No estás solo

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Izaya repasó las últimas palabras con mucho cuidado.

"Para que fueras tú quien se llevara el mérito de matar a la bestia"

"Todas las pruebas apuntan a ti"

"Enhorabuena por ser el asesino"

Todo a su alrededor se encontraba en un silencio tan absoluto que parecía el escenario de una película de terror hasta que algo lo rompió, un sonido estruendoso y extraño para esa situación. Las carcajadas de Izaya que llenaban la estancia por completo.

Sus risas cada vez más incontrolables aceleraban su pulso y le hacían lagrimear suavemente a la vez que se obligó a agarrarse el estómago en busca de recuperar algo de control.

-¡Tan divertido! ¡Todo esto es tan divertido!

Recogió su teléfono el cual miraba asombrado y lo tiró a lo alto recogiéndolo y jugando con el como si de una pelota se tratase, con una sonrisa deforme dibujada en sus finos labios y dando varias vueltas sobre sus pies sin moverse demasiado del mismo sitio.

-Había momentos en los que olvidaba porqué seguía con esto, me dejaba involucrar por lo paranormal y me olvidaba de lo fascinantes que son mis amados humanos, de lo que son capaces por ¿cómo dijo? Piensa Izaya piensa...¡Por algo tan estúpido como el amor!

Dejó de jugar con su móvil y fue hacia la mesa de su escritorio, se sentó en la silla y subió los pies sobre la mesa poniendo sus manos tras la cabeza a lo cual soltó un suspiro.

-Y pensar que hace solo unos días estaba tan aburrido. Ya tengo ganas de tratar contigo pequeña e insignificante chica pues has logrado captar toda mi atención y eso no es algo fácil, debería ser yo quien te de la enhorabuena y ahora...Juguemos.

Se recolocó en el sitio y encendió el ordenador.

En el piso que se encontraba enfrente de ese hombre que, para muchos, se podría definir como un sociópata, se encontraba Shizuo en un estado totalmente opuesto.

El rubio iba y venía por la sala de estar con la mirada perdida y sus pensamientos aún más; el cigarro de sus labios se consumía sin que se diera cuenta dejando un rastro de ceniza tras sus pasos hasta que no quedaba nada, cuando se daba cuenta de ello lo tiraba al suelo y se encendía otro.

Cerca de 15 cigarros tuvieron que desaparecer para que por fin reaccionara y se detuviera mirando la televisión que se mantenía en negro, mirando ese cuadrado cientos de pensamientos llegaron a su cabeza, la mayoría de arrepentimiento, culpa o enfado que daban lugar a otros más tristes y que hacían humedecer los ojos de ese hombre tan fuerte en todos los sentidos.

Terminó sentado en el sofá con las manos cubriendo su agachado rostro y dejando caer las lágrimas sobre el suelo sin ningún tipo de control, le temblaba el labio, le escocían los ojos y su respiración se entrecortaba; viendo el estado tan lamentable en el que se encontraba solo pudo pensar en el porqué.

¿Por qué no fue él?

¿Por qué no pudo salvarles?

¿Por qué se inició todo esto?

¿Por qué? ¿Por qué?

Todas ellas preguntas sin capacidad de albergar respuesta y aún así igual de dolorosas. Todas ellas se marcaban como una cicatriz en su ya maltratada piel y lo que era peor, en su resquebrajado corazón.

Fue un accidente y eso era lo que peor llevaba, no podía hacer nada al respecto que equilibrara la balanza y con lo que poder sentirse un poco mejor.

¿Desaparecido? CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora