8° Respuestas

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Dedicado a lechugaseductora


















El viento helado me azota con fuerza, pero no hago nada por abrazarme a mí misma ya que, de cierta forma, me agrada la sensación. Mi corto cabello se alborota con cada ventisca que viene, y de vez en cuando una que otra hoja se enreda en él.

Kogu se ha quedado quieto frente a mí. Pensé que tendría frío, así que antes de que llegara el invierno; Nicohol y yo fuimos a una tienda donde venden accesorios para perros. Le compré un pequeño suéter.

Aunque todavía no es invierno, estamos en otoño. Creo. La verdad no tengo idea de cuándo cambia la estación. Lo que si sé es que el ambiente se ha sumido en un frío seco, con ventiscas heladas que vienen y van, que hay hojas secas en todas partes y que estamos a mitades del mes de octubre.

Otra ráfaga de viento me asalta y me obligo a cubrirme un poco más con el abrigo que llevo puesto. Es largo, me llega un poco más arriba de las rodillas. Si yo soy alta, no imagino lo gigantesca que he de verme con esto puesto. Traigo una pequeña bufanda tejida por las manos de mi madre, me he puesto unos pantalones ajustados de mezclilla y unos botines.

El viento hace lo que le da la gana con mi cabello. El peculiar silbido del viento se hace presente y yo no puedo evitar sumirme en mis pensamientos.

Aún recuerdo cuando me corté el cabello. Un día, hace casi un mes; estaba harta de ser la misma chiquilla en cuerpo de una adulta. Me dije a mí misma que si quería superar todo y seguir adelante; debía cambiar.

Fui al baño, tomé unas tijeras y de un tajo; lo corté. Antes me llegaba más abajo de la cintura. Ahora me llega  sobre los hombros. En cuanto lo hice me sentí liberada, me sentí renovada. Sé que no es un cambio brutal, para mí no importa cómo es mi aspecto, si me veo bien o mal, total, yo no lo puedo ver. A mí me importa la sensación liberadora que me deja, me hace sentir más madura, me hace sentir diferente.

Ese día, cuando recogí los mechones de cabello en el suelo, no sólo los tiré a ellos al cesto de basura. Con ellos deseché a la antigua Aisha. Aquella niña atrapada en el cuerpo de una mujer; se había ido, y me dije a mí misma que ya no haría nada por traerla de vuelta.

Era necesario.

Desde entonces, puedo decir que he superado la muerte de mi madre. Aún la extraño. La extraño y nunca dejaré de hacerlo. Pero ya no lloro. Ya no me quedo en cama todo el día añorando su presencia.

He cambiado la extraña rutina que me había impuesto en un pequeño lapso de tiempo por una más saludable, más normal.

Ahora como, y tres veces al día. Aveces hasta cuatro contando el desayuno. Cada día voy al restaurante y Juan me prepara el almuerzo, comida y cena. En ocasiones especiales Támara me prepara algo, pero sus platillos consisten más en sabor que en una buena porción.

Las cosas también han cambiado en el restaurante. Ahora tenemos a una nueva repostera; Nicohol.

Su talento lo descubrí una tarde en mi casa. Estábamos en la sala, ella viendo la televisión y yo escuchándola. Después de terminar un capítulo entero de un programa de cocina, Nicohol se emocionó y alardeó demasiado, diciendo que ella podía hacer esa tarta de manzana mucho mejor que el Iron Chef. Robamos unos cuantos ingredientes del restaurante, en realidad nadie los utilizaba porque aún no teníamos quién preparará los postres. Encendimos el horno, le ayudé con la masa y ella hizo el resto. Por un momento creí que sólo iba a agregar azúcar y me retracté cuando probé su tarta de manzana.

YERATHELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora