriento por sentir esas dulces caricias, por los sentimientos que le provocaban. — Sí, tengo — contestó coquetamente. 


— ¿Se te antoja la comida o yo? — el mayor lo alejó un poco, buscando una de sus tetillas.


El cuerpo del menor se estremeció, gritando mientras se dejaba llevar por las caricias. — ¡Tú! Oh, Hyuk. Tú — gimió mientras sentía como su tetilla fue succionada por esos calientes labios, la punta, tocada por esa lengua hirviendo. Su cuerpo se volvió a estremecer, y sus manos alcanzaron la cabeza del más alto. —¡Oh! — seguía gimiendo. Se estaba volviendo loco de tanto placer. Su cuerpo era guiado por el instinto. Una de esas maravillosas y cálidas manos tocó su longitud, moviéndose de manera segura y estable, desatando su pasión.


— Hyuk Jae... Oh, se siente tan bien — gritó y gimió, su cuerpo se retorcía persiguiendo el placer que se estaba desatando. 


— Todo es por y para ti, — las palabras fueron susurradas, tatuadas sobre su piel.

Belleza Auditiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora