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Miércoles, 1 de agosto

Era extraño para Keith estar devuelta en Retrouvailles. Habían vuelto a su antigua casa. Hasta donde tenía entendido alguien la había rentado por casi un año pero se había ido mucho tiempo antes de que Keith y su padre volvieran. Parecía que casi no había cambiado el lugar. Quizás había una que otra pared de color diferente pero seguía siendo su hogar. El olor seguía ahí, nadie había reconstruido ni destruido lo que antes era su hogar. Las puertas y las escaleras gritaban molestas quizás porque volvieron a casa muy tarde.

—Las puertas se pueden arreglar con un poco de aceite —dijo su padre poniendo una mano en el hombro del chico.

—Es raro estar de vuelta... —murmuró el joven pasando la mirada por el pasillo oscuro, en otras circunstancias se burlaría y diría que parece una escena de película de terror.

—Lo sé pero estoy seguro de que te acostumbrarás —bajó las escaleras y subió un par de cajas que indicaban afuera con marcador negro lo que contenían—. Iremos mañana por la mañana a matricularte a tu antigua escuela, no sé si eso te anime un poco —dejó las cajas con un golpe seco frente a la puerta de su antigua habitación. Se secó las gotas de sudor que caían por su frente y analizó a Keith con su mirada.

—¿Qué? —preguntó al sentirse incómodo después de varios segundos bajo la mirada pesada de su progenitor.

—Te pareces mucho a tu madre.

—¿Podemos no hablar de ella? —La incomodidad parecía estar buscando lugar entre ambos.

—Está bien... Busca las cajas de tu habitación y termina de arreglarla. Compraré pizza luego de ordenar un poco todo esto —dio una mirada a las cajas y a casi todo lo que alcanzaba a ver de la casa desde el pasillo.

Asintió y bajó corriendo las escaleras en busca de las demás cajas. La cama ya estaba arriba montada junto con un par de muebles como el escritorio de caoba oscura y la mesita de noche. No había mucho más aparte de eso ya que el apartamento en el que vivían no cabían muchas cosas. Se sentó en la cama y miró las paredes vacías, antes estaban pintadas de gris y rojo, ahora tenían un tono horrible de marrón y azul. Luego comprarían pintura y arreglarían la casa. Habían limpiado una semana antes de venir porque estaba llena de telarañas y polvo. El césped afuera era una situación perdida, tuvieron que echar algo de veneno. Nadie había mantenido la casa durante su ausencia, ni siquiera el césped de adelante de la casa. Tal vez nadie se acordaba de ellos en este pequeño pueblo y eso era lo que hacía a Keith dudar; el olvido.

—Keith, ¿ya terminaste? —preguntó y tocó la puerta dos veces antes de asomarse.

—Si, solo me falta guardar la ropa en el armario.

El menor de cabello oscuro abrió una de las cajas, que contenía zapatos, con su navaja de bolsillo. Hasta este punto de su vida se sentía ridículo de que una navaja fuese su mejor amiga y tuviera más protagonismo en su vida de lo que tendría cualquier persona en muchos años. Su recuerdo del día en el que la consiguió era fresco, fue un regalo del destino, la encontró en una caja y aunque su padre le había prohibido cualquier cosa que pudiera hacerle daño e incluso cuando se enteró de que la tenía, se mantuvieron unidos. Eran él y su navaja de bolsillo a cualquier lado. Luego de dejar varios pares de zapatos en el suelo del armario decidió abrir su maleta y sacar varias prendas de ropas que poder colgar.  Cuando terminó se dio por vencido con la ropa que tenía, sabía que tendría que comprar una cómoda para meter la ropa o hacer tablillas nuevas para el armario. Cerró las puertas de madera del armario tal vez debía cambiarlas por unas de cristal o espejo. Ya esas necesitaban aceite en las bisagras como la mayoría de cosas en la casa.

You get me so high... ☺︎ [Klance]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora