Ciudad de Almas Perdidas

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Magnus agitó un brazo. —Es un privilegio. Me encanta rechazar a cazadores de sombras furiosos, especialmente de la variedad poseída.
«No está poseído», les recordó el hermano Zachariah.

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—Tengo un trabajo que ofrecerte —informó Raphael.
—¿En serio? ¿Os falta personal en el hotel?
—Necesito un guardaespaldas.
Simon lo miró fijamente.
—¿Has estado viendo El guardaespaldas? Porque no me voy a enamorar de ti ni voy a llevarte por ahí en mis fornidos brazos.

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Con un suspiro, Clary se sacó una bolsita de terciopelo del bolsillo y le dio la vuelta sobre la mesa. Cayeron dos anillos de oro, que repicaron suavemente. Simon los miró, confuso. —¿Quieres casarte? —No seas idiota. —Se inclinó hacia él y bajó la voz—. Simon, éstos son los anillos que quiere la reina Seelie.
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....
...
—Y supongo que ahora nos hablamos —dijo él—. Dime algo. Ya sabes, con la mente.
Clary miró a Simon, y absurdamente se sintió como si le hubiera pedido que actuara en una obra de la que no se supiera el guión. «¿Simon?».
Simon parpadeó sorprendido.
—Creo que… ¿Puedes volver a hacerlo?
Ésa vez, Clary se concentró y trató de centrar la mente en Simon, en cómo era Simon, en su manera de pensar, en la sensación de oír su voz, en su proximidad. Sus susurros, sus secretos, y la forma en que la hacía reír.
«Bien —pensó como charlando—, ahora que estoy en tu cabeza, ¿quieres ver algunas imágenes mentales de Jace desnudo?».

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—«No» es una palabra mágica —dijo él—. Funciona así. Tú dices: «Simon, tengo un plan suicida y desquiciado. ¿Te gustaría ayudarme a ponerlo en práctica?», y yo digo: «Oh, no»

Simón y Clary

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—No me importa correr riesgos —siseó él—. ¡Me importa lo que te pase a ti! Maldita sea, soy prácticamente indestructible. Déjame ir a mí. Tú te quedas aquí.
—Sí —replicó Clary—, y a Jace eso no le parecerá nada raro. Puedes decirle que siempre le has amado en secreto y que no puedes soportar estar lejos de él.
—Le podría decir que lo he pensado y que estoy totalmente de acuerdo con la filosofía de Sebastian y suya, y que he decidido unirme a ellos. —Ni siquiera sabes cuál es su filosofía.
—Eso es cierto. Tendría más suerte diciéndole que estoy enamorado de él. De todas formas, Jace cree que todo el mundo está enamorado de él.

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—Hueles a sándalo —dijo ella a modo de saludo. No le gustaba nada el olor a sándalo. Prefería lo olores dulces: vainilla, canela, gardenia. Alec la miró.
—Nos gusta el sándalo. Isabelle hizo una mueca. —O bien es un «nos» mayestático o Magnus y tú os estáis volviendo una de esas parejas que creen ser una sola persona. «Nos gusta el sándalo». «Nos encanta la sinfonía». «Esperamos que te guste nuestro regalo de Navidad», lo que, si me preguntas, me parece una manera muy ruin de evitarse tener que comprar dos regalos.

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—¿Quieres que tengamos una cita?
—¿Una qu… qué? —tartamudeó ella, pillada desprevenida.
—Una cita —repitió Jace—. A menudo «una cosa aburrida que tienes que memorizar en una clase de literatura», pero, en este caso, «una oferta de una noche de romance al rojo vivo con un servidor».

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¿De verdad? —Clary no estaba muy segura de cómo tomárselo—. ¿Al rojo vivo?
Soy yo —repuso Jace—. Verme jugar al Scrabble es suficiente para que algunas mujeres se desmayen. Así que imagínate si hago un pequeño esfuerzo.

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—O podríamos quedarnos —propuso él, en un tono ligeramente entrecortado. —¿Para que me desmaye viéndote hacer una palabra que puntúe triple? — Con un esfuerzo, se apartó de él—. Y evítame los chistes sobre marcarte tantos.
—Maldita sea, me lees el pensamiento —replicó él—. ¿Es que no hay ningún juego de palabras guarro que no puedas prever?
—Es mi magia especial. Cuando tienes malos pensamientos, te los puedo leer. —O sea, el noventa y cinco por ciento del tiempo. Ella alzó la cabeza para mirarlo a los ojos. —¿Noventa y cinco por ciento? ¿Y qué pasa con el otro cinco por ciento? —Oh, ya sabes, lo normal: demonios que tengo que matar, runas que debo aprender, gente que me ha cabreado recientemente, gente que me ha cabreado no tan recientemente, patos.

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¿Patos? —repitió. Una sonrisa tironeó de los labios de Jace. —Odio los patos. No sé por qué; siempre los he odiado.

Creen lo mismo que yo? 😏

Recuerdan cuando Will dijo que se reencarnaria en otra persona y que ojalá Jem fuera su parabatai?
Pues creo q Will se reencarna en Jace o tal vez algo de Will este ahí! !!!

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¿Lo estáis pensando en serio? ¿Invocar a un demonio? —Bueno, no a cualquier demonio —contestó Magnus—. Azazel.
Jocelyn sacó chispas por los ojos.
—¿Azazel? —Miró a todos los otros, como si buscara apoyo, pero Izzy y Alec miraban sus tazas, y Simon sólo se encogió de hombros.
—No sé quién es Azazel —dijo éste—. ¿No es el gato de Los pitufos? —Miró alrededor, pero Isabelle lo miró poniendo los ojos en blanco.

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«¿Clary?», pensó.
Su voz le llegó, teñida de alarma.
«¿Qué pasa? ¿Qué ha ocurrido? ¿Ha descubierto mi madre que no estoy?».
«Aún no —pensó él, respondiendo—. ¿Azazel es el gato de Los pitufos?».
Un largo silencio.
«Eso es Azrael, Simon. Y no vuelvas a usar los anillos mágicos para preguntar por Los pitufos».

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Estoy contigo. No me voy a ninguna parte. —¿Hay algún lugar especial que quieras ver? ¿París? ¿Budapest? ¿La torre inclinada de Pisa?
«Sólo si se le cae a Sebastian a la cabeza», pensó Clary.

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No me confundas con Valentine. —Sí —masculló ella—. Un error difícil de cometer. —No es culpa mía que yo sea igual que él y tú seas igual que ella. —Curvó la boca en un gesto de desprecio al pensar en Jocelyn. Clary lo miró con el ceño fruncido—. ¿Ves?, ahí estás. Siempre me estás mirando así. —¿Así, cómo?
—Como si quemara refugios de animales para divertirme y le ofreciera tabaco a los huerfanitos. —

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Pero no os va a gustar. —Tengo la sensación de que no te equivocas, Sherwin. —Simon. Me llamo Simon.
...
¿Quién es tu padre? —preguntó Simon.
Magnus miró instintivamente a Alec. Sus ojos eran de un color verde dorado, tan inescrutables como los ojos del gato que tenía en el regazo. —No es mi tema favorito, Smedly.
—Simon —replicó Simon—.
...
Muy bien, gente. Venid aquí. Sheldon tiene una idea. —¿Quién es Sheldon? —preguntó Isabelle.

...

Magnus cerró el libro que tenía en la mano. —No es mala idea, Seamus.
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El dolor te hace fuerte. La pérdida te hace poderoso.

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—Léeme —dijo de repente.
Él la miró parpadeando sorprendido. —¿Qué?
Ella miraba hacia los libros en su mesilla.
—Hay muchas cosas que asimilar —explicó ella—. Lo que dijo Sebastian, lo que pasó anoche, todo. Necesito dormir, pero estoy demasiado nerviosa. Cuando era pequeña y no podía dormir, mi madre me leía para que me relajara.
—¿Y ahora te recuerdo a tu madre? Tendré que buscar una colonia más masculina?

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« Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo». «Si no puedo convencer al Cielo, moveré a los Infiernos».

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Frases y Momentos de Cazadores de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora