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He vuelto malditas.
Ahora, corrijan si ven algo mal. Como siempre, saben que soy disléxico.
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Viernes, 16 de noviembre

Por más extraño que pareciese, tener un brazo levantado mientras está acostado en la cama le parecía cómodo a Keith. Hasta le parecía terapéutico levantar un brazo. Cualquiera lo viera diría que practicaba algún tipo de yoga acostado en la cama y tal vez pensaría que se le habían cruzado algunos cables, pero la verdad era que le parecía cómodo y le gustaba permanecer con el brazo levantado por largos minutos. Una vez que se le cansaba el brazo lo bajaba. Esta era una acción que hacía desde pequeño, como una manía natural al estar en la cama aburrido. No era que no tuviera cosas que hacer, es que no tenía ganas de hacerlas. Tenía que estudiar de un examen y hacer un trabajo para entregar la próxima semana, pero se repetía que como era para la próxima semana lo podía dejar para el fin de semana.

La presentación había sido un éxito a los ojos de Keith. Quizás Keelan no dijo mucho, pero los demás integrantes del grupo habían informado de forma decente y el rostro de la anciana amargada era un poema que se saboreaba. Intentó buscar preguntas que quitaran puntos a su presentación, pero Keith y Lance habían logrado contestar todas y cada una de ellas sin mucha dificultad. Al final la mujer no tuvo más que rendirse ante el evidente conocimiento de los jóvenes. Esto fue dos días atrás. Luego de la presentación, Lance volvió a mostrarse distante y el azabache tampoco lo presionó mucho a tener una conversación. El moreno faltó a clases los siguientes días de la semana después de la presentación. Faltó incluso a las prácticas de voleibol. No tenía conocimiento de si había ido a las reuniones de teatro, quizás había asistido, Allura podía ser muy insistente y eso lo sabía muy bien el azabache que todas las mañanas veía un papel en su mesa avisando que se buscaba un joven actor que interpretara cierto personaje y que el club estaba abierto a todos. Keith simplemente tomaba ese papel y lo hacía una bola de papel, a veces lo tiraba a la papelera, a veces lo ponía en otra mesa, a veces lo echaba dentro de su mochila disimuladamente para luego botarlo. Con el recuerdo de que esa semana había acumulado en su mochila varios papeles de anuncios del club de teatro, el azabache se levantó y abrió la mochila. Cinco bolas de papel, una de cálculos matemáticos y las otras cuatro hojas pertenecían al dichoso anuncio. Lanzó uno por uno las bolas de papel a la papelera, encestando cada uno, menos el último que permanecía en sus manos. Se dejó caer en la cama y abrió en sus manos el anuncio. El papel estaba rugoso y le molestaba un poco para leer, pero ahí estaban las palabras que leía casi todos los días en cuanto llegaba: "Se busca...". Dejó el papel caer al suelo, tenía ropa tirada, libros y otros papeles, el próximo día se tendría que levantar a limpiar el desastre de su habitación antes de que su padre viera todo eso y le diera un sermón.

Sacó el papel de su cabeza, tirándolo a la papelera imaginaria en su cerebro. Agarró su teléfono y entró a YouTube, por alguna razón todo el mundo se había tomado vacaciones pues no había ningún video que le llamara la atención y las personas que seguía no habían publicado nada. Entró a su playlist, dio aleatorio una y otra vez, ninguna canción lo llenaba o le daba ganas de escucharla. Cerró la aplicación de música y dejó el teléfono bloqueado en la cama. ¿Qué le quedaba por hacer en una tarde tan aburrida como esa?

Casi automáticamente su cabeza y su mirada se detuvieron en la bola de papel en el suelo. Era como si tuviera cierto magnetismo y su cuerpo fuera un imán, y eso lo molestaba. Recogió el papel del suelo y lo desarrugó una vez más. La papelera le pareció un bonito lugar para tirarlo y olvidarse de él. Sin embargo, no lo tiró, lo puso en su escritorio y lo dejó ahí.

Lunes, 19 de noviembre

El cuerpo de Keith lo único que pedía era su cama. Sin embargo, el universo no quería que fuese así, o quizás quería culpar al universo y no a sí mismo por inscribirse en voleibol. Tal vez debería dejarlo, a veces simplemente quería llegar a su casa y descansar del día pesado que había tenido. Aunque no se podía quejar, el maestro de la última hora no había podido llegar y había tenido tiempo para dormir escondido las escaleras. O más o menos escondido, Amel estaba allí y cuando se encontraba completamente dormido lo despertaba con un sonido fuerte o buscaba cualquier manera de asustarlo. Hasta que finalmente dijo que se iría cinco minutos antes del timbre para no tener que lidiar con la masa de gente e ir a comprar un refresco y algo de comer en el negocio que estaba un calle más abajo de la escuela. Cuando hubiera "recargado energías" volvería a molestarlo en la práctica de voleibol.

You get me so high... ☺︎ [Klance]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora