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¡Hola, hijos míos! Ya sé qué hora es, ya sé que estoy 84 años tarde pero aquí está una parte de su capítulo. Como siempre, ayuden a corregir mi dislexia. ¡Muchas gracias!
IMPORTANTE LEER LA NOTA QUE LES DEJO AL FINAL.

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Sábado, 15 de septiembre

Su padre lo había hecho levantarse, no tan temprano como de costumbre pero si lo había obligado a hacerlo. La noche anterior se había quedado dormido en toalla y con las sábanas entrelazándose entre toalla y piernas, no se sabía dónde empezaba ni dónde terminaba. Ni siquiera se esforzó en separar la toalla de las sábanas, se levantó y todo cayó al suelo. Buscó unos bóxers cualquiera sin ver y se los puso para luego bajar con los ojos entrecerrados a la cocina. Apenas veía lo que tenía al frente, no se había esforzado siquiera en tallarse los ojos o en ir al baño, tenía la seguridad de estar en su casa. O eso pensaba...

—¡Santo dios! ¡Keith! ¡Sube a ponerte algo de ropa! —gritó su padre que parecía espantado.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó adormilado entre bostezos y el placer de estirarse mientras caminaba pasando por el comedor hasta la cocina con los ojos cerrados.

—¿Acaso no viste a la señora McClain en la mesa? ¿Qué clase de modales son esos, señorito? ¡Abre los ojos de una vez!

Los ojos se le abrieron como dos pizzas tamaño familiar y volteó la cabeza muy lentamente para mirar a la mesa del comedor donde se encontraba la señora McClain, Lance con mala cara, Clara y otro pequeño. La cara de Keith se puso de todos los colores existentes y no existentes. Miro una última vez a su padre que lo amenazaba con un cucharón gigante de cocina y tenía puesto un delantal de flores, luego salió corriendo por donde vino hasta su cuarto. Cerró la puerta de un buen golpe y miró abajo. Tenía unos calzoncillos súper pequeños que apenas le tapaban media nalga y eran de la película Cars. Más rojo y con la vergüenza más grande no podía estar. Se quitó rápidamente esa reliquia de cuando era pequeño como si le quemara la piel y la dignidad. Buscó entre su ropa algo decente y neutro comparado a cómo había salido dos minutos antes.

—Mierda, mierda, mierda... —repetía mientras se subía los jeans negros al mismo tiempo que se acomodaba la camisa negra.

—¡Keith! ¡Apresúrate! ¡El desayuno está casi listo!

¡Oh, santa mierda de las mierdas! El señor Kogane estaba cocinando el desayuno, eso solo podía significar una cosa: ese desayuno sería veneno para los invitados. Keith abrió la puerta y corrió escaleras abajo poniéndose las medias negras.

—¡Ya llegué, papá! —se lavó la cara en el fregadero y se la secó con la camisa— Espero que no estés haciendo veneno para los invitados —susurró a su padre para asegurarse de que nadie más escuchara.

El señor Kogane le dio una mirada de muerte y volvió a concentrarse en los huevos cocidos con salchichas y jamón que estaban en el sartén cocinándose. Keith se asomó por la entrada de la cocina a ver hacia el comedor donde la mamá de Lance hablaba con sus dos hijos menores, mientras que Lance permanecía con audífonos en sus oídos.

—¿Por qué no me avisaste de esto? —dijo Keith malhumorado vigilando los huevos y dándole vueltas con la cuchara mientras que su padre sacaba el pan de la tostadora.

—Estabas durmiendo cuando fui a avisarte anoche y en la mañana no había quién te despertara. Casi te lanzo un libro —se ganó una mirada fulminadora de parte de Keith.

En silencio siguieron haciendo el desayuno. Había café para los mayores, jugo para los menores y huevo, tostadas, y papas fritas para comer. Era el desayuno más decente que habían hecho desde que vivían solos y lo vigilaban como si fuese un niño pequeño. Ese desayuno no lo podían arruinar. Eran las nueve de la mañana y ya el día se sentía como un caos para Keith. A pesar del caos y de la vergüenza inmensa que sentía, aprovecharía que Lance estaba ahí, en su casa, haciendo acto de presencia aunque fuera obligado por su madre.

You get me so high... ☺︎ [Klance]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora