23º Ira

2.2K 292 61
                                    

Dedicado a Hooligan815











Podría hacer esto toda la vida.

Observar su rostro angelical, sumido en una inconsciencia temporal, escuchar su respiración sincronizada, llevando aire a esos frágiles pulmones detrás de su pecho, subiendo y bajando conforme el aire entra en ellos, ver la forma en la que sus cejas se mueven y sus ojos revolotean debajo de sus párpados, en señal de estar soñando, todo eso; podría hacerlo por lo que me quede de vida.

Aisha se ha quedado dormida, con su cabeza sobre mi brazo. Este ya se ha entumido y tengo el impulso de retirarlo bruscamente para aminorar el terrible hormigueo que me aborda, pero no pienso hacerlo. No quiero despertarla porque quiero seguir admirándola, esta podría ser la última vez.

No quiero pensar demasiado en nada, pero siempre habrá una pizca de incertidumbre que me pellizque cada que me siga haciendo ideas con ella, cada que me siga ilusionando, pensando en un futuro a su lado, en un pedazo de vida con ella, me ilusiono al pensar que, una criatura como yo, tal vez tenga la oportunidad de vivir una feliz vida humana, a su lado.

Ojalá todo fuera tan fácil. Ojalá mis deseos se volvieran realidad al arrojar una moneda a un pozo. Pero no es así, la vida no es de esa manera, nada de lo que deseo pasará. No bajo estas circunstancias, no cuando tengo a Mebael siguiéndome los pasos.

Porque está ahí, a veces siento su presencia, pero es tan débil y lejana, que creo estar sintiéndolo desde el Palacio. Dicen, que la energía angelical de los arcángeles es tan grande que llega a largas distancias, pero yo no lo creo. Nunca antes sentí la presencia de Mebael cerca, ni siquiera en mi forma angelical, ¿Por qué la siento ahora? ¿Y por qué se siente más débil que la otra vez, esa donde estaba observándome desde la azotea de aquel edificio? ¿Acaso está es por eso?, ¿porque está débil? ¿O será por otra razón?

— Porque estás en tu forma física — deduzco y, casi al instante, algo cae al suelo en la cocina.


Algo se activa rápidamente en mi sistema. La adrenalina y el coraje guardado, crean un monstruo incontrolable dentro de mí, una combinación peligrosa que lo único que quiere; es golpear su ridículamente bien creado rostro y obligarlo a darme un castigo, si es que después de verme puede.

No soy precavido al levantarme, tampoco lo soy al sacar mi brazo de la prisión de Aisha, y tampoco me importa si ya la desperté.

No mido mis pasos, de hecho, ya ni siquiera me encuentro caminando.

Estoy corriendo, y mis talones descalzos golpean con violencia el piso helado, alertando y avisando a quien sea que esté aquí, dándole tiempo para escapar.

Finalmente, llego a la cocina.

Está vacía.

La poca luz de la farola allá afuera, se filtra por la ventana de la cocina, y me da una buena vista de un sartén sobre las repisas de azulejo, debajo del montón de sartenes colgado en la pared.

Frunzo el ceño, cuando lo entiendo.

Ese fue el objeto que cayó al suelo y la criatura que causó esto es lo suficientemente capaz para alcanzar una altura de casi dos metros, tirar un sartén, levantarlo y tratar de arreglarlo lastimosamente colocándolo sobre el azulejo. Eso descarta la posibilidad de que el responsable haya sido Kogu.

Un portazo resuena en toda la casa, y una punzada de pánico colisiona en mi pecho porque lo escuché en la habitación de Aisha.

Asustado, vuelvo en mis pasos y salgo de la cocina, pero cuando logro ver las prendas blancas de Aisha resaltando en la oscuridad del pasillo, dejo de correr.

YERATHELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora