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Finalmente lo que tanto temía el artista había sucedido.

Aquél cruel instinto de temor que sentía crecer en el pecho a medida avanzaban los días, por fin había culminado y había terminado de atravesar su corazón, generándole escalofríos, sudor frío y logrando que cayeran lágrimas saladas, espesas y abundantes al suelo.

¿Cómo era posible?

Escondían todo. Se veían y se amaban estando a solas. Vigilaban. Suspiraban y lo disimulaban. ¿Los habían escuchado? ¿Quién había sido el intruso?

No importaba, era tarde. El final de la discusión con la madre de su amado había sido desgarrador, el llanto del rubio arañaba y hacía trizas su alma ahora mismo. Su obra de arte favorita había sido destruida por completo, en sus ojos había nacido la peor tormenta que había visto en toda su vida y su delgado cuerpo no paraba de temblar en sus brazos.

Sus gritos de dolor ahogados le hacían cerrar los ojos con fuerza mientras lo abrazaba aún más fuerte, el de lúgubres orbes azules escondía su rostro en el regazo de su amante mientras se rompía allí mismo, a su merced y ante su mirada.

El poder de las palabras nunca había dejado de asombrarlo. Era impresionante cómo éstas podían partir a la mitad un alma tan llena de amor y de poesía.

Por su lado, Damon nunca había llorado tan fuerte, ni tenía planeado enseñarse así a alguien nunca.

Pero ahora Leslie era lo único que tenía, tras dos palabras su ser se había quebrado en millones de pedazos que el artista quería reparar con manos temblorosas. No entendía por qué, no entendía las diferencias que había entre una pareja como lo eran ellos y en una de una mujer y un hombre.

Su padre las tenía claras, ciertamente, porque había sido el encargado de agarrar entre sus manos el autoestima y  la felicidad de su hijo y destruírlas con tan sólo dos palabras.

"Bastardo inmundo"

the masterplan - gramonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora