Capítulo 11 - Deflheim.

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Aquello era un infierno con todas las de la ley. Era una única isla flotando en medio de una inmensidad de lava. Tampoco había cielo, ya que solo podías vislumbrar un techo del mismo material que la roca que formaba la isla, la cual era una pequeña montaña con el portal en su cima.

Cerca de la orilla habían algunas casas dispersas construidas alrededor de un único árbol, que crecía aparentemente marchito mientras proporcionaba el único oxígeno del lugar. Aun así mucha gente moría de asfixia por unos pulmones que no llegaban a adaptarse lo suficientemente rápido. La gente que vivía allí tenía la misma marca en su pecho que Leia y William. Los llevaron a una de las casas donde les ofrecieron algo para comer y relajarse.

El mismo hombre que les habló en la cima se sentó a su lado en la cabaña.

-¿Qué crimen os ha llevado hasta este lugar? 

William se encogió de hombros mientras mordía el pan seco.

-Que enfadé a mi suegro - susurró.

-Soy la princesa - cortó Leia -. Digamos que descubrí demasiado y cuando me marché de su falsa amabilidad, decidió apresarme.

-Pues tengo buenas noticias, muchachos - dijo mientras señalaba la cicatriz del pecho -. Cuando esa piedra te marca, forma un hechizo que impide que cruces el portal para volver.

Otro hombre que allí se encontraba pensó un poco en las palabras de la pareja.

-Parece que os ha pasado lo mismo que a Caroline, solo que vosotros habéis salido vivos.

-¿Conocíais a mi madre?

-Era mi hija - murmuró el hombre -. Me informaron de su muerte poco después de que me llevaran aquí - hizo una pausa para pensar -. Espera, ¿eres mi nieta?

-¿Eres Sammy? - exclamó Leia sorprendida.

Ambos se miraron unos instantes mientras los demás se quedaban petrificados ante la noticia. Eso solo podía significar que el rey y Caroline se habían unido para tener una hija, y todos dudaron de si la pobre realmente quería tenerla. El hijo de Elazar abrazó a Leia.

-No sabes cuánto me alegro de que aún me quede alguien. Elazar dejó de visitarnos cuando tu padre creó el sello y le alejó del reino, y con mi poder inutilizado por el portal nos estamos quedando sin provisiones. Al menos Elazar pudo crear el árbol para que nos aportara aire y respirar.

-Pero conmigo tampoco sobreviviremos - dijo Leia apenada -. Yo no tengo poder, y aunque tuviese imagino que también se inutilizaría.

Sammy, ahora conocido como Sam, sonrió ampliamente mientras se apartaba su corto cabello rubio como Elazar o Leia. Agarró a la joven por los hombros mientras sus ojos azules se llenaban de esperanza. Llevaban cerca de veinte años encerrados en ese infierno, y ahora mismo tenía ante él la posible salvación para todos ellos.

-No es así, ya que tú tienes tanto poder como el padre de Elazar.

-Pero su padre era... Una especie de semidiós - se quedó pensativa con esta información - ¿Por qué tengo ese poder?

Sam se sentó de nuevo mientras William se rascaba la barbilla. Iba a dejar que la pareja lo averiguara, pero la confusión de Leia ante esto dio tiempo a que William, sin saber tanto como ellos dos, asociara la verdad.

-¿Acaso el rey es descendiente de Edric?

Leia miró al joven sorprendida, pero tras pensarlo un poco se dio cuenta de que era totalmente lógico. Sam se acomodó en su asiento mientras carraspeaba.

-Así es. Mi abuelo, el semidios Eneas, dividió su poder entre sus dos hijos mellizos: Elazar y Edric. Los educó para poder utilizar el poder que les había sido concedido a favor del bien, pero las cosas no salieron como esperaba - Sam miró al suelo apenado -. Edric, corrompido por el exceso de poder, quiso asesinar a su hermano y así poder ser el único poderoso, ya que Eneas había desaparecido meses atrás. En principio su plan era matar a toda la familia de Elazar, pero se descontroló y asesinó al poblado entero. Tras esto decidió marcharse creyendo que había cumplido su objetivo de matar a Elazar, para poder asesinar a todos los magos que recordaran su nombre. 

>>Con el tiempo olvidó su cometido, casándose y teniendo herederos. Dejó una gran cantidad de manuscritos donde explicaba su poder y lo sucedido con su hermano. Todo. Cuando él murió y quedó su nieto, lo encontró todo. Tras leerlo decidió comprar esas tierras y convertirse en su rey.

Ahora todo tenía lógica. Leia lo entendió al instante. El rey, nieto de Edric, y Caroline, nieta de Elazar, tuvieron una hija que unió de nuevo el poder que fue dividido entre dos mellizos. Ella poseía el mismo poder que Eneas, y no parecía un hecho casual.

-¿Pero cómo sabes eso de Edric? - preguntó William.

-Elazar le siguió la pista por muchos años, pero cuando murió dejó de lado a su familia. Lo del rey lo descubrí por mi cuenta - soltó una risa sarcástica - ¿cómo crees que acabé aquí?

-¿Y para qué me quiere mi padre? - musitó Leia -. Hasta hace poco quería casarme con un mortal cualquiera.

-Eso lo desconozco, nunca llegué a saber de tu existencia.

Cuando la conversación se extinguió en un pesado silencio decidieron irse a dormir, o al menos a intentarlo, ya que tener un nivel de oxígeno inferior al normal, era difícil conciliar el sueño. Además allí no existían ni la noche ni el día, así que dormir era casi imposible. Leia comprendió entonces las marcadas ojeras y arrugas de la gente que allí vivía. 

Se levantó pasadas cuatro horas, cuando se cansó de dar vueltas y estar tumbada. Andó sin rumbo alrededor de las casas sin pensar en nada. Solo observaba todo de forma ausente, pensando en qué harían ahora y cómo podría salvar a toda esa gente, pensó en la gente que la necesitaba en Phoenix Valley, en los criados, en su responsabilidad... 

Y en su madre.

Empezó a llorar cuando se dio cuenta de dónde estaba y de que todos dependían de ella. Golpeó el árbol con impotencia, dejando sus nudillos hinchados. No tenía fuerzas para nada, pero tampoco podía abandonarlo todo sin más, ya que todos confiaban en que ella salvaría sus vidas.

"Seguro que mi madre sabría qué hacer, ella parecía tan inteligente" - pensó, agotada.

No se había dado cuenta de que cuando golpeó el árbol, varios brotes habían empezado a salir de ese lugar, y ahora trepaban silenciosos por el tronco, mientras parecía salir de ese permanente aspecto marchitado. No se había dado cuenta de que su desesperación había sacado a la luz todo su poder.

Ella seguía en el suelo cuando el árbol se alzó como un día de primavera.

Seguía llorando cuando una mujer se acercó a ella con lentitud.

Y seguía sin volver a la realidad cuando se arrodilló a su lado.

Por su ropa, se notaba que era una campesina, ya que vestía una falda marrón cubierta por un delantal blanco. Una chaqueta gris cubría su camisa blanca, dando un total aspecto de agricultora o mujer de casa, a pesar de que no lo era. Lo podías notar en sus ojos, en su mirada, en su sonrisa.

Tenía el cabello corto, de un color avellana. Sus ojos parecían variar entre el chocolate y el caramelo, pero tenían un brillo inconfundible, que llenaban de paz a todo aquel que los miraran.

Pero su piel era mortalmente pálida, a la vez que la ausencia de cualquier imperfección en su piel le daban un aspecto fantasmal. Solo cuando Leia sintió el tacto frío de sus manos levantó la cabeza para mirarla. La mujer sonreía con amabilidad.

-Al fin podemos conocernos, hija mía.

Más allá del cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora