Capítulo 14 - Pérdida.

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Leia estaba acorralada en un rincón, mirando al que había sido su padre hasta hacía unos meses. Sentía un terror que jamás había sentido antes, como si el mismísimo demonio se encontrara ante ella. El rey seguía acercándose a ella con porte amenazador.

-¡Atrás, monstruo! - sollozó ella.

-No sabes dónde te has metido, bastarda inútil. Vas a morir igual que tu madre.

Su padre sacó un puñal del cinturón, a la vez que los brazos negros sujetaron a Leia para impedir defensa alguna. Iba a morir allí, ese era su final.

Pensó en su madre, en que no debió sacrificar su alma para salir de Deflheim, que al menos podría haberse acostumbrado a la vida allí y con el tiempo se reuniría con Caroline. Quizás habría sido mejor para todos.

Pero ahora era imposible pensar en otro final.

El rey alzó el puñal sin decir nada más. Sus ojos seguían completamente blancos, parecía que no tuviese alma. Al instante descargó toda su fuerza contra Leia, la cual no podía defenderse. Las lágrimas recorrían sus mejillas sin parar, rezando por la salvación.

Rezos que fueron escuchados, ya que justo antes de que el puñal alcanzara a la joven, su portador se desmayó de inmediato. Leia pensaba que había sido salvada, hasta que ella también empezó a sentirse mareada.

Lo último que vio fueron las botas de William acercarse a ella corriendo.

***

-¡Hermano!

La voz de Elazar despertó de inmediato a Leia, que se encontró en otro lugar. Miró a su alrededor con confusión, parecía encontrarse en un despacho o sala de lectura, y por el aspecto que ofrecían los muebles era casi seguro que se trataba de una sala muy antigua. A su lado pudo ver a su antepasado mirando a un sillón, serio. Se sintió extraña cuando nadie respondió a sus frases, hasta que comprendió que estaba viviendo un recuerdo.

-¿Qué quieres ahora, Elazar?

La persona que estaba en el sillón hablaba con hastío, como si no soportara nada de lo que tenía a su alrededor. Por alguna razón su voz le era conocida.

Elazar tragó saliva.

-Desde que padre desapareció estás extraño, ya no atiendes a tus deberes ni al poblado.

-¿Algún problema con eso? - Elazar se encogió de hombros.  No parecía el hombre seguro de sí mismo que había conocido en el bosque.

-¿Qué te ocurre?

La persona que se encontraba al otro lado del sillón mostró su mano con gesto de superioridad, dando a entender qué tipo de persona era.

-Como bien sabrás, nuestro padre repartió su poder entre sus dos hijos mellizos cuando nacieron.

Leia escuchaba atónita. No se atrevía a moverse del lugar, solo se había limitado a levantarse. Había confirmado que se encontraba en el pasado de Elazar, ya que no podían verla ni ella podía tocar los objetos y personas de la estancia.

Los dos hermanos siguieron hablando unos minutos de los poderes que poseían, de su utilidad y de los objetivos que su padre había propuesto para ellos; hasta que la persona del sillón realizó una pregunta tajante.

-¿Qué sucedería si parte de ese poder fuese profanado?

-¿Qué quieres decir? - tartamudeó Elazar.

-Ya sabes - se giró lentamente en su sillón -. Cuando un poder destinado a crear el bien... Se convierte en una fuente de destrucción.

La joven se estremeció de los pies a la cabeza ante la imponente visión de su propio padre, sentado en un sillón que existió casi un siglo atrás. La única diferencia era que sus ojos eran dorados, y que su sonrisa era mil veces más siniestra.

-Me he cansado de ser como tú, hermano.

-No lo hagas, Edric.

Él pasó la mano por encima del escritorio con rabia, provocando que todo lo que había encima cayese de bruces al suelo.

-¡No me llames así! - gritó.

Edric se acercó a su hermano con la mirada inyectada en sangre, sujetándolo del cuello.

-A partir de ahora soy...

De pronto todo a su alrededor empezó a volverse borroso, y ella se volvió a desmayar. Esperaba volver a la realidad y despertar para escapar de su padre, pero al ver el lugar donde se encontraba, notó que seguía en un recuerdo. Aún no se había estabilizado la escena cuando un nombre empezó a rebotar en su cabeza con voz ronca.

Dean.

A partir de ahora soy Dean.

Cuando dejó de ver borroso, se descubrió a sí misma en el patio del castillo, pero los árboles eran mucho más pequeños y la fachada del edificio no estaba tan maltrecha. Admiró el castillo en sus mejores tiempos, hasta que una suave voz la sacó de su inspección.

-Madre...

Miró a su alrededor y pudo ver en la puerta del jardín a su madre, pero aparentemente tenía su edad. Estaba con otras criadas y su barriga estaba demasiado hinchada para ser su propio cuerpo. Pudo ver que estaba embarazada de ella. Iba a seguir a su madre, poder ver su vida y así tener más recuerdos de ella, pero la voz de su padre sonó a sus espaldas.

Esperaba encontrar a su padre hablando con algún noble u otro comerciante de la zona, pero casi se desmayó de nuevo cuando vio que habían dos personas casi idénticas, diferenciadas únicamente por la ropa y el color de los ojos.

-No le comprendo, Dean - decía el de ojos negros, que era su padre -. Finge su muerte y ahora viene a pedirme a mi futura hija. Entienda que apoyo sus pensamientos de grandeza, y me gustaría tener poder, pero no entrometa a mi familia.

-Precisamente tu hija es la que necesito para terminar de adueñarme de todo - dijo Dean, serio -. Creo que no comprendes la importancia de la familia de Caroline.

-Ya sé que desciende de tu hermano, pero sigue siendo mi hija, ¿para qué la quieres?

-Absorberé su poder, igual que absorberé el de Caroline - miró hacia otro lado -. Me convertiré en Dios por el módico precio de quedarme su alma.

-¿Dios? - el rey abrió mucho los ojos.

-¿Cómo crees que desapareció mi padre?

El rey cada vez estaba más horrorizado. Él compró las tierras pensando que tendría poder político, pero su abuelo quería el poder absoluto. Quería ser Dios.

-No dejaré que absorbas el alma de mis seres queridos.

Dean quebró su sonrisa para convertirla en una mirada aterradora. Se acercó al rey.

-Entonces empezaré por la tuya.

Leia se aterrorizó cuando unos brazos negros, similares a unas garras, se clavaron en el pecho del que era su padre. Poco a poco el cuerpo de Dean desapareció hasta entrar a través de dichos brazos al cuerpo del rey. Cuando despertó, sonrió de forma satisfactoria.

-Siento mi poder aumentar - exclamó, riendo -. Y ahora tengo el título de rey - su risa aumentó de forma terrible - ¡Y solo he tenido que absorber el alma de mi nieto!

Entonces la princesa lo comprendió todo. Su padre era en realidad Dean, que había ocupado su cuerpo. Solo quiso casarla para fingir y así obtener más tierras. Ese hombre lo quería todo, y no estaba dispuesto a que impidieran su progreso.

Fue entonces cuando Leia despertó. Se encontró entre los cálidos brazos de William. Miró a su lado que su padre seguía dormido. Su padre, Dean. También conocido como Edric. Por su culpa estaba sucediendo todo esto.

Elazar se encontraba sentado en una de las sillas del comedor, mirando a Leia.

-Esta es la realidad, Leia - se notaba la tristeza en su voz -. Tu padre realmente te quería, pero mi hermano arruinó todo.

Más allá del cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora