Steve Rogers es un esposo heroico

6.7K 760 28
                                    



Finalmente podían tener tiempo para ellos luego de dos semanas sin verse debido al trabajo. Decidieron conducir fuera de la ciudad para cenar en un pequeño restaurante de gastronomía gourmet. El súpersoldado no era amante de ese tipo de comida pero no le molestaba ceder a los caprichos del exitoso millonario en algunas ocasiones. Pidieron una mesa en la terraza donde pudieran tener privacidad. La charla había sido amena hasta que el ex-fabricante de armas se quejó de la humanidad.

—Sabes, creo que los ciudadanos debería hacer algo por ellos mismos de vez en cuando, no tenemos la obligación de hacer todo por ellos —comentó despreocupadamente mientras tomaba un bocado de su filete perfectamente cocido—. No podemos darnos la vuelta un segundo porque de inmediato intentan aniquilarse mutuamente.

—Pero, Tony, elegimos protegerlos, depende de nosotros —replicó en voz baja, sabía que el otro tenía razón pero él simplemente no podía ignorar las injusticias que se cometían en el mundo.

—El gobierno también debería hacer algo, Rogers —cuando el millonario le llamaba por el apellido la conversación pasaba a ser de colegas y no de amantes—. Si obedecemos somos héroes, cuando no seguimos sus reglas, somos criminales.

—Tenemos que trabajar en conjunto, en realidad —tragó, era el momento de decirlo—, no sé si te comenté sobre el proyecto de seguridad de la armada en la estamos trabajando, yo...

—No, de ninguna manera —arrojando la servilleta sobre la mesa con indignación—, no ahora que podemos tener tiempo para nosotros, no eres un bendito policía.

—Espérame, regresaré, me llevare la motocicleta, veinte minutos o menos— atropellando las palabras, tomándole la mano por encima de la mesa en forma de ligera súplica al tiempo que se iba levantando— ¿Si? ¿Por favor?

La respuesta fue un murmullo afirmativo de mala gana.

El estado impulsó un plan de seguridad nacional en que los mutantes y súperhéroes debían organizarse para tener la ciudad vigilada las veinticuatro horas del día, un trabajo arduo en el que muchos no quisieron participar porque consideraban, al igual que Stark, que eso era lo que habían estado haciendo. Sin embargo, otros, como el superpatriota no podían rechazarlo, ésa era su misión, el país los necesitaba.

Cuando el capitán se hubo ido y la cuenta fue pagada, el economista condujo su convertible hasta una zona inhabitada. Se bajó, recostó en el maletero y se dobló las mangas hasta los codos. No podía hacer nada, el había escogido al tipo con mayor sentido de patriotismo de Estados Unidos. Poco después, su visión del horizonte fue reemplazada por un amante de la libertad estúpidamente alto y musculoso que le rodeó con los brazos. Puso los ojos en blanco pero deslizó suavemente los pulgares por debajo de la camisa del mayor. Pudo sentir como aquella ancha espalda se tensó bajo su tacto.

—Muy bien soldado, a partir de este momento —fingiendo ver la hora en su muñeca—, me pertenece completamente.

Y ese par de palabras lograban producir muchas reacciones en el hombre a su lado.



  |x| 



Steve Rogers es un esposo perfecto | StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora