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Un verdadero artista enamorado, podía ser una de las maravillas más hermosas jamás existentes para el afortunado a quien dedicaba sus suspiros.

Dedicaban poemas enteros al afortunado. Éstos versos estaban repletos de dolor, pasión o amor, y habían sido escritos con la pena de su alma asechando sigilosamente su pluma de tinta oscura, o con la alegría de su corazón siendo cómplice de sus palabras llenas de sinceridad y cariño, las cuales fueron escritas con las mejillas dolidas de tanto sonreír con agradecimiento a la luz blanquecina de la luna, quien era testigo de sus sentimientos y los apoyaba brindándole la iluminación que los ayudaría a acabar aquél documento escrito a mano que era prueba concreta de las mariposas que sentían revolotear en su estómago de tan solo ver a aquella persona amada.

Estaban también los que pintaban en honor a aquellos rostros que habían quedado tatuados en sus corazones, rostros que sonrieran, lloraran o rieran siempre y de cualquier manera les parecerían perfectos. La manera en la que mezclaban los colores así formando una paleta alegre y llamativa era algo digno de ver, observar como sus dedos y pinceles se desplazaban por el lienzo en blanco era aquello con lo que te podías dar cuenta de que estaban realmente enamorados.

Cualquier manera de arte en la que se expresaba el enamoramiento era preciosa, magnífica. Leslie había escrito decenas de poemas en hojas viejas amarillas y los había escondido entre las partituras del rubio, mismos poemas que ahora se encontraban guardados con cuidado en la mochila de la musa del artista, objeto que se encontraba a un lado de ambos.

Mirlos van, mirlos quedan. Éstos cantaban desde sus árboles, haciendo caso omiso de la pareja pero aún así ambientando la tarde de aquellos dos. Desde los labios de Damon, salían los versos de una vieja canción de la infancia de todos los niños ingleses de su generación, Leslie acompañaba la voz del rubio con algunos coros en un tono más arriba o algunas palmadas, mientras el de orbes azules se entretenía perdiéndose entre los rasgos del artista y jugaba con mechones de su oscuro cabello.

Profundizaba en el rosa de sus labios, en lo pálida que era su piel, en sus largas y oscuras pestañas que decoraban sus ojos avellana y en ños lentes de marco cuadrado que los cubría mientras el descrito observaba el cielo comparando su azul con el de la mirada de Damon, dejando a éste jugar con su cabello mientras cantaba con voz susurrante.

— Tus ojos son más lindos que el cielo.

Espetó de repente y sin miedo ni duda en sus palabras, tal cual y el rubio cuando se había subido al tren en dirección a su casa para agradecerle por haberlo retratado. Desde su posición, podía notar como los ojos del contrario se entre cerraban y ladeaba la cabeza en señal de confusión.

— ...¿eh?

— Que tus ojos son más lindos. ¿Ves? —el pelinegro levantó el brazo y señaló con el dedo índice el infinito e incierto manto celeste que se extendía frente a ambos— me gusta más el azul de tu mirada. Aunque me gusta ver el cielo cuando no estás conmigo porque me recuerda a tus ojos. Hago eso cada que empiezan a gritarme y no estás cerca. Pero no son muy parecidos. Tu mirada es más extensa y más expresiva. La siento aún más real.

Damon sintió sus corazones rozarse tal cual y como había sucedido en la galería de La universidad, cuando lo había llamado Arte.

Incluso él ya estaba cansado de hacerlo, pero sintió el fuego encenderse en sus pómulos y orejas, y apartó su mirada en dirección a un árbol de albaricoques

Para él, cada palabra de Leslie era más hermosa que la anterior. Consideraba cada frase un fragmento sacado de un poemario personal en el que había trabajado por años.

Sentía los halagos del artista como si éste los hubiese escrito hace tiempo para éste momento en específico.

— tu mirada es arte.

Sentenció dejando de observar las nubes y conectando los ojos de Damon con los propios. Éste se había puesto rojo hasta las manos y podría jurar que hasta temblaba de la vergüenza y emoción.

Hasta sentía, con la cabeza descansando sobre sus piernas, como el ritmo cardíaco del rubio había aumentado.

Saber sonrojar al chico más bello de Manchester era una virtud para Leslie. Sabía bien que muchos podían lograrlo, pero el rojo de las mejillas de Damon ante un halago indirecto de su parte era distinto, más intenso e incluso más cargado de pasión.

— e-eh —tartamudeó, sintiéndose un cliché viviente— ...em... Eso es... Tan dulce de tu parte...

— ¡No!

Casi gritó Leslie en respuesta, asustando y callando el canto de los mirlos. Incluso sus latidos propios se aceleraron.

Se levantó de la posición en la que se encontraba para observar cara a cara al rubio, de rodillas, sosteniendo su delicado rostro entre sus manos como meses atrás.

— Damon, tú eres la persona más dulce que conozco, la poesía más bella que leí, el cuadro más despampanante que ví, la fotografía más nítida que observé —ni siquiera él sabía de donde venían tantas palabras, creía que estaba recitando una de sus poesías— Eres cualquier tipo de arte. Arte verdadero.

Las mejillas de Albarn hervían a tacto de las pálidas manos de Leslie, pues él lo estaba tocando y no era un roce. No era un simple contacto de un milisegundo. Se estaba aferrando a su alma, sus rezos habían funcionado, ambas almas desencontradas se habían encontrado con aquella que le mostraría el camino a casa. El plan maestro de Damon funcionaba a la perfección, y estaba realmente feliz de ello.

Se escuchaban sólo los tibuteos de parte del menor, y también sus ojos se habían cristalizado de la emoción. Aquella declaración había sido asombrosa, digna de la admiración tanto por parte del​ resto como de parte del afortunado.

Habían empezado con un "dibújame, por favor" y siguieron hasta llegar a un sincero y dulce "eres la poesía más bella que he leído". Sus suspiros ya no eran sólo para la almohada, objeto que también había sido testigo de los sentimientos de los dos jóvenes artistas, ahora los dos amantes podían dedicárselos sin miedo alguno de recibir quejas del otro, quejas que destrozarían ilusiones por completo y también un alma del todo.

— Tengo una idea —mencionó Leslie, pues Damon se había quedado mudo ante la declaración— Cierra los ojos, D.

Para Leslie el arte era lo más importante. Era aquello que a pesar de su condición mental nunca podía dejar a medias, tal cual y como Syd Barrett dijo una vez. Había llamado Arte a su musa, por lo tanto, el joven de cabellos rubios era lo más relevante en la corta vida del artista plástico.

El más joven asintió con las cabeza y cerró los ojos, obediente, esperando aquél gesto con el que soñaba hacía semanas y sobre el cual escribía canciones, imaginándose cómo sería cuando ocurriese.

Pero, los labios de Leslie no se posaron sobre los de su musa. Si no, éstos besaron la comisura de los labios del rubio, un gesto tímido, tierno y de cariño genuino.

._
AAJJAJAJAJAJ ME ENCANTA DEJAR ASI DE MANIJA TODO
BUENO
SHIPEAN AL SEÑORITO WHAT IS THE LAST THINK YOU ATE? COCK CON BERNARD??? XQ QUIERO ESCRIBIR ALGOSBRE ELLOS (brett y Bernard lololol)
BUENO
GRACIAS
X
LEER
LOS TQM
BAI

the masterplan - gramonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora