Ena

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El médico releyó el mensaje no sin cierto asombro y le cuestionó a su amada por tal afirmación, es cierto que a él también se le había cruzado ese nombre pero igual de rápido que vino se desvaneció; no era el tipo de persona capaz de dejarlo todo en manos de un tercero para acabar con la vida de Shizuo, no después de todos los años que lo había intentado él mismo sin resultado y por pura diversión.

Celty le contó sobre la llamada, esas palabras dichas en el momento menos oportuno.

¿Izaya ya sabía sobre lo ocurrido y solo quería burlarse? Era una posibilidad.

¿Tal vez lo organizó y al ver su fracasó decidió llamar? Rebuscado pero posible.

¿Fue un mero malentendido? Poco probable, pero en un pequeño rincón de su corazón esperaba que así fuera.

Shinra salió de la estancia con ella y tras un suspiro se recolocó las gafas para poder mirarla con la mayor seriedad que le era posible.

-No sé que ha pasado exactamente pero hasta que se aclare no le digas nada a Shizuo, es lo último que le faltaba.

"Pero si es cierto puede estar en peligro"

-Siempre lo ha estado y eso no va a cambiar - Shinra miró hacia el interior y pudo en la expresión del rubio algo que echaba en falta en los últimos días, pudo ver decisión mezclado con furia – Estará bien.

Shizuo había vuelto.

El rubio daba con el pie sobre el suelo, si había algo que no soportaba era quedarse de pie esperando que algo sucediera, que el mundo diera un paso adelante mientras él se quedaba mirando; sin duda no era de esa clase de personas. Si podía hacer algo lo hacía, si podía ayudar a alguien lo hacía y sobre todo si podía buscar a la persona que le estaba causando problemas por todos los dioses que iría a por él.

Shizuo no era de esas personas que se quedaban esperando.

Tras intercambiar varias palabras banales con las pocas personas que aún se encontraban a su lado y dejarles en claro que se encontraba bien se puso un cigarro en los labios y fue a la puerta, cruzó la mirada con su amigo que asintió en respuesta a la pregunta que nadie había formulado, ambos sabían que se iría de ese lugar a pesar de las advertencias de su aprendiz.

Una vez en la calle dio una larga bocanada y expulsó una hilera de humo blanquecino hacia el cielo que oscurecía por momentos, había pasado casi todo el día entre esas cuatro paredes y el agobio y la tensión se le notaban en cada músculo.

Sin volver la vista atrás echó a andar con paso largo y decidido, tenía una ligera idea de la ubicación donde se pudo haber puesto el atacante y no pasaría de esa noche sin que le diera un vistazo. Si los astros le acompañaban quizá le encontraría y ejercitaría su agarrotado cuerpo.

Por alguna razón ese pensamiento no le desagradó en absoluto.

Las calles se sucedían a su paso acompañadas de murmullos y miradas indiscretas pues, no era habitual ver al hombre más fuerte de Ikebukuro vistiendo con camisa y pantalones negros, le daban un toque elegante y a la vez extremadamente serio, algo que sumado a su expresión dejaba en claro que no quería a nadie en su camino.

Finalmente llegó al edifico más alto situado a unas seis calles de distancia. Con la información que le dio Vorona sobre la bala supuso que no necesitaba estar cerca para disparar y que su potencia no disminuía al recibir resistencia del aire o de algún objeto en su camino; es decir, no necesitaba un tiro limpio.

Entró por la puerta principal y buscó las escaleras que le condujeran a la azotea. Subía cada piso con una calma inusual, sin prisa pero sin pausa hasta que al doblar la esquina del quinto piso notó como alguien tropezaba con su cuerpo.

¿Desaparecido? CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora