Parte 4 Las medias de can-can.

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Su recuerdo del sueño de la noche anterior y el café derramado, aún tenía mucho cansancio y no entendía por qué, era todo muy confuso. Él, ella, las medias de can-can que se corrían como si fueran por un tubo de gusano, el agujero se agrandaba una y otra vez, luego se achicaba, era como si fueran líquidas, como si rompieran la barrera del tiempo. Ahora entendía por  qué tanta estática fuera de la Universidad, volvería a aquel preciso lugar con las mismas medias, en un día nublado y frío,  pero cambiaría su tapado negro por uno más largo y de colores vivaces, tal vez así aquel fenómeno la notaría mejor y se acercaría más, tal vez así no sentiría tanto frío como aquella tarde; él no entendería nada, seguramente. Así que si iba o no iba, en realidad no era importante.

Aunque quién sabe? tal vez su presencia malévola ayudara a entender aquel tipo de fenómenos.  Siempre que trató de comprender los extraños acontecimientos que ocurrían entre ella y  Peter, pensó mil hipótesis, jamás se le había ocurrido pensar que se tratara de cualquier cosa de paranormal... jamás, porque él era tan terrenal, tan adaptado, tan común y corriente como perverso, tan codiciado por las demás, tan rico y popular, que era imposible de suponer que hubiera algo interesante detrás de tan vulgar chico popular. 

Mientras pensaba qué hacer al día siguiente, se había hecho un nuevo café, había limpiado el derramado de ayer, y escribía en su diario íntimo, lo llenaba de poemas, pensamientos, escritos abstractos al mejor estilo Nostradamus, collages, recortes de periódicos, recortes que llamaran su atención, los pegaba, engordaba sus scrapbooks y sus art journals, como si los recuerdos se fueran a pegar en su alma así como la cola vinílica los pegaba al papel. Los cuidaba como si alguien los acechara, como si fuera posible modificar aalgo, para luego un día cualquiera irse a la playa y tirarlos al mar, disfrutar viendo cómo en menos de 1 minuto el agua salada destruye la tinta impresa en el papel y quedan hinchados y arrugados, con dobleces y amarillentos. Le recordaba a los cigarrillos que fumaban todos en Uruguay un día, al parecer de un barco habían caído al agua tantos cigarrillos que todos fumaban de aquellas cajitas, y lucían así como sus diarios cuando los botaba al mar, hinchados, amarillentos, arrugados, como si alguien hubiese querido cambiar las cosas.

Y no se puede, aunque se quiera, no se puede, no cambian. La única forma de cambiarlas, sería vivir el presente, famoso carpe diem,  saborear el café al máximo, hasta la última gota, sentir los rayos del sol en el rostro, batiendo vida, oler las hojas de las plantas, beber una gota de rocío, sonreír, escuchar música, ser feliz a la manera de quien sea, ser fan de un músico famoso y perseguirlo por medio mundo hasta besarlo, si fuera necesario. Aunque ese no era su destino, se sentía atraída por aquel enigma que quería descifrar. Se sentía corroída por aquel amor que parecía imposible, y detestaba a su chico rico que la perseguía y tentaba conservarla a su lado al costo que fuese, como si de un objeto se tratase.

Por eso continuaba con su scrapbook, eso la despejaba, le hacía bien, la hacía olvidar todo, incluso aquello que se atascaba y se plasmaba en el agua del mar  en días grises como en días soleados. Pegar papeles, escribir cosas desconectadas de su vida, le daba horas de risa y de frescura, de candidez de vivir sus gotas de tinta del presente, inefable, irrefutable. Presente. Ya. Ahora. Eso es lo único que los humanos tenemos, el ahora. 

Sueños de una medium.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora