Capítulo 17 - Libertad y condena.

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Leia no daba crédito a lo que escuchaba. Su madre y su abuelo pretendían darle todo su poder para que ella pudiese igualar a Dios. Era inaudito, pero quizás era el único modo de salvar a William y lograr salvar a todos de Dean. Realmente no sabía sus intenciones, pero con el poder que deseaba podía hacer cualquier cosa, y no precisamente sería para beneficio de la gente.

Puede que la muerte de Sam no hubiese sido casual, que era un capricho del destino para que ella pudiese alcanzar ese poder y salvar a todos. Miró más decidida a ambos espíritus.

-Está bien.

Caroline y Sam empezaron a volverse más translúcidos y borrosos hasta no ser más que un tenue humo flotando alrededor de Leia, la cual empezó a sentir cómo adquiria su esencia y su poder. No tardó en notar cómo su herida se cerraba casi de inmediato, y que la calidez de su pecho era incomparable a cualquier otra sensación. Empezó a verlo todo.

Pasado, presente, incluso muchos futuros posibles; la sabiduría de cientos de años empezó a aparecer en su mente, como un torbellino imparable. Era la sabiduría de Dios.

Pero ella lo comprendía todo.

Cuando se detuvo aquella tormenta de información, Leia miró a su alrededor como si fuese un lugar totalmente nuevo para ella. Ahora podía ver flotando en la estancia suaves fantasmas del pasado. Escenas de ella jugando con sus criadas, su padre hablando con algún noble mientras la vigilaba para que no rompiese nada e incluso a su madre cuando vivía. Todo. Podía verlo todo, pero sacudió la cabeza para volver a la realidad.

Tenía algo importante que hacer, había alguien esperando su salvación.

Casi sin saber cómo, movió sus dedos formando un círculo mientras pensaba en el lugar donde se encontraba William y se abrió un portal delante de ella. No era como el otro, negro como el carbón; ni tampoco se parecía al portal que llevaba a Defhleim. Era blanco. Tan blanco que podía cegarte si lo mirabas demasiado. No dudó en pasar por él.

Vio muchos mundos, o quizá eran otros planos, incluso universos paralelos. Estaba aprendiendo tanto que se sintió muy, muy pequeña.

Ya se podía divisar el final del portal, cuando uno de los mundos le llamó la atención. Era aquella conocida isla rojiza flotando entre la lava. No tenía demasiado tiempo, pero pasando la mano sobre la imagen de Deflheim pudo sentir miles de heridas, y con un simple gesto... Las liberó. El poder que mantenía aquellas almas atadas en aquel mundo era tan fuerte como un Dios, y solo en aquel momento pudo hacer algo por ellas.

Pudo ver desde el portal cómo la gente gritaba de alegría y se dirigían al portal para marcharse con su familia. Pudo sentir la felicidad que transmitía el alma de Sam al ver aquellas personas reunirse de nuevo con sus familias. 

El final del portal ya estaba cerca.

***

-Este es tu fin - rugió el dragón -. No has podido salvar a nadie.

Abrió sus fauces con fiereza, mientras el fuego empezaba a vislumbrarse en su interior. Era del mismo color de sus escamas. Un fuego letal y amenazador. William mantenía los ojos cerrados mientras la impotencia consumía su corazón. Elazar se resignó y calló, esperando el final de su anfitrión. La decepción recorría sus mentes, pero con Elazar sin cuerpo y William malherido no podían hacer absolutamente nada.

Sintieron el calor del dragón dirigirse hacia ellos en un sonido aterrador, junto al olor a cenizas y ácido carbonizado; pero por alguna razón el fuego no impactó en ellos. William abrió los ojos con dificultad, mientras le daba un escalofrío al ver el cuerpo de Leia delante de él, alzando las manos hacia el dragón.

-¿Qué haces aquí...?

A su alrededor se había formado un escudo de luz contra el cual había impactado el fuego oscuro. Leia se veía más bella de lo que William jamás hubiese imaginado. Era como un ángel recién bajado del cielo, como una bendición. Su cabello dorado flotaba a su alrededor, ignorando las leyes de la gravedad, y ahora sus ojos eran brillantes como el sol apareciendo tras las montañas. Siempre la había visto hermosa, pero jamás se imagino que podría haberla visto aún más bonita, y aquel día le fue demostrado que nada es imposible. No pudo evitar soltar una lágrima al pensar que él casi moría, y que quizás era tan bella porque estaba por encima de lo mortal. Tuvo miedo de que la herida le hubiese vencido, o algo peor.

-¿Estás muerta...?

Leia sonrió y se abrazó a él. Aquella calidez le demostró al joven que no estaba muerta. Estaba viva, más viva de lo que jamás había estado, y poderosa. Muy poderosa. Curó a William mientras le hablaba con una voz demasiado suave para ser terrenal.

-Ahora tengo completo poder, William.

Mientras hablaban no habían caído en la cuenta de que Dean había vuelto a su forma humana, por lo que no pudieron predecir ni esquivar lo que sucedió a continuación.

El hombre había entrado en el escudo sin que Leia fuese consciente, y se acercó a ellos en silencio, aprovechando el sigilo prodigioso que la condición de fantasma le ofrecía. Sonrió de forma macabra mientras notaba cómo sus enemigos no reparaban en él.

Se acercaba con lentitud a ellos saboreando el momento con gran satisfacción. Había alguien que sí se había dado cuenta de que se acercaba, pero William estaba tan distraído con Leia que no escuchó la alarmada voz de Elazar. 

Dean alcanzó al joven por sorpresa, y se metió en su cuerpo, provocando una violenta tormenta de luz. Leia se echó hacia atrás mientras notaba una pequeña corriente eléctrica pasar a ella a través de los dedos de William con los suyos. Se acercó al joven asustada mientras lo movía.

-¡William, responde!

Cuando él abrió los ojos, eran del mismo color que Dean. Sonrió del mismo modo que él.

-No soy William, niña.

Leia sintió cómo su poder se hacía pequeño, diminuto. Empezó a culparse, ¿Cómo pudo no haber notado que en su forma de espíritu podía cruzar el escudo sin problema? ¿Cómo no pudo defender a William y Elazar?

Ahora Dean había absorbido al joven, y con él, a Elazar. Eso solo podía significar una cosa. Dean miró a los ojos asustados de la chica.

-Sí, Leia - exclamó, victorioso -. Ahora yo también soy Dios.

Más allá del cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora