1° Recuerdos

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— Era castaño y de ojos esmeralda — le decía Melissa a su amiga que se encontraba manejando un auto. Le estaba contando lo que había ocurrido ayer con ese hombre mientras iban camino hacia la casa de su amiga Rose.

La pequeña Aisha se encontraba en uno de los asientos traseros recargando el lado derecho de su rostro en la ventana, ella escuchaba todo lo que Melissa decía. Se sentía mal. Desobedeció a su madre y por ello la regañó, la chiquilla por primera vez experimentaba el sentimiento de la culpa.

A lo largo del transcurso las dos mujeres que iban al frente del auto seguían platicando de tantas cosas que para Aisha le eran imposible de comprender.

¿Chicos?, ¿Citas?, ¿Amor?, ¿Qué es el amor?, se preguntaba la pequeña al escuchar un tramo de la plática de aquellas mujeres.

Por supuesto que ella no conocía el amor, ¿acaso era lo mismo amar a tu madre que a un chico? Claro que no, pero vamos, ella es una pequeña niña, no conoce nada de eso... Aún.

El auto se detuvo a causa del color rojo de un semáforo, Aisha desvío toda su atención hacia una heladería que se encontraba justo al lado de ella, pero no fueron los deliciosos helados de sabores múltiples lo que más llamó su atención, sino una hermosa joven que reía y jugueteaba con un chico sentados en una banca.

La niña los miraba curiosa, ¿porqué se reían?, ¿Porqué se agarraban de la mano si no iban a cruzar la calle?, ¿Porqué se dan besos en la boca?, se preguntaba la niña mientras sostenía una mueca de confusión por todo su pequeño rostro. Realmente no comprendía aquella escena de la pareja enamorada, en el instante en que los ojos azules de la pequeña se posaron sobre el rostro de la joven enamorada una inesperada e inusual duda le vino a la mente; ¿Acaso ella sería igual de hermosa?

La pelirroja que se encontraba dándole helado en la boca a su novio era muy hermosa, su cabello rojo era rizado y largo, su piel era blanca como la nieve, sus ojos eran grandes y verdes justo como los de su madre, tenía una linda sonrisa que no se comparaba en lo mas mínimo con la de Aisha; chimuela y chueca.

¿Qué había de malo en Aisha? Además de ser una niña rebelde no había nada de malo en ella, pensaba.

El semáforo pasó a verde y aquella imagen de dos enamorados desapareció dando lugar a varios edificios de la ciudad, sin embargo Aisha seguía preocupada, tenía una gran pregunta y no había nadie más que su madre que le diera una respuesta sincera.

— Mamá — llamó a Melissa, quien enseguida dejó de platicar con su amiga y puso toda su atención en su hija — Cuando sea grande, ¿seré bonita? — preguntó Aisha con un puchero en sus labios.

Melissa no pudo evitar sonreír ante la pregunta de su hija, volteó para encontrarse con los hermosos ojos azul oscuro de Aisha.

¿Cómo podía preguntarle eso? Sólo bastaba con ver esos hermosos ojos color mar y sus gigantes pestañas rizadas para darse cuenta que la niña era más que hermosa, y por supuesto que lo iba a ser de grande.

— Mi amor... — inquirió Melissa con suma ternura — tú ya eres hermosa...

— ¡Sí, pero yo digo después! — interrumpió desesperada Aisha.

— ¡Claro que lo serás, incluso aún más que cualquier mujer en este mundo! — su madre hizo un ademán como si estuviera dibujando un círculo con las palmas de sus manos — Sólo necesitas esperar unos años más, y verás en la hermosura que te vas a convertir — finalizó con una sonrisa tranquilizadora en sus labios.

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