Desesperación

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-Cariño déjame dormir – gruñó John de forma perezosa, pero se levantó de golpe al recordar que no se encontraba en el 221B de Baker Street y que nadie le estaba abrazando por la espalda, todo había sido producto de su imaginación.

Su corazón latió más deprisa, necesitaba un poco de agua para calmarse. Miró a Rosie quien seguía durmiendo plácidamente. Se acercó por la ventana para notar que aún estaba oscuro, que una fuerte lluvia estaba cayendo y seguramente en Londres en clima estaría igual.

Se sintió más sólo que nunca, aunque odiaba admitirlo, realmente extrañaba al imbécil más grande del planeta, un idiota llamado Sherlock Holmes. Lo necesitaba para volver a calmar su corazón, sus manos picaban por enredarse nuevamente en esos rizos y realmente necesitaba ver aquellos hermosos ojos junto a su característica sonrisa torcida.

Aunque intentara pensarlo fríamente no se veía solo nuevamente, por unos minutos, recordó aquellos días después de la muerte de Mary, cuando estuvo sólo en su antigua casa y realmente sufrió como nunca. Con Sherlock logró formar una familia nuevamente, o al menos es creía, pero la noche pasada le estaba haciendo dudar si su pareja estaba en sintonía con él.

El lo amaba demasiado, pero también necesitaba un mínimo de estabilidad y confianza, se daría el fin de semana completo en ese lindo lugar, le daría a Sherlock el tiempo para pensar, le rogaba a Dios que estuviera recapacitando. Para que luego tuvieran una calmada conversación, de todo corazón esperaba que todo saliera bien, no soportaría tener que dejar su hogar.

Volvió a la cama para arroparse y escuchar la lluvia caer, era imposible que se volviera a quedar dormido. No falto mucho para que Rosie gruñera molesta, así que entre risas la tomo, mientras la niña le exigía su leche matutina, dándole el biberón soltó un par de suspiros quejumbrosos.

Sherlock no se movió en toda la noche, saltaba ante cualquier pequeño salto con la esperanza de ver a su novio y a la alegre chiquilla con él, sin embargo, a las ocho de la mañana aún no había rastros de los Watson, Sherlock se sentía bloqueado, no sabía por dónde comenzar su búsqueda.

Fue a la habitación que compartían, lamentablemente no encontró nada que le diera alguna pista de donde se estaría alojando, una parte de su cabeza esperaba que su John le hubiera dejado una nota, pero no había ni siquiera un rastro de ellos.

Sólo con un rápido vistazo al armario que compartían se dio cuenta que faltaba ropa de su novio, corriendo llegó hasta la habitación de su pequeña y notó que también faltaban cosas de su Rosie. Sintió que le faltaba el aire, de seguro John se había aburrido de su sociopatía (altamente funcional) y le había abandonado.

Pero el era Sherlock Holmes y si por algo era conocido, era por no abandonar nunca sus caprichos y su máximo capricho era uno llamado John Watson. Se dio una rápida ducha y luego se vistió apresurado, tomando las primeras prendas a la vista y su clásico abrigo largo.

La lluvia parecía caer con más fuerza por Londres y no se veía ningún taxi circulando, después de todo a quien en su sano juicio se le ocurrías salir un sábado por la mañana en medio de una tormenta.

Pensó rápidamente las alternativas del posible paradero de John, la primera parada sería Molly Hooper. Salió corriendo, ya si en el camino tomada un auto lo agradecería, pero no perdería tiempo esperando uno.

Tocó la puerta de forma insistente, hasta que una pelirroja bostezando le abrió la puerta.

- Dios Sherlock, que haces a esta hora y en ese estado – con una rápida mirada notó que el hombre tendría mojado hasta los calzoncillos, sonrojándose ante ese último pensamiento.

Conflictos (Johnlock - Parentlock - Mystrade)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora