#4: Intrusión descarada

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Puse mis manos en sus hombros, tratando de alejarlo de mí. Mis ojos iban a salírseme de las órbitas si seguía mirando a Sasori así. No era que me resultara desagradable o algo así... ¡Pero por el amor de Dios! ¡Que me acababa de conocer! ¿Es que no había otra manera de convencerme?

Me congelé y decidí rendirme. Cerré los ojos con fuerza, negándome a seguir llorando, y dejé de empujarlo. Fue precisamente cuando me detuve que él también se detuvo.

Nos estuvimos mirando a los ojos un buen rato, hasta que lo vi fruncir el ceño y ponerse en pie de inmediato. 

- No tienes mucho tiempo- me advirtió, tendiéndome una mano para ponerme en pie-. Ya se han dado cuenta de que no estoy. No tardarán en seguirme.

- Tengo que alejarme de ellos como sea posible... No podré soportarlo una segunda vez...- me tapé la boca con una mano, recordando una vez más aquella horrible noche. 

- Te acompañaré, pero por lo que más quieras cierra la ventana de tu habitación lo primero- aconsejó Sasori, tomándome de la mano y dejándome sentir que las tenía temblorosas (en esta historia, Sasori es humano, no una marioneta). ¿Tan preocupado estaba por mí? Creerme mi propia teoría me llenó de ternura y confianza hacia él. 

Fuimos corriendo por las calles, sorteando con asombrosa facilidad todas las personas que tranquilamente podríamos haber arrollado sin querer en la carrera, y antes de lo previsto ya estábamos en la puerta del orfanato, con las manos en las rodillas y recuperando el aliento. Sasori me miró antes de volverse para mirar en derredor.

- Ve dentro y no abras la ventana bajo ningún concepto. Pero esta noche a las doce en punto ábrela, ni un minuto más ni un minuto menos, ¿entendido?

- Sí- asentí, despidiéndome del pelirrojo y entrando a toda mecha en la casa, ignorando todas las preguntas que me hacían mis amigos y subiendo de tres en tres los escalones para entrar como una bala a mi habitación y cerrar la ventana con un golpe seco.

Me apoyé de espaldas en ella, ya cerrada, y vi en la entrada a un par de amigas mías del orfanato mirarme con las cejas alzadas, buscando una explicación. Reí nerviosa, jadeando aún, y dije:

- Es que me perseguía una colonia de abejas...

- Tú y tus tonterías...- rieron ellas de buena gana.

Suspiré tranquila y luego bajé a jugar con Akemi y Sora. 

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"Mierda...", pensé cuando entré en mi habitación después de ducharme, aún con la toalla alrededor del cuerpo, y vi la ventana abierta de par en par.

¿Cómo diantres era posible que la ventana estuviera abierta? ¡Si le había dado doble vuelta! Esto tenía mala pinta, muy mala pinta... Eran sólo las diez de la noche, y Sasori me había dicho a las doce. ¿Dos horas antes? Imposible.

Me acerqué temblorosa a la ventana y volví a cerrarla, asegurando de nuevo la doble vuelta, y aferrando el borde superior de mi toalla con terror me giré despacio tras oír cerrarse la puerta a mi espalda. La respiración se me atascó al ver una sombra astutamente escondida tras la puerta cuando había sido abierta. Su brazo izquierdo aún estaba sobre la puerta, denotando que había sido él quien la había cerrado. 

Comencé a respirar pesadamente y busqué desesperadamente la manera de escapar de allí, a pesar de que ambos sabíamos lo que iba a pasar ahora. 

Riéndose malvado, se acercó lentamente hasta donde estaba yo, acorralada contra la ventana, y al estar frente a mí me agarró sin nada de suavidad y me lanzó de espaldas a mi cama, tirándose enseguida él sobre mí y tapándome la boca con una mano. Lloré. Sabía que todos, y digo todos, estaban abajo viendo un programa que a mí no me gustaba, y para colmo tenían la tele alta para que se pudiera oír bien para todos. 

Silencio, pequeña, silencio...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora