Capítulo 5 - Esperanza.

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-¿Quién eres, Leia?

Alarmada por el tono de voz del joven e hipnotizada por sus brillantes ojos, la princesa explicó lo que había sucedido ese tiempo antes de conocerse, su deseo, su encierro en el castillo, su origen y todo sobre su madre. Tuvo miedo de la reacción de William ya que no quería que se alejase de ella por temor a su padre y las posibles consecuencias de ser tan cercano a la futura reina. Realmente temió perder al que se había vuelto su primer y único amigo más allá del muro de su castillo. Por un instante pensó que William iba a marcharse.

Pero no sucedió así.

Leia suspiró aliviada cuando notó la sonrisa amable del joven, que se estiró en el tejado de la casa. Sacó de su bolsillo un pequeño regaliz de color negro del cual ofreció la mitad a Leia. Allí se quedaron durante varios minutos mientras miraban el cielo estrellado, sin decir una palabra.

Un grillo sonaba en la lejanía Leia recordaba todo lo que leyó en el diario de su madre. Empezó a pensar en exceso hasta que su mente se volvió un torbellino. No quería dejar el pueblo, pero si se quedaba no quería saber las cosas horribles que su padre podría obligarle a hacer. Una disimulada lágrima rodó por su mejilla, pero no pasó desapercibida a ojos de William.

-¿Qué te ocurre?

-¿Recuerdas lo que te he contado de mi madre?

-Tienes miedo de lo que pueda suceder, ¿no?

William no necesitó respuesta. La cara pálida de la princesa y su mirada perdida en la inmensidad fueron suficientes para mostrar todo lo que él necesitaba saber. Se acercó un poco más a ella sin que lo notara.

-No pasará nada, Leia - susurró él mientras se acercaba un poco más -. Lo prometo.

Entonces Leia se levantó a la vez que él hacía lo mismo con una disimulada sonrisa. Miró al chico un poco sorprendida por sus palabras.

-¿Y cómo vas a evitar que...?

Sin dejar que Leia terminara de hablar, William se abalanzó sobre sus labios. Al principio ella quedó paralizada sin saber qué hacer, pero pasados unos segundos, ladeó un poco la cabeza y dejó que el agradable sabor de su primer beso quedara grabado en su memoria. Un beso tímido pero dado con mucha determinación. William se había enamorado desde el primer instante que vio a la desconocida campesina paseando por las obras del edificio. 

Cuando el beso se extinguió entre el suave sonido de dos labios separándose, se quedaron mirando unos instantes. El azul cielo de Leia se encontró de lleno con el verde bosque de William, parecía que un nuevo horizonte se había unido en sus miradas. William sujetó a Leia por los hombros.

-Evitaré cualquier suceso que pueda hacerte daño - dijo con tono solemne -. No dejaré que le pase nada a la persona que quiero.

William hablaba decidido a proteger a Leia sin saber lo que les iba a caer encima. No sabían que en ese instante el rey estaba haciendo las maletas para volver sin avisar a su querido reino ni sabían que los comercios habían sido más breves de lo esperado.

Tras una vergonzosa noche entre besos y abrazos, Leia volvió al castillo al amanecer. Su rostro ruborizado delataba muchas cosas para cualquiera que la encontrase ahora mismo, pero todo el humor se rompió en mil pedazos cuando vio el carruaje de su padre aparecer en el camino.

-¡No, aún no! - exclamó mientras subía apresurada las hiedras - ¿Por qué tan pronto?

Casi cayó de la planta dos veces por los nervios. Todo a su alrededor se volvió borroso y la respiración le salía entrecortada. Llegó a la puerta de la torre con tal mareo que no sabía a dónde dirigirse. Aún estaba vestida como campesina, si alguien la veía así lo descubriría todo. Leia empezó a respirar demasiado acelerado pensando en qué podría pasar, cuando un tirón la sacó del estado de pánico. Danae la había empujado al baño sin avisar.

-Te he dejado la ropa de princesa dentro - susurró mientras el rey subía la escalera -. Diré que te estás bañando.

Leia escuchó a su amiga y sirvienta hablar con su majestad, el cual comentó que se pasaría luego por su habitación. La joven se dejó caer al suelo de mármol, agotada. Aprovechando que el baño estaba listo se relajó tras aquel inesperado giro en la situación. No había podido avisar a William de que el rey acababa de llegar, pero supuso que lo sabría teniendo en cuenta que su padre siempre hacía sonar las campanas de la iglesia cuando volvía.

Dejó que el agua caliente dejase atrás cada resto de aquella madrugada. No quería, pero era por el bien de los dos. Supuso que ya no tenía escapatoria, que no podría irse como deseó su madre y que era el fin para ella y su relación recién empezada con William. Tendría que olvidarlo todo y aceptar su destino si quería proteger al pueblo.

Las lágrimas se mezclaron con el agua de la bañera mientras un rayo de sol se colaba por la diminuta ventana del baño. Impactaba directamente en el agua, dando un ligero efecto de foco alrededor de ella. Leia se sintió muy cálida por un momento, como si algo la hubiese abrazado de pronto.

No tuvo tiempo de ver qué sensación era, cuando Danae entró al cuarto de baño con el ceño fruncido.

-Leia, ¿que has hecho ahí fuera?

La muchacha miró extrañada a Danae, preguntando qué ocurría.

-Hay un joven campesino que pide trabajar en el castillo, asegura que será útil para el rey...

Leia no esperó ni un instante. Salió de la bañera y se vistió en menos de diez minutos mientras sentía una corazonada, sabía que era William y a la vez no quería que fuese él. No entendía qué demonios hacía aquí, jugándose la vida para estar con ella. En el fondo esperaba encontrar a otro muchacho en el salón del trono, pero los inconfundibles ojos verde esmeralda del joven estaban allí, mirando sin expresión a los calculadores ojos oscuros del rey. Leia se quedó fuera de la vista de ambos hombres mientras escuchaba la conversación.

-¿Y qué te ha hecho querer trabajar aquí, muchacho?

-Pensé que necesitaba personal, es un castillo muy grande y no sé si hay bastante gente para mantenerlo.

-Pues lo siento, joven - Leia sintió una punzada al escucharlo -. Tenemos gente para cada actividad, por el momento no necesitamos a nadie.

La gran oportunidad de la pareja se había desvanecido, pero no sabían que aún quedaba una esperanza. Al momento entró Danae con un anciano a la sala.

-Majestad, el viejo Joel no se encuentra bien.

-¿Qué le ocurre, Joel? - preguntó el rey, dirigiéndose al hombre canoso que se encontraba con ellos.

-Me falla la espalda, señor. Ya no tengo edad para trabajar - apoyado en su bastón hizo una mueca de dolor mientras ponía su mano en el costado -. Pido el retiro, su majestad.

-No veo ningún problema, ¿qué trabajo realizaba usted? Así podré sustituirle rápido.

-Mantenía las cuadras y los cultivos, señor.

Danae dio un pequeño respingo, mirando al rey preocupada.

-Mi señor, me temo que Joel era el único sirviente con conocimientos acerca de los equinos.

El hombre se acarició un instante su morena barba, mirando a William por el rabillo del ojo.

-Tú, ¿sabes cuidar animales?

El chico se puso rígido al escuchar hablar al rey.

-Sí, ayudo a mi padre con la granja a diario y tenemos un par de caballos.

El rey le lanzó la fusta que el viejo Joel llevaba en el cinturón, luego dio la espalda a todos en la sala.

-Quedas nombrado nuevo criador del castillo. Te quiero ver aquí con todo tu equipaje antes del anochecer. Vas a vivir en el castillo.

Más allá del cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora