Capítulo 3.

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HyukJae ayudó al menor a bajarse del carruaje, al salir respiró profundamente. Las flores olían increíble, olores pesados que le hacían pensar en colores rojos y azules, otras ligeras y airosas, que le recordaban a los colores como el amarillo, rosado y naranja. Podía ver el verde de los campos y las sombras de los árboles donde comenzaba el bosque. La casa del más alto era una sombra oscura en contraste con ellos. Era agradable.


— Hay unos escalones de piedra en la entrada. Tres en total — dijo el dueño de la casa, ayudando al castaño a subirlos. — En la parte trasera de la casa, hay sillas y una pequeña mesa.


— ¿Es ahí donde nos sentaremos mientras me cuentas lo que te sucedió? — dijo el más bajo, respirando profundamente mientras entraba a la casa del contrario. 


La casa olía a flores, madera y a sencillez también a un almizcle masculino que ya había asociado al olor del mayor. 


— Sí, el sol está brillando —. La mano del pelinegro tembló. — Este es el salón principal, la chimenea está frente a ti. ¿Qué tanto puedes ver?.


— Está claro, así que debes tener ventanas. La pared lejana está a... ¿unos veinte pasos?. Las de los lados están más cerca. Hay algunas formas que podrían ser muebles — comentó. 


— Sí, divanes y sofás, cojines también — explicó el anfitrión. 


— Suena cómodo. Se siente cómodo también. Pequeño, pero no asfixiante — DongHae podía oler el humo de la madera, aunque era algo ligero. — Tienes la chimenea aquí, pero no está encendida durante el verano. — Él aún sostenía la mano del mayor, complacido de tener la excusa de estar en un lugar nuevo.


— Sí, y a la izquierda se encuentran la cocina y el cuarto de baño. Las recámaras y el estudio están a la derecha — dijo él. 


— ¿Qué haces en tu estudio? — preguntó interesado el menor. 


— Leo, dibujo, respondo correspondencia.


Todas las cosas que él no podía hacer. Aunque no sentía envidia por él. No creía poder sobrevivir a lo que fuera que había hecho que esa voz sonara de esa manera, lo que fuera que hubiera cicatrizado esa tibia piel. 


— ¿A qué habitación quieres ir? —preguntó el dueño del lugar.


El castaño deslizó sus dedos sobre las manos del más alto, mientras lo pensaba. — Algo en la cocina huele muy bien. 


— ¿Te gustaría ir a descubrir si se trata de tartas de manzana o de un pastel? — dijo el pelinegro sonriendo. 


— ¡Oh sí! — rió el más bajo mientras apretaba la mano contraria, sonriéndole.


HyukJae rió. — Si me ves de esa manera tendré que besarte.


— Oh, dime como lo estoy haciendo para poder hacerlo otra vez— contestó risueño el otro.


Los labios de aquel hombre rozaron los suyos, el beso fue demasiado rápido para apreciarlo por completo. 


— La cocina. 


— De acuerdo — susurró el castaño, esperando otro beso.


— No deberíamos... —dijo el mayor.


El beso fue mucho más apasionado, la lengua del más alto penetraba los labios del contrario. Sus ojos se cerraron, colores explotaron detrás de sus párpados eran como disparos rojos, mientras su boca se abría en respuesta. Sus manos se alzaron, acariciando el pecho de HyukJae. Las manos de éste se enredaron en el cabello del menor, empujando su cabeza hacia atrás, mientras el beso se tornaba más apasionado.

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