Steve Rogers es un esposo perfecto | Stony

Steve Rogers es un esposo atento

Cuando despertó lo primero que logró ver fue aquella mirada azulada sobre él.

—Buenos días.

Volvió a cerrar los ojos. No quería levantarse, no sabía que hora era pero seguramente era muy temprano para que un apuesto genio de las finanzas como él estuviera rondando el mundo. No contestó, simplemente se giró sobre sí mismo y hundió la cara en la almohada.

—Vamos Tony, despierta, desayunemos juntos.

Ni siquiera se movió.

Era un hábito del Capitán América. Se levantaba a las cinco de la mañana, iba a correr sólo o con Sam, regresaba, se daba una ducha y preparaba un desayuno como para medio pelotón de soldados. Todos los días, como una rutina religiosa.

—Bien, así que no piensas levantarte.

Escuchó como exhalaba para después dejar la habitación. Esbozó una triunfal sonrisa. Nuevamente, había ganado.

—Despierta Stark, te traje algo de comer.

Al parecer, un segundo después se había vuelto a quedar dormido. Se incorporó sobre la cama, estiró los brazos, bostezó y le dirigió una expresión de culposo agradecimiento al superpatriota.

—Buenos días cap.

A su lado una mesa portátil improvisada ostentaba fuentes de todo lo necesario para un típico desayuno americano, huevos, tocino, pancaques, pan tostado, mermelada, fruta, jugo de naranja, el infalible café oscuro y no podrían estar completos sin las donas para el héroe de hierro, entre otra cosas.

—Gracias por mal acostumbrarme —dijo mordiendo una rosquilla al mismo tiempo que se inclinaba para besar en la mejilla a un resignado hombre de Brooklyn. Había logrado su objetivo como cada día.

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