Jörik

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Una preciosa criatura corría por las verdes tierras de Jerilath.
Ella amaba sentir el viento chocar contra su rostro.

"¡Jörik, cuidado te caes!"—le gritaban algunos dragones adultos.

Ella sólo reía y reía.

Mientras corría, una sombra se posó sobre ella.

Alza la mirada confundida y se da cuenta que sobre ella vuela su amigo, Zojirk.

"¡Zojirk!"

"¡Cortes muy lento!"—le grita el dragón agitando sus alas provocando un fuerte viento que hace caer a Jörik.

El dragón y muchos otros jóvenes que estaban cerca empiezan a reír.

Jörik se soba la cabeza y mira seria a su amigo.

"Si sigues corriendo así, mañana serás el alimento de un huargo"—le dice Gariel, un dragón joven.

Ella lo mira confundida.

"¿Huargo? ¿Qué es?"

"Horribles y feas criaturas, siervos de orcos y trasgos. Matan por placer y sin una pizca de piedad"—cuenta Gariel.

Jörik traga duro.

"No la asustes"—la defienda Zahil, una hermosa dragón color plata—"Nadie aquí dejará que te hagan daño"

Ambas se sonríen y Zojirk lame el cabello corto de Jörik.

"¡Zojirk, noo!"

Los dragones a su alrededor ríen.

"Listo, ya estás peinada"—dice Zojirk orgulloso de su trabajo.

En eso, Zahil se percata de algo en la muñeca derecha de Jörik.

Era una especie de marca, color rojo.

"Jörik, ¿Qué es eso en tu muñeca derecha?"

La pequeña criatura confundida, se mira el lugar y se levanta algo asustada y preocupada.
Jamás había tenido eso ahí, hasta ahora...

"¡No lo sé! Es la primera vez que lo veo, nunca antes lo había tenido"—dice mirando a sus amigos.

"Será mejor que vayamos con tu padre, él a lo mejor sabrá algo"—dice Gariel.

Ella asiente y Zojirk se agacha para que se suba a su lomo. Jörik sube y se acomoda.

"Vamos"—dice Zahil.

Al llegar, vieron a Rajlorik sobre la cima.

"Ve tú, le explicas y así a lo mejor sabrás qué significa"—dice Zahil y Jörik asiente caminando hacia su padre.

Rajlorik estaba imponente sobre su cima, vigilaba desde allí todas sus tierras, todo tan pacífico y tranquilo.

Observó a lo lejos, al este de su nido. Uno desierto y desolado. Ahí habitaba Smaug, antes de retirarse a causar estragos.

Bajó la cabeza, lamentándose no haber hecho más por salvarlo de esa oscuridad, de esa enfermiza necesidad de poseer tesoros.
De no haber podido detener el mal que le lanzó al enano Thrór.

"Lamento no haber podido hacer más por ti, Smaug"—dijo el rey de los dragones con la mirada fija en el suelo.

La maldad de Melkor yacía aún en su interior, como en el corazón de muchas otras criaturas.
Tal oscuridad no los dejaba pensar con naturalidad, y acababan destruyendo todo a su paso.

The Line of Dragons (The Hobbit-Thorin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora